Contemplar lo perdido es intentar dar un sentido a lo que queda y a quienes somos. Cómo se llega a ser lo que se es es el subtítulo del Ecce homo de Nietszche. Sin embargo, es difícil ver lo anhelado, las ruinas o las obras a medio hacer, porque evocan siempre el fantasma del edificio completo: vemos (imaginamos) lo que no está en lo real. Y sin embargo, quizá, no haya tesoro más grande que lo que nunca tuvimos o lo que tuvimos y perdimos o malogramos por el azar o nuestras prácticas equivocadas, y somos capaces de poner en palabras. Me gusta pensar, como Hölderlin, que lo único permanente lo instaura la poesía. Mientras la noche y el desierto avanzan, las palabras ayudan a desplegar nuevas vitrinas de mi Museo de pérdidas.