Caníbal está repleto de poemas cuya imaginería extraña y poderosa nunca deja de asombrar. Los poemas de Safiya Sinclair guardan para nosotros una experiencia que suele reservarse para el encuentro con un cuerpo que respira y suda. Textos carnales que esbozan una presencia, una fi-gura que es tocada al ser leída. Somos interpelados por ellos, no para ser complacidos, sino sacudidos. No para distraernos, sino para ser halados del modo más físico. Al acercarse a Caníbal, el lector se enfrenta con la creatividad pura de la lengua y su capacidad indomable para producir nuevas formas. —Adalber Salas Hernández —