No se pueden leer las páginas de este libro sin participar de un enorme sentimiento de aflicción que no es sólo literario, aquí las víctimas no son mera estadística y conoceremos íntimamente su dolor, provocado por alguna de las calamidades que este país arrastra, en especial en su frontera norte: balaceras a diario, secuestros, asesinatos, extorsiones, trata de personas, contrabando de drogas y de armas, racismo y corrupción, todo ello bajo el común denominador de la impunidad. El hilo conductor es un narco que, en su papel de maestro de ceremonias, va uniendo historias a partir de una utopía criminal: la de crear una federación con reglas claras, para que todos sus miembros puedan delinquir a placer, sin tener que matarse entre sí. Para lograrlo, los principales jefes del crimen organizado deben repartirse territorios, establecer rutas, determinar prioridades, reconocer jerarquías, ese es el programa y el plan de acción de la narcocumbre. Articulando con maestría una gama de recursos literarios, Gilda Salinas concluye: aquí y ahora ya nadie, quizá ya nunca, podrá vivir tranquilo. Nadie.