La traducción es una actividad que ha acompañado al ser humano a lo largo de los siglos. Si, como afirma Octavio Paz, aprender a hablar es aprender a traducir, entonces traducir es un mecanismo esencial que permea nuestra concepción, percepción y aprehensión del mundo. Desde otra perspectiva, aprender a traducir es también aprender a leer en su sentido más amplio: es descifrar, comprender e interpretar la alteridad inscrita en cualquier tipo de constructo cultural, en especial el fabricado por el discurso literario. Lejos han quedado los tiempos en que se pensaba que la traducción era un simple puente entre culturas gracias a la transcripción lingüística que permitía acercarse a la producción escrita de geografías ajenas a la propia.