La presencia de diversos personajes, como una abuela furibunda y su hermana «libertina», salpica de humor, pero también de fragilidad, las páginas de esta obra que se borda entre el sueño y la vigilia. León de Lidia es un libro inclasificable con historias autónomas, un cuaderno de imágenes y dibujos, una colección de retratos familiares o imaginarios y, sobre todo, una conmovedora novela fragmentaria en la que Myriam Moscona asume las marcas de su singularidad estética. Con una prosa decantada que abreva de su herencia mexicana, búlgara y sefardí, se reconstruye el milagro y el misterio de la memoria que «necesita un solo pulso para desmadejar toda una cinta involuntaria de evocaciones». Las revelaciones imprevistas con las que pacta son también −de muchas e ingeniosas maneras− un homenaje a los orígenes, un duelo por la orfandad y un tributo al judeoespañol, lengua tan minoritaria como bella en la que resuenan los ecos de Cervantes.