Sasha Kovaliov, un jazzman ruso afincado en Barcelona, no tiene más remedio que viajar a su país después de veinte años, cosa que no le apetece demasiado, o por lo menos no en este momento porque su compañera, Marta, acaba de dejarlo y porque teme que tanto sube y baja emocional no le convenga ni a los nervios ni a la canción que tiene entre manos. Y desde luego que la experiencia lo descoloca, porque la Rusia que Sasha se encuentra no se parece demasiado a la que dejó en plena perestroika: tan distinta es de la que recuerda que hasta le cuesta identificarse con ella. Pero esta es una novela a dos voces o una novela-fuga: no sólo acompañamos a Sasha hasta Kapatov, ciudad imaginaria, sino que también intercalamos la lectura del diario de una joven Marta, estudiante de Literatura Comparada. Anotaciones sobre un trabajo final de asignatura, en el que compara dos novelas rusas, junto a sus aventuras amorosas, funcionan como la otra voz necesaria para que el lector construya a su gusto un contrapunto de lo más ruso.