Antígona González revive a la emblemática mujer que, contra el cruel mandato de la ley, busca enterrar a su hermano. Sólo que la ferocidad de nuestra violencia estatal supera la del pasado clásico: se ha hecho desaparecer el cadáver del hermano. Esta Antígona no puede realizar su misión humanitaria sin certificar el asesinato, es decir, sin hallar la fosa anónima, reconocer el cuerpo amado, nombrarlo, proceder a desenterrar los huesos y darles la sepultura que les corresponde. Dramatizando esta escena, volviéndola teatral, la oralidad de este bellísimo, conmovedor y potente poemario de Sara Uribe convoca una polifonía de voces y de citas antígonas a través del tiempo y de la escritura recordandonos que el cuerpo ciudadano sigue siendo el blanco preferente de la violencia, que sigue su curso impune entre nosotros. Que las Antígonas de hoy estamos llamadas a contra-decirla.