En realidad da alegría y llama la atención este afán masivo por el café con leche, parte de una tradición calmosa, sedentaria, meditativa, convertida ahora en una urgencia nacional; escuchar cómo la república entera y una buen parte del mundo hace tintinear en La Parroquia la cucharita contra el vaso, y observar en medio de aquel concierto de necesidad cafeínica a los afanados lecheros cargando en equilibrio sus dos cafeteras, imagen misma de la justicia que se dispensa con los ojos cerrados, que sirve al sediento más café, más leche, o ambos en cantidades idpenticas, según ordenen el capricho o la tradición , sin reparar en sus virtudes o en los crímenes que hayan podido cometer. Van los lecheros de casaca blanca de una mesa a otram equilibrando como pueden sus fuentes nutricias, aquellos seres condenados a comportarse con l puntualidad de una institución. Ana García Bergua