En nuestros días, resulta una verdad de Perogrullo el relacionar los casos de locura con su aspecto más visible, tan explotado en el cine y las series televisivas: el ser humano que ha caído en tal condición se convierte en el portador del caos y rasga el continuum de la vida normal y apacible de sus congéneres, y asea al conversar con sus amigos “imaginarios” o ejercer la violencia contra sí mismo o los demás. Aunque, como queda de manifiesto en los relatos de Cecilia Magaña, tal vez la locura sea algo más que el lugar común en el que hemos sido “educados” y, como afirma la cita de Melville con la que abren estas logradas narraciones, sea más bien un felino silencioso y sutil, como el gato que con astucia sein para lograr atrapar a la presa anhelada, en este caso, la psique de todos nosotros, ya que más de una vez escucharemos las inmortales palabras de Lewis Carrol: “Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca”. —Carlos Hinojosa—