Las crónicas de El día en que corre Lola corre dejó sin aire a Murakami reflejan la mirada de una mujer inmigrante que camina -o corre- por New York, y que en virtud del asombro y la curiosidad convierte el paisaje exterior en una experiencia íntima: la de pertenencia. Andar, caminar, re-correr una ciudad con atención la convierte en propia muy pronto. Prepárese entonces quien sostiene este libro a adueñarse de la gran manzana, sumergirse en el cruce de idiomas que ofrece un camino de tierra en Central Park, conversar con extraños a las altas horas de la noche en la barra de uno o dos restaurantes predilectos, convivir momentáneamente y mirarse en otros ojos como espejo en el Subway. Las historias acá contadas comprueban lo que sabemos, pero a veces olvidamos: somos todos, todas, una y la misma, y de cierta manera, una ciudad es todas las ciudades