Miniaturista del tiempo, Nadia Contreras toma entre sus manos —que es tomar entre sus versos— aquellos flashazos de vida que a la larga son o serán la memoria. Somos lo que recordamos, y lo que recordamos es una coruscante sucesión de momentos que, en este caso, gracias al poema, quedan resguardados, protegidos, galvanizados contra la corrosión del olvido y sirven luego como báculos para mantenerse con vida. La poeta, atravesada por el azoro, observa el exterior y se lo apropia, lo problematiza en su sangre, y clava el pasado no para regodearse en la nostalgia, en lo perdido, sino para reverdecer el presente, para volver a la plenitud de la existencia en el hoy.—Jaime Muñoz Vargas