El presente estudio intenta, por primera vez, un enfrentamiento directo con el arte sanjuanístico; lo hace con resultados sorprendentes. El gran mestizo cultural, Reformador del Carmelo, une a sus esperadas filiaciones occidentales otras menos esperadas por semíticas: la hebrea y árabe. San Juan parece aclimatar a sus propios versos místicos ciertas modalidades propias de la poesía en estas lenguas: la hermosa incoherencia verbal de El cantar de los cantares, los comentarios inciertos de la poesía extática de los musulmanes Ibn al-Arabi e Ibn al-Farid y la simbología secreta de los sufíes del medioevo.