El pez místico para Nuria Ruiz de Viñaspre es el jeroglífico de la piedra filosofal en su estado puro. A veces es su propio pez el que nace en el agua metafísica y vive en ella a pesar de sobrellevar diversas metaformosis a merced de sus manos. Liofiliza su cuerpo separándolo de su sustancia original. Muerte y renacimiento. Es un pez misterioso, nitrogenado, que pasa por muchas vidas. Un pez sin huesos, una iconografía cristiana, si quieren. El humano quiere una y otra vez pescar simbólicamente este pez dejando estéril ese trozo de agua para adueñarse de su lado más abstracto, de esa iconografía. Se empeña en sacarlo de su medio, pero una vez en sus manos le desconcierta ese lado terrenal que tanto le acerca a la mortalidad del desierto en que se ha convertido la Tierra. Este pez pequeño en el ancho mar es al fin casi alcanzable gracias a sus múltiples muertes. Un pez filosófico convertido en un pescado. En un traje. Es, en definitiva, la síntesis de la complejidad humana reducido a la más mínima expresión. Es incoherente de vida a muerte, toma mil formas humanas y místicas. Sus movimientos son tan desconcertantes que levanta tantas polémica como máscaras muestran los dos polos de la Tierra.