Un monólogo de principio a fin permite al personaje desdoblarse en lo que es y en lo que quisiera ser. Así, conviven en un ambiente de asociaciones imaginativas y poéticas, la España del siglo XVI y la España de la Guerra Civil, desgarradas entre grandezas y crueldades. Angelina Muñiz-Huberman crea —o recrea— un personaje cuya única posibilidad de existencia real es hacia adentro, por la constante lucha erótico-divina y la conciencia de un pasado judío en su calidad de cristiano nuevo.