Tras más de un siglo exotizando eso que llamaron Extremo Oriente parece recomendable mantener la alerta orientalista, ¿pero acaso considerar al otro como intocable, puro y siempre igual a sí mismo no es una forma de objetualizarlo? Los haikús de Xavier Villaurrutia o Jorge Carrera Andrade no son como los de Basho. Pero dialogaban desde otra lógica cultural e histórica con ellos. Igual que lo hace, desde el amor y la diferencia, esa fabulosa poeta que es María Ángeles Pérez López. Sus diecisiete alfiles cruzan la tangente de este libro manteniendo el rigor métrico de la forma japonesa y una despersonalización que fragua con naturalidad y altura lírica. A ello se suman la asonancia impar, alguna incursión léxica de índole popular y los aires de otra estrofa, la soleá, cuyas concomitancias con el haikú ya detectara Machado.