Como cristales, granos o gotas se hilan los fragmentos que componen Sal de sangres en guerra, primer libro de una serie que marca una continuidad natural en la obra de Alicia Kozameh. Como si los saltos (259 Saltos, uno inmortal), el grito de la mano en movimiento (Mano en vuelo), se desembocaran en una brevedad hecha de prosa poética en disputa, “zarpazos de la lucha y de todas las luchas, que nunca son suficientes”. Evolución sin ruptura: escritura de combate, siempre. Aquel combate que es la pelea del vivir, la lucha del ser y del estar en el mundo, presente y memoria a la vez. Lucha por descifrar, dilucidar, dar cuenta de lo que somos y transcribirlo, en un esfuerzo por asomarse al otro lado de la superficie de las cosas cuestionando sin cesar. Obsesionada por el ver, por el detalle, por la ceguera que acecha y por la desaparición. “La esquiva-vergonzosa, asustadiza, epiléptica, disléxica, dislocada, ciega, calva, descerebrada, sorda, rastrera, libertad”, ¿o por la vida?