La comedia tiene las patas cortas, se dice; viaja poco y viaja mal. Lo que hace una gracia enorme en un sitio y una época, a veces no causa risa en el país vecino, ni tiempo después. Con la pieza teatral Dulcinea herstoria me propuse hacer la traslación de un chiste, por así decir: he querido transferir la divina gracia de Cervantes a nuestro teatro actual. Al igual que la locura, toda comedia surge de una herida. Las heridas, esas sí, son universales. La herida de don Quijote es Dulcinea, como se verá en esta pieza, una Dulcinea tan de carne, hueso ¡y pelo en pecho!