Los sueños que nos entrega ahora componen un acabo ciclo crepuscular. El subtítulo de Elegías es, sin embargo, una clara advertencia contra la tentación de considerar que este libro venturoso trata de lo meramente onírico. Entre “El sueño” singular que abre el volumen y el “Amanecer” que lo cierra se extiende una noche más vasta y previsible que la de los surrealistas; oscura como la del alma mística, pero iluminada por una razón poderosa; sensual como la de la carne en celo, pero atemperada por una sabia madurez; insondable como la muerte, y no obstante redimida por el canto vivo que la plañe.