«Me gustaría que quien lee mis poemas sienta que está en un antiguo monasterio, aislado del mundo, y cuyos frescos revelaran un sinfín de pequeñas visiones», escribió alguna vez Charles Wright, dejando ver el sentido de revelación y recogimiento que evocan sus poemas. En Caribou cada poema encierra una contemplación de la naturaleza que se materializa en forma de elegía, en un canto con dejos de melancolía por la belleza huidiza y su efímero ser. El entorno, el ansia de lo divino y el paso del tiempo son temas recurrentes de este poeta que–apoyado en la música y en textos apócrifos– nos lleva de la mano hacia el camino de la introspección, a la lectura de nuestra propia interioridad. Su lectura es una toma de conciencia de nuestro paso por la tierra, tan fugaz como trascendente.
Tras la publicación de Potrillo, Cicatriz y una selección de poemas en La escuela de Wallace Stevens, Vaso Roto ofrece a sus lectores la útlima obra de este escritor estadounidense cada vez más inmerso en el silencio y en la contemplación. Harold Bloom alude a Wright diciendo que: «... en una época en que toda espiritualidad pareciera estar contaminada por la explotación política [...] sólo nos resta acudir a unos cuantos poetas bajo el deseo de alcanzar una espiritualidad más real, más genuina, Charles Wright es premineentemente uno de ellos».