Viaje/Voyage es un poema largo creado en escenas. Y aunque algunas de estas escenas funcionan bien por separado es mucho mejor visionar el libro al completo. Su autora es Carolina Sánchez y se nos presenta en edición bilingüe español inglés, traducido al inglés por Ariel Francisco, y editado por Editorial Ultramarina C&D. El libro está basado en la película Stalker (1979), del director ruso Andréi Tarkovski (URSS, 1932-1986), también poeta. Así que nos encontramos ante un episodio más de la estrecha relación entre poesía y cine. Ambos, libro y película, parten del deseo y así nos lo hace saber el primer poema. Como la película, iniciamos un viaje hacia la habitación del deseo donde nos gustaría quedarnos para siempre. Los primeros poemas del libro son una breve pero intensa introducción al deseo, poemas breves, muy musicales, que atrapan con su melodía a los protagonistas del libro-película en una dulce trampa arrojándolos irremediablemente al deseo, hipnotizados. En la segunda parte, con poemas aún breves, se nos incita a realizar un viaje, a no cejar en el empeño de llegar a la habitación del deseo. Si en la película son las imágenes las que nos transportan en este caminar hacia el deseo, en el libro son las palabras, que nos remontan a las preguntas ancestrales que nos acompañan en el viaje. Las palabras pueden llenarnos de dudas mientras caminamos, el camino no termina o duplica a cada paso su distancia, tal vez la habitación del deseo no sea el final del viaje, tal vez sea aquello que da sentido al viaje mismo y la habitación un lugar donde nunca nos detendremos. Es entonces cuando el camino se nos muestra con fuerza y pasa a ser el protagonista principal del libro-película. Hemos atravesado el límite desde el cual ya no hay marcha atrás. En el horizonte, lo desconocido. El miedo aparece ante las dudas del destino en forma de sombras a los lados del sendero que transitamos. Pero seguimos envueltos en la musicalidad de cada palabra que emplea la autora; la brevedad del verso continúa como si cada poema fuese un breve paso en el camino. De pronto los caminantes se detienen a observar las palabras-fotogramas, y aparece el espejo (el agua) que nos devuelve la realidad hecha ficción. Y en el siguiente paso del camino, la puerta, las palabras se hacen pregunta nuevamente, tratamos de averiguar si la habitación a la que llegamos es el final, si hay un final para este viaje. El cine es la habitación del deseo, allí podemos observarlo todo; al igual que sucede en la poesía, el cine nos hace otros y a la vez hacemos nuestras las palabras-imágenes de otros. El cine prolonga el viaje al infinito, los senderos se bifurcan interminablemente, recorremos el camino, pero no existimos ya en el camino, estamos yendo y recreándonos con las imágenes de la película que, tal vez, solo tal vez, es nuestra propia vida. El libro es un todo que funciona bastante bien por sí solo, no creo que sea necesaria la visualización de la película en la que está basado para disfrutar del mismo. De hecho yo no había visto la película en el momento de leerlo. Vista después, algunos poemas toman nuevos significados. Y es bello adentrarse en una nueva lectura.