Este cuarto libro de Victoria Guerrero está impregnado de violencia (Bio-lencia) y sentimiento antiburgués, en la senda más honda y perdurable de cierto romanticismo. Es decir, desde la cólera creativa, por fin poética y fabuladora (en el sentido de crear un universo propio), que da vida a la voz de la poeta en estos textos, que confronta y echa abajo el adocenamiento, la impostura criolla, y otras taras de este tipo que identifican una forma de ser y de vivir en este mundo y este país (a)ccidentalizados. En comparación con las otras entregas de Guerrero, aquí las formas del malestar se han extremado, y el lenguaje rechina por sus poros y vocales, casi constituyéndose en una ópera lírica de la crueldad, donde la palabra, y la poeta con ella, ahonda sombras, oscuridades y desgarros incluso hasta la autoflagelación: "revienta en miles de pedacitos de odio ¿los quieres? recoge uno tras otro con cuidado para que no te hieran y luego a la basura sin lágrimas"