Este libro fluye como en largas noches fluía el tiempo de alimentar a mi hija. Mecida por ese ritmo corporal, fijados los límites por ese ritmo, las palabras se incorporaban silentes al acto mismo, como una ensoñación, como ideas líquidas.
[…] Retorno y recuento. Nadie vuelve, incluso a los lugares donde se fue feliz. Quien escribe ha regresado. Cuenta. Levísima es la suerte a la que doy memoria. Levísima la suerte que es Daniela. Para ella esta memoria que entrecruza sucesos, como entrecruza personas y senderos.
Transitados por mí, o por los otros, cobran su sentido último en esa hora en que es pensado: descifrado ya en el libro virtual, intentó quien escribe descifrarlo en esta otra realidad.
La duración de las altas horas es ese tiempo en el mundo invertido: el tiempo en que acaso sucedemos y somos.