Pese a la posible resonancia psicoanalítica del título, la apuesta de esta novela está lejos de tener algo que ver con ese tipo de pensamiento. El “lugar” al que se refiere tiene poco de simbólico y mucho de material: es –al menos en principio– el lugar que junto a la mesa ocupaba el padre de la narradora, cuya ausencia hace aparecer sombras nunca vistas. Es curioso que una frase lanzada hacia la mitad de la novela sea precisamente lo que no hace la autora (“cuando alguien se muere, se muere y no hay por qué ir detrás de esas hilachas que tardan más de la cuenta en desaparecer”): El lugar del padre es exactamente el rastreo de esas “hilachas” de la ausencia.