¿Cómo volver a los textos clásicos del siglo XIX argentino? O mejor, ¿cómo seguir leyéndolos? Con este libro, Nancy Fernández responde de una manera muy simple, como lo proponía César Aira en su curso sobre Copi: leyendo, llevando adelante la lectura. Lo cual significaría aquí dos cosas, la primera, que la tradición que hilvana las series funciona no como terreno de las explicaciones sino como un campo de experimentación para cruzar y desparramar textos, para poner a prueba conexiones: por ejemplo, la conexión teatral para leer juntos a Daniel Guebel y Mauricio Kartún y sus juegos con las máscaras y estereotipos nacionales, o la trama de cuerpo, sexo y violecia para escuchar con oído atento las lenguas de Leónidas y Osvaldo Lamborghini y de Ricardo Zelerayán, o . mifavorita- la entretela de los hermanos que, entre el lazo afectivo de la amistad y la marca ancestral de la violencia en la cultura argentina, se cose con los Mellizos de la flor de Hilario Ascasubi para volver a hacerse y deshacerse ahora en la serie televisiva de Bruno Stagnaro. Pero además, y esto le da un tinte especial a la primera parte del libro, por momentos Nancy parece ponerse a leer Una excursión a los indios ranqueles o el Martín Fierro con el placer de quien lo hace, casi, como si fuera la primera vez. No es una disposición cualquiera. Es de esas que propician hallazgos inesperados, tal vez pequeños descubrimientos, en cualquier caso reencuentros con escenas que leímos mil veces y que ahora tenemos ocasión de ver con luz nueva. Escuchar el enmudecimiento de Lucio V. Mansilla ante el archivo de Mariano Rosas, avistar con él a su amigo Julián Murga, o acompañar lentamente la atmósfera crepuscular que va ganando su viaje de regreso, son, para dar mis ejemplos, algunos de esos momentos en que este libro nos invita a volver a los relatos con el impulso que viene de la tradición pero sin su peso.