Ana María, periodista portuguesa, regresa a su país a realizar un documental sobre uno de los procesos más marcantes de Portugal: la Revolución de los claveles. Vuelve a casa de su padre, también periodista, y encuentra la foto de un grupo de revolucionarios —un militar, un cocinero, poetas y diversos personajes— inmortalizados en una imagen tomada poco tiempo después del acontecimiento. Sus integrantes representan una oportunidad periodística original, a partir de ellos podrá narrarse el episodio fundacional de la democracia portuguesa y, más aún, recordarlo con fuentes primarias; pero aun así, las maneras de evocarlo, treinta años después, son diferentes, conforman un rompecabezas emocional y mnemotécnico que se contradice y complementa a la vez. Así, la identidad constitutiva del país está atravesada por la memoria de cada protagonista. Al leer esta obra es inevitable pensar en las palabras de Lídia Jorge: “la literatura lava con lágrimas ardientes los ojos de la historia”.