Después de seis años de exilio en Miami, Gertrudis regresa a La Habana tras la muerte de su tío y junta fuerzas para contarle a su exnovio, Enrique, que es el padre de Vera, su niña de cinco años. La isla ha cambiado: lo que le resultaba familiar es ajeno y sucio. Lo mismo sucede con Enrique quien ahora baila por las noches sobre las tablas de un cabaret, envuelto en un vestido de escote generoso. La ciudad parece una herida expuesta donde lo único inalterable son sus fantasmas. Los recuerdos duelen a uno y otro lado del Estrecho de la Florida, donde el exilio ha marcado a la literatura cubana a lo largo de generaciones de distintas maneras, en distintas épocas. En No me hablen de Cuba, Grethel Delgado nos ofrece una visión contemporánea de ese tan temido retorno a los orígenes y a los afectos del inmigrante. Este libro no es un viaje, es una experiencia sensorial que añora y repudia una Habana desdibujada por la nostalgia y la desesperanza.