Este libro ofrece una interpretación sobre la forma en que el arzobispo Luis Ma. Martínez construyó puentes para la convivencia con el Estado mexicano posrevolucionario. La tarea no fue fácil. A partir del inicio de su gestión eclesiástica, durante el cardenismo, Martínez tuvo que sortear diques que limitaban un nuevo diálogo tras la amarga experiencia del conflicto religioso a finales de los años veinte del siglo XX. El arzobispo de México se encontró con no pocas resistencias, tanto entre los políticos que defendían el sometimiento de la Iglesia al Estado mexicano como entre los católicos radicales que no cejaban en su oposición a un régimen al que identificaban con la maldad absoluta.