El último libro de la poeta Carmen Nozal titulado De la confesión nocturna posee dos partes en su estructura: De la Divinidad con forma y de la Divinidad sin forma. En él recurre a contraponer dos realidades desde la creencia y la escritura. Ella reconoce que esta forma puede ser múltiple o no; pero al mismo tiempo contrapone esta realidad en el ejercicio escritural; en la sección “De la Divinidad con forma”, la autora recurre a formas estróficas clásicas como sonetos, décimas, silvas entre otras, y en la segunda parte “De la Divinidad sin forma”, se desprende de los recursos clásicos y recurre al verso libre o al prosema para reflejar con igual tratamiento la vehemencia por Dios, cualquiera que sea su forma. Nuestra poeta, no sólo se sustenta en la Biblia y en los místicos españoles y latinoamericanos; también abreva y recorre otros paisajes y culturas. Cuando Carmen Nozal, poeta de oficio y dedicación, recibió el anhelado correo de la Fundación Fernando Rielo anunciándole su honroso puesto de finalista, se ubicaba a los poetas de acuerdo a su lugar de hábitat y la señalaban: Carmen Nozal-Cuauthémoc. Ahí la imagino en esas calles y avenidas de la Colonia Roma, donde afloran las librerías de viejo, entre el ruido de las calles, el caminar de las multitudes, los ruidos de los autos y del metro; las noticias, sus plantas creciendo en la pequeña huerta junto al balcón, entre sus cantos místicos y sus divinidades, con forma o sin forma, a las cuales hace su entrega, con destreza y belleza y aún en la terrena duda: “Pienso en la Divinidad, puede que no todos los días, pero casi. Quiero escribirle, sin embargo”.