Adriana Pacheco: Qué placer teneros una vez más en Hablemos, escritoras, especialmente en este mes dedicado a Perú, un país con tanto talento, con escritoras tan maravillosas, tan incisivas, tan talentosas. Hoy tenemos el gusto de acercarnos a Gabriela Wiener. Gabriela Wiener estudió lingüística y literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú, y realizó una maestría en cultura histórica y comunicaciones en la Universidad de Barcelona. Es, y ha sido redactora de numerosas revistas, y tiene muchos libros individuales publicados, así como colaboraciones en libros colectivos. Hoy conversaremos con ella sobre su obra, su trayectoria, sus visiones sobre el periodismo y sus otras iniciativas como el performance y el teatro. Yo soy Adriana Pacheco y le doy las gracias a Penguin Random House por hacer esto posible y a Maylin Lehman, que siempre ha sido un contacto y una puerta abierta para llegar a todas estas talentosas escritoras. Bienvenidos, esto es Hablemos, escritoras.
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APR: Estoy emocionada porque este mes lo estamos dedicando a Perú, y una de las voces muy, muy importantes para nosotros dentro de Hablemos, escritoras es Gabriela Wiener. Estoy muy feliz, Gabriela, muchísimas gracias por aceptar esta invitación y muchísimas gracias a Penguin Random House que la hace posible.
Gabriela Wiener: Encantada de estar con contigo, Adriana, y con todos sus oyentes.
APR: Fíjate que me da un poco de tristeza que estamos grabando en un momento en donde tu país, Perú, está pasando por una situación tan complicada, algo que es tan lamentable a nivel continental con nuestros países latinoamericanos en donde a veces parece que vamos de una crisis a otra. Entonces un abrazo grande desde el equipo Hablemos, escritoras para ti y tu gente allá.
GW: Muchísimas gracias por tus palabras y a todo el equipo también, la actitud se siente el abrazo. Son momentos muy crudos, yo soy migrante, así que vivo con el corazón en un sitio y cabeza en el otro, siempre un poco dividida, y cuando pasan estas crisis tremendas, es de gran impotencia, pero bueno, de donde estamos tratamos de activar y de hacer comunidad.
APR: Claro, definitivamente. Ahorita que estás diciendo eso precisamente de estar dividida entre dos mundos – yo estoy igual entre Estados Unidos y México – me gustaría preguntarte ¿cómo sientes esa mirada? ¿Cómo ha cambiado esa mirada de poder ver desde fuera? Pero después regresar, ponerse al día, ver todo de carne propia en el país. ¿Cómo está esto impactando tu obra?
GW: Siempre ha impactado. Quiero decir, mi obra se planteó desde el inicio como la obra de una persona ya en la diáspora, porque precisamente las condiciones materiales de mi país no estaban dadas para que yo creciera como escritora o incluso como periodista. Ahora por el estado en que están los medios de comunicación en mi país me queda más claro que nunca que mi inmigración fue a nivel económica, laboral, de alguna manera también social, porque es fuera, o en ese limbo, en esa condición como liminal en la que brota la escritura. Brota la escritura desde la distancia, desde el conflicto, desde el estar y no poder, desde el no querer estar también, porque las personas queer o racializadas – cualquier comunidad vulnerable – son todavía oprimidas en mi país de origen. Pero estar en España es también encontrarme con las problemáticas similares de mi propia comunidad, no solo personales: todo lo que implica la migración para una persona, para una persona que crea su propia familia aquí y también su propia producción cultural o artística – en mi caso literaria – y todo lo que eso supone, con toda todos los muros que te tienes que estrellar, todo lo que tienes que luchar. Creo que siendo mi literatura una escritura muy enraizada en la realidad, en los procesos sociales, y también en mis propias transformaciones vitales, ha sido también enriquecedor tener esta doble vida, incluso múltiple, de que voy combinando espacios, tragedias, obsesiones, unas vidas paralelas que se cruzan más de lo que yo creería.
APR: Claro. Lo que dices es muy cierto, empezamos nosotros a adaptarnos, a ver y a usar lo que vemos en nuestro día a día estando en la diáspora, para después regresar y conectar todo lo que está pasando en nuestros propios países. Algo que me llama mucho la atención es tu gran trabajo dentro de revistas y de periódicos. Esta plática me preparé muy contenta, pero no es fácil hablar con una persona que también se dedica a entrevistar y que ha hecho un periodismo tan frontal con que se ha acercado a tantas personas, la lista es larga. Cuéntanos un poco, empecemos por ahí con tu carrera como periodista, ¿cómo ha sido para ti estar en estos periódicos, en estas revistas? ¿A quién le hablas desde ahí?
GW: Soy de literatura en realidad, pero vengo de una familia de periodistas. Mi padre y sus hermanos han trabajado como periodistas, y mi madre, ahora hace algún tipo de trabajo también de comunicación. Es decir que vengo de una familia que en realidad era de gente que le gustaba la escritura y contar historias. Pese a eso, no tenía tantas ganas de estudiar periodismo, sino, creo que lo que más me desanimaba era estudiar periodismo en la universidad en el que en ese momento se podía hacer periodismo, y eso no tenía toda esa dimensión humanística que yo también estaba buscando. Entonces, por eso estudié letras y literatura. El tipo de periodismo que yo vi diariamente en mi casa siempre fue un periodismo activista. Ahora podemos hablar de periodismo feminista, por ejemplo, que varias veces he reivindicado, o periodismo antirracista, o un periodismo que no intenta ser neutral ni reivindica tanto su actividad y su ética, un periodismo que involucra sus herramientas y sus recursos y sus trabajos en las luchas del presente. Eso fue lo que vi porque mi padre y mi madre son personas políticas. Mi padre, en los medios que trabajó siempre eran órganos políticos, órganos de sus partidos, periódicos de izquierda muy precarios que se disolvían en poco tiempo. Siempre trabajaba desde un lugar de reivindicación, es muy de izquierda, muy de las luchas populares. Sin embargo, el tipo de periodismo que empecé a hacer yo fue cultural, todo lo contrario, de la cultura en el Perú. Empecé a los finales del milenio pasado, y más concretamente al inicio de este siglo, un periodismo que cubría una realidad elitista, profundamente elitista. El tipo de artículos que yo hacía eran sobre todo entrevistas culturales, sobre todo a hombres que triunfaban en las letras, por ejemplo. O hacía reportajes a gente de las artes visuales, donde ahí sí había más diversidad, o del teatro, o las artes escénicas. En cualquier caso, era este tipo de historia en la que yo escribía: sobre las cosas estupendas que sabían hacer los demás. Eso me permitió, obviamente, estar muy impregnada de lo que se iba produciendo culturalmente en mi país, pero pronto me di cuenta de que no era mi país, que era Lima y que dentro de Lima era una élite, y dentro de esa élite era cuatro Miraflorinos que repetían lo mismo todo el tiempo. Es decir, el mundo del periodismo cultural en algún momento se me quedó pequeño, se me quedó discriminatorio, aunque no era muy consciente, pero fui tendiendo más hacia los suplementos en la que podía trabajar temas más de sociedad, de fenómenos sociales que tuvieran que ver con la identidad, con el género. Todo este fue un proceso en el que yo, por suerte, pude soltar muchísimo la pluma, porque eran espacios que no eran tan conflictivos, como es escribir para el periodismo diario o un periodismo político siempre como alineado con la línea editorial de un periódico – casi siempre de derechas. Con lo cual lo cultural y lo más revisteril, me permitió una libertad de pluma y una libertad de temáticas. Sí es verdad, siempre recayendo en las cosas llamadas tendencias, pero creo que sí me permitía hacer cosas que realmente yo olfateaba que por ahí van mis intereses, género, por ejemplo, el tema de la sexualidad, el tema de lo relacional. Ahí en ese momento en que fui como fichada, vista, pillada por la revista Etiqueta Negra, durante este momento del boom de las revistas de crónicas: revistas temáticas que estaban especializadas en este género que empezó a tener a la primera década del 2001, era una especie de florecimiento a todo nivel, en Latinoamérica, con varias publicaciones. En esta revista peruana, Etiqueta Negra, que se vuelve una revista de culto, empecé a publicar mis primeras crónicas ya escritas desde una tradición de entre latinoamericana – viniendo de, por ejemplo, Rodolfo Walsh – y el nuevo periodismo norteamericano, y poco después incluso del nuevo periodismo latinoamericano. Estamos hablando de un tipo reportero distinto al del nuevo periodismo, porque incluía una vivencialidad mayor, una inmersión mayor en las historias. Yo estuve muy contagiada por esto, creo que era por una cuestión de estilo personal, porque durante la época en que yo estudiaba literaria escribí mucha poesía y leí mucha poesía. El tema autobiográfico y el hecho de que me interesan las cuestiones del cuerpo me hicieron a hacer auto-referencias muy pronto y lo bueno es que esta era una revista con una etiqueta que me lo permitió, siendo por supuesto una cuota, siendo a veces la única cronista peruana que aparecía. Las mujeres cronistas siempre éramos minoritarias en esa época y en mi caso además era como de la que se esperaba, pues los temas que en ese momento se llamaban despectivamente femeninos, pero que eran necesarios. Entonces una escritora, cronista, mujer, escribiendo sobre sexo, pues de puta madre, contratada. Aunque en esa época no me pagaran nada, sino que me pagaban básicamente por darme visibilidad al lado de los grandes cronistas como Caparrós o Villoro o Rodrigo Fresán o escritores así, que evidentemente sus nombres se tenían más grandes en las páginas. Esa era la manera en que eras retribuida, porque era así, pagabas tu derecho de piso. En general he tenido una experiencia muy lamentable en términos de estabilidad laboral en el periodismo, ni siquiera en mi propio país. En los periódicos en que trabajaba llegaba nunca a estar contratada, siempre estaba subcontratada o como falsa autónoma. Y claro volver a empezar como migrante en España, en concreto en Barcelona, engancharte ahí sin papeles de trabajo, pues también dificilísimo, entonces cobrando de manera al margen de la ley, también con sueldos miserables, pero siempre en la insistencia de que quería seguir haciéndome como periodista. Entonces no dejé de desaprovechar las oportunidades que se me presentaban, como entrar en una revista como Lateral que era una revista Barcelonesa, dirigida por un húngaro con subvenciones Catalanas, pero donde había mucho espacio para latinoamericanos, no cobrábamos tampoco por estar ahí, por escribir ahí. Pero poco a poco como yo vivía ahí, me fui quedando, me hicieron un contrato junto a mi pareja, que nos dividíamos el sueldo y finalmente hizo algo muy grande para nosotros, que fue hacernos un contrato de trabajo, pero justo en ese momento cerró la revista. Esa es otra cosa que ha pasado siempre en el mundo de las revistas culturales y literarias. Pero yo seguía trabajando, aunque tuviera que hacer trabajos alimenticios en proponer siempre temas y moverme mucho. Creo que la desesperación por la precariedad en esa especie de carrera, y también por ser, existir en un país ajeno, hostil, me empujó a como ir proponiendo cosas. Tuve también un buen feedback de parte de mis editores, en su mayoría hombres, algunos jóvenes, algunos mis amigos, algunos viejos, algunos insoportables, algunos superintervencionales de textos, algunos más respetuosos, pero en cualquier caso le gustaba lo que yo hacía, con lo cual pude tener una dinámica más activa, en publicaciones. Tanto en mi país como en España, empecé a ser alguien que publicaba todo el rato, tuve que pasar por medios de comunicación, como grupos de editoriales o periodísticos que llegaron a contratarme en España. Uno fue una revista masculina de porno y de penes y tetas, y otra fue una de perfumes, maquillaje y ropa cara. De esos dos lugares me fui por diversas razones, casi fue una decisión propia convertirme en freelance, que es lo que he hecho en los últimos años. Y haber llegado a empezar a publicar mis libros me convirtió en autora a la que le proponía hacer columnismo, y eso fue lo que he hecho en los últimos años, completar un sueldo mediante publicaciones de opinando como quince veces a la vez en un mes haciendo crónicas, haciendo reportaje, haciendo columnismo, hasta que luego ha venido como una cuestión muy natural en la que he ido perdiendo mis columnas por las mismas razones de siempre. Ahora mismo me tienen más centrada en poder vivir un poco de vuelos que me salen por la escritura, de los talleres que puedo dar, de las traducciones de mis libros, siempre un poco intentando estar mejor.
APR: Qué increíble, qué increíble historia. Gracias por contarla así y felicidades, la tenacidad, la lucha, y el querer estar en cierto lugar y haciendo cierto trabajo, sobreviviendo a como bien describiste toda clase de jefes y esta presencia masculina tan fuerte que está en algún momento a veces ayudándote y a veces tratando de bajarte, de quitarte el lugar y el espacio. Qué interesante. Definitivamente lo hiciste muy bien, porque ganaste el Premio Nacional de Periodismo de Perú con una historia impresionante. Yo me leí parte de lo que hicieron y después ya todo lo que fue el reportaje: una investigación que se llama “Una historia de terror en París” que has escrito con Diego Salaza. Me interesaría que nos contaras sobre esto, de trabajar junto con alguien más en una investigación así de este tipo. ¿Qué significó para ti? ¿Qué repercusiones tuvo este premio tan prestigiado dentro del mundo de periodismo, a nivel de hecho internacional?
GW: Ninguno, ninguno no tuvo ningún impacto. No soy como ni una escritora ni una periodista premiada en lo absoluto, o sea, si me comparas con otros periodistas o escritoras de mi generación, esto fue algo bastante insólito que ocurrió. De hecho, las grandes investigaciones que creo que he podido hacer hasta en dos o tres casos han sido iniciativas propias, porque consideraba que eran temas de activismo, de compromiso político. En este caso, era un caso de violencia de género en el que hicimos involucrar Diego y yo de manera desinteresada, proponiéndole a un medio de comunicación hacerlo, así que realmente el premio fue como si nos pagaran el trabajo y punto. No hubo más que eso. Fue importante, sí, para seguir visibilizando los casos de violencia, en particular un caso de violencia que tenía que ver con una persona que era un personaje con un perfil cultural y reconocimiento en el mundo de la literatura. Creo que fue además algo que salió de las de las propias víctimas o supervivientes que buscaban quien hiciera y contara esta historia, además que tenía, pues un componente retrospectivo, muy grande, porque había ocurrido cuando eran niñas. Creo que entre Diego y yo pudimos reconstruir esa historia con bastante realismo, con bastante empatía, sobre todo creo que es lo fundamental en este tipo de historias. Y se lograron cosas, no cuando nos premiaron, sino cuando se publicó el texto. Hubo una gran viralidad de la historia, tanto así que incluso el Ministerio de Educación se manifestó, se le fue retirado el premio que tenían nacional de poesía, se le suspendí también en el colegio de periodistas del que era miembro. En cualquier caso, estamos en un momento muy importante en el que nos preguntábamos los periodistas cómo podíamos ser útiles. Diego y yo, por ejemplo, somos muy distintos en cuanto al periodismo que hacemos. Diego tiene una visión del periodismo que jamás se diría activista o feminista. En cambio, yo sí me asumo como haciendo siempre un periodismo comprometido. Creo que Diego se compromete con la verdad, y yo me comprometo con las injusticias. No digo que Diego no vaya contra las injusticias, claro que sí, pero siempre nos hemos diferenciado en eso. A mí hay veces en que me he podido pasar la ética por el forro, él es muy, muy, muy puntilloso. Pienso que yo vengo a hacer un periodismo bolso, un periodismo en primera persona, y el, por ejemplo, tiene libros en los que se dedica a poner en foco como el periodismo se ha ido corrompiendo a nivel de su relación con la verdad, o con la objetividad de lo que ocurre. Yo, pues todo el rato lo que hago es señalar, sobre todo cómo operan los poderes mediáticos, como los medios están politizados o incluso que son empresas y funcionan como tales. Y en este caso, cada uno viniendo de universos diferentes, creo que nos complementamos en ese sentido en el que él decidió como cubrir más la parte de la confirmación de datos, del fact-checking, del perseguir, de asegurar que no existieran vacíos de información y contradicción – toda esta parte importante en un reportaje de investigación como este. Y yo me dediqué más a al encuentro con las mujeres y las conversaciones empáticas con ellas, a recolectar sus recuerdos a poder transcribir en palabras sus emociones, sus pérdidas, sus traumas. Entre los dos, poder ponerle pluma y narratividad a una historia tan bestia donde había que poner también información, también había que entrevistar terapeutas, también había que hablar con gente de todo tipo. Hubo una especie de justicia pública y social en plena momento del MeToo, además, en un ambiente que considera que la cultural que nunca se toca, que ese tipo de personas son intocables, y finalmente hubo un castigo divino. Sobre todo, fue un tema de justicia para ellas, eso ocurrió cuando se publicó este artículo, hubo una manera en que ellas se expusieron, se atrevieron a dar ese paso, pero eso fue también para ellas un momento de reparar y de cerrar heridas. Es importante, como sabes, esa influencia para otras, que se atrevan a dejar de callar.
APR: Claro, gracias, muchas gracias, Gabriela. Gracias por su valentía y por su lucidez y por entender exactamente qué será lo importante. Todas estas cosas suceden en el silencio, y ustedes estaban devolviendo las palabras al lugar que tenía que ser. Pues muchas felicidades. Si uno ve la obra de Gabriela, una larga lista ya de libros individuales, ve que empiezas con poesía, que además está publicado por tu universidad. Yo le tengo muchísimo cariño a la Pontificia Universidad Católica de Perú, ahí estuve con Francesca Denegri, en mi otra área que es la especialización en dentro de lo que es siglo 19 y ella es una gran especialista en el tema. Así que empiezas con poesía, con Cosas que deja la gente cuando se va, y después das un cambio a un libro de narrativa que es Sexografía. Cuéntanos un poco sobre estos inicios, este cambio, esta revuelta que estás rotando de la poesía y después seguirte a la narrativa desde distintos géneros dentro de la misma narrativa.
GW: Bueno, como te dije antes, la poesía me ha acompañado durante mucho tiempo y en esa época en que todavía estaba en la universidad participaba en recitales, tenía algunos poemas escritos y lo que se publicó ahí fue un pequeño libro dentro del fondo editorial, es un mini, mini, mini, micro libro, pero tiene varios poemas que finalmente serían parte de mi poemario, el único que tengo publicado, que se llama Ejercicios para el endurecimiento del espíritu y que se publicó ya muchísimos años después aquí en España con La Bella Varsovia. Fueron como unos inicios, digamos. Kapuściński – que también era un mal periodista, quiero decir, era muy bueno, pero también era muy escritor, y eso a veces no se les perdona a los periodistas que se atrevan a ser tan escritores o incluso que se inventen cosas – decía que siempre leía poesía para escribir sus reportajes. Y yo creo que lo más importante es lograr contar estas tragedias humanas, no lo más fiel posible, sino lo más humanamente posible, y la belleza y la poesía se ayudan para contarlo, sino las historias terribles se vuelven irrespirables. Y yo, desde luego, empiece un libro como Sexografías, que era un libro que tenía mucho de humor, de peripecias, de aventuras. Es un libro de crónicas en primera persona, muy en la línea de lo que se llamó el periodismo – pero eso es una etiqueta que me ponen por ahí, pero que yo no me pongo a mí misma. Básicamente eran historias de inmersión en mundos que por los que yo me sentía atraída, pero que no me eran ajenos. Creo que la poesía está todo el rato en mi escritura y lo está cada vez más. Siempre considero que soy una persona que tiene una mirada poética cuando escribe narrativa. Nunca pierdo esa mirada. Pero bueno, Sexografías es un libro muy particular donde hay ese nexo que hay entre que me vuelve a una escritora de literatura personal o de auto-ficción, o como quieras llamarlo, con ese gusto que siempre tuve por la poesía. También siempre tuve el gusto por leer autoras, sobre todo autoras, escritoras en mi país que escribían sobre el cuerpo, como Carmen Ollé o Blanca Varela que me atravesaban, y luego las traducciones de Sylvia Plath o Anne Sexton, o también leía a Alejandra Pizarnik. Era ahí donde yo sentía que algo realmente tocaba el nervio, que había ahí una manera de profundizar en las cuestiones que no me daba cualquier otra historia o muy bien contada o muy bien narrada, o con mucho contexto histórico, o con mucha experimentación en el lenguaje, sino que había una textualidad encarnada. También, haciendo periodismo cultural me empapé mucho de las artistas del cuerpo, pero más bien de las performances, del tipo Ana Mendieta por ejemplo, y que ponían no solamente el cuerpo, sino que contaban historias con el cuerpo. Creo todo eso fue como una especie de cóctel que yo tuve en mi cabeza. También era leyendo por otro lado a las escritoras francesas en traducciones, que escribían desde esa desinhibición, Marguerite Duras, Collette, por ejemplo, todo lo que llevaba precariamente a esa Lima de los noventa, en una época en que realmente en mi escuela, el de literatura, me hacían leer sobre todo hombres, buenísimos, por otro lado, pero solo hombres, y creo que medí el espacio y la posibilidad para encontrarme y para enganchar con estas otras tradiciones de escritoras siempre haciendo trabajo relacionado al cuerpo. Entonces Sexografías es un libro que yo no escribí ni siquiera todavía desde un lugar feminista, sino sí desde una cuestión de las políticas de los cuerpos. Es decir, desde sin saberlo del todo, pero desde la reivindicación de la diversidad, desde la reivindicación de otras formas relacionales, cosas que serían a partir de ahí centrales en todo mi trabajo literario. Sexografías se da esa especie de transgresión del periodismo sobre los otros, de las historias mínimas o máximas de la miseria o de la pobreza o de la guerra, y me concentro en más bien en este territorio de la intimidad. Creo que no es una escritura como la de Hunter Thompson, o desde el macarreo que se dice en España, desde lo salvaje. Sí, hay algunas crónicas que tienen un lado más salvaje, pero siempre también tienen un lado intimista y poético y empático. Esto es sí muy aprendido en la cuestión de la crónica, pero mis encuentros empáticos tenían que ver, por ejemplo, con a veces follar con mis propios protagonistas. Es decir, enredarme mucho más, o dormir con ellos, o convivir, o estar en la misma casa, o someterme como una esclava, o de repente entregarles mis óvulos para que fueran madres. En fin, era inmersivo, era completamente inmersivo. Creo que la diferencia entre otros libros que han tratado como submundo, era que yo realmente pertenecía a estos mundos, y ahí es donde empieza a intrincarse mucho mi literatura con mi vida. O sea, hasta qué punto no tiene o sí tiene relación. Una de mis primeras historias fuera meterme a vivir en la casa de un polígamo y sus seis esposas y que yo haya acabado teniendo una relación de poliamor una década después. Todo esto está conectado.
APR: Claro, sobre esto has dicho escribiendo para vivir y viviendo para escribir.
GW: Sí he dicho algunas veces que ya no sé si escribo para vivir o vivo para escribir. Es verdad que ahora desde Huaco retrato, mi último libro que es una novela, estoy intentando salir de lo meramente autobiográfico – que nunca fue meramente – pero quizá probar un poco con la ficción, pero sí es verdad que me he pasado toda la vida. Incluso tengo un libro que se llama, Dicen de mí, que es como se dice aquí, rizar el rizo, es como darle a toda la vuelta. Es un libro sobre mí, donde salgo yo en la portada, soy la entrevistadora, pero entrevisto a gente de mi vida sobre un único tema que soy yo. Es como decir, ¿qué te pasa? Basta. Pero bueno, ha sido parte de mi proyecto y creo que los artistas de la performance nadie las cuestiona por eso. Ha sido mi materia, ha sido mi intimidad, ha sido mi materia de física, mi vida. Vengo escuchando de todo durante toda la época en que llevo escribiendo, ¿a quién le importa tu vida?, pues el que dice eso no me ha leído o no entiende mi proyecto. Mi proyecto efectivamente tiene un componente vital de encarnar y de narrar las experiencias desde este mi lugar, desde esto mi cuerpo, desde esta mi migración, desde esta mi relación, desde esta mi maternidad, desde mi sexualidad. En fin, esto es lo que se está consignando con libros también como Nueve lunas o llegar a Huaco retrato ya con introduciendo ficción, sigues teniendo esas raíces, del libro que se encarna.
APR: Claro. Hablando de Nueve lunas y Huaco retrato te tengo que decir que los dos me encantaron. Me encantaron por distintas razones, por ejemplo, Nueve lunas lo vimos en un taller muy interesante que tuvimos sobre maternidad y literatura con la escritora mexicana Isabel Zapata y la promotora literaria Mara Rajab. Leímos el libro en el taller y me gustó porque me llegó a mí desde muchas maneras. Pero después me encontré esta entrevista que tienes donde estás conversando con tu hija, Coco. Me moría yo de la risa de verlas, estaba muy simpático esa interacción entre hija y madre en donde ella está leyendo el libro desde sus propios ojos, y tú estás obviamente releyéndote a ti después de los años. Son muy distintas, la Gabriela que lo escribió, en ese momento de que tiene el ímpetu de escribirlo, y la Gabriela que ahora está releyéndose para hacer reediciones y para inclusive reanudar y desandar algunos pasos. Qué interesante libro Nueve lunas. Cuéntanos brevemente sobre el, porque me gustaría también que hablemos un poco de Huaco Retrato. ¿Cómo fue este momento de escribir un libro así que fue un poquito explosivo en su momento?
GW: No, Nueve lunas, pasó sin pena ni gloria, sinceramente, porque se quedó fuera, digamos, de la nueva ola feminista, o se adelantó un poquito. Entonces fue un libro más bien que después de Sexografías, dentro de mi propio trabajo, era bastante ninguneado o puesto en un lugar como de libro para mujeres. Hay varias maneras de que utilizan el canon para decirte que lo tuyo no vale literariamente. Y un libro sobre el embarazo, vaya tema, vaya tema menos universal, porque hasta que realmente estuvimos diciendo en voz alta – por lo menos nuestra generación y en la siguientes – que nos habían estado vendiendo que en realidad lo masculino era el universo, pasaron unos añitos, entonces sí, es verdad que mis editores tenían mucha fe en cómo estaba escrito ese libro. Me encontré más bien con muchos prejuicios, me encontré con mucha misoginia y desvalorización. Si ya digamos con Sexografías podían decir, vaya chica más pervertida, y a quién le importa tu vida con Nueve lunas, era, en fin, pues, se lo regalaré a mi mamá, a mi prima, mi tía, o a mí no me interesa porque yo no quiero tener hijos, o a mí no me interesa porque soy hombre, o sea, de estas cosas que teníamos escuchar en esa época. Qué bien que me menciones el tema de la presentación de Nueve lunas, que fue además en pandemia que estamos ahí las dos solas por un zoom, pero sí que fue como bastante de ciencia ficción presentar un libro básicamente sobre un feto que en ese momento ya tenía 14 años y estaba hablando de ese libro. Era como se duplicaban así los espejos, las imágenes. Era rarísimo. Me hizo unas preguntas brillantes, además muy divertida. Creo que me gusta que eso pase con mis libros, que de alguna manera sigan en el mundo, en la realidad, que no sea solo una lectura, que siga interviniendo en las discusiones, que una hija mía que era una proyección dentro de Nueve lunas estuviera que lo haya leído y que lo comente, lo discute, lo interpele y lo cuestione y demás. Son como las cosas que me interesan de leer de los libros, sacarlos de los ambientes meramente de análisis académico o de este tipo. Déjelo ilustrado, y sacarlo y que lo lean nuestros hijos, y que lo lean nuestras amigas, y que lo lean gente que no necesariamente está ligada a la literatura, que no son críticos literarios, pueden o no ser lectores tan constantes. Luego el libro fue llegando a la gente que tenía que llegar con el tiempo y pues he tenido también respuestas muy, muy bonitas, como gente llevándose el libro al hospital cuando van a parir como si fuera una compañera, el Nueve lunas ahí también. Por supuesto, también había gente queer, gente trans leyendo el libro, y luego este momento bonito de su reedición en el que se encuentra con sus hermanas y hermanes que son otros libros de maternidad que se han escrito en los últimos años que ya forman un corpus importante y que ya algunas pueden estar ahí y ser parte de este análisis también acerca de cómo también desde los feminismos se ha recuperado esta literatura y esta experiencia que antes se ninguneaba. Aunque Nueve lunas se trata de la maternidad de una manera muy, muy central, atraviesa también toda, toda, toda mi escritura y todos mis libros, o sea, desde Sexografías, que ya hay una crónica de la donación de óvulos hasta Huaco retrato que trata el tema, por ejemplo, de la filiación.
APR: Claro, qué maravilla. Tú eres de las pioneras, o sea, esto está publicado en el 2009 y después se viene este boom de tantos libros sobre maternidades – me encanta el plural maternidades. Y eso ha hecho toda una revolución en la lectura y para los escritores y para los lectores. Es un espacio nuevo, de hablar de ese tema tan importante. Llega entonces Huaco retrato, qué interesante libro, qué interesante la manera en la que trabajas la figura del padre, la familia, la identidad, la herencia. Me gustó muchísimo la cuestión fragmentaria, la manera en la que usas el yo, que se ve un cambio en esa manera de usar el yo porque obviamente estás semi-ficcionalizando. Qué tan difícil fue escribir este libro, y qué tan complicado es cuando se habla desde este punto de la honestidad que lo has estado diciendo a lo largo de esta conversación, de esta manera de hablar de una misma, pero en este caso estás además involucrando todo un complejo sistema masculino de las herencias de la familia y de dónde venimos a partir de esta sociedad que están tan empeñados en la racialización y la colonización.
GW: Sí, es un libro que fue evolucionando con el tiempo y quizá con mi propia vida también, y mis conocimientos, y mis muertos, y todo lo que empieza a darte como más consistencia para ser capaz de escribir el libro, la realidad que tenías que escribir. Es un proyecto del libro sobre tatarabuelo, como así se llamaba originalmente mi idea, puedo remontarme al año, también en la época de Sexografía, más o menos 2008, 2009. Ya tenía entre manos y sabía que ese libro tenía que escribirlo, Había un cruce entre mi propia identidad étnica y mi apellido europeo, con la sombra de estos antepasados que están celebrado por mi familia como el referente al que nos debíamos, del que defendíamos y al que éste se le hacía permanentemente un homenaje. Yo digo que haya habido, como a veces comentarios de todo tipo dentro de mi familia sobre Wiener, pero básicamente que era el patriarca. Yo creo que nunca antes del último par de años desde más o menos la explosión anti patriarcal en 2016 opor ahí, nuestro trabajo se volcó en hacer una escritura para demoliera esos patriarcas. Mi intención destructora era también una intención constructiva en el sentido de volcarme más bien hacia lo desaparecido, hacia lo borrado, hacia esa historia que no se contaron, hacia esos personajes que no estaban, la pregunta por oye, ¿y la tatarabuela qué onda. ¿Quién es, cómo se llama, dónde está su foto? ¿Por qué no se cuenta nada de ella? Es una pregunta que está en el libro y es una de las grandes preguntas que nos hemos hecho las mujeres en los últimos tiempos. ¿Porque no estamos en el relato? Porque finalmente nos hemos dado cuenta que había una historia oficial que no nos contaba y hubo retrato, pues es parte de esas iniciativas por esos otros relatos y por esas otras historias con h minúscula que están, que estaban por contarse, están por contarse todavía, y siguen apareciendo. Lo que hace además es que aparezca unas subjetividades en el mundo cultural y en las propias historias de los libros eran contados por otros, y que en este caso se cuentan desde nuestras propias situaciones y nuestras propias vidas. Para mí Huaco retrato tiene el valor de que es el libro en el que más he podido incluir, incorporar una visión histórica, una visión más colectiva y social a la historia personal. No es una historia solo mía, es una historia también de nuestro continente, es una historia de unas comunidades que han vivido durante siglos el racismo del mestizaje, la violencia, de un relato supuestamente celebratorio de más bien, de desprecio, y de la exclusión. Es poco voltearles la tortilla de relatos pacificadores, de relatos que hablan de lo bueno que ha sido este encuentro de culturas y tantas maneras de no querer llamar a la violencia, a la violencia, y cómo eso, además, se queda marcado en el cuerpo de las personas. Para mí ha sido escribir sobre las violencias racistas, las violencias que ocurren incluso dentro de nuestras propias familias y entre personas racializadas también, y como nos marcan, como nos marcan a nivel personal, íntimo, sexual, en nuestra relación con los otros. Son marcas como las marcas que deja el abuso sexual, o cualquier tipo de violencia de género. Son directamente heridas abiertas, traumas con los que seguimos lidiando y que nos hacen estar en el mundo de una manera particular. Entonces hay una parte de denuncia de que estas son violencias y que han sido violencias a nivel de estado también, no solamente en nuestros espacios privados, sino a nivel del estado, a nivel post colonial o desde ese lugar en el que no nos podemos remitir a unos tiempos muy muy antiguos. Huaco retrato trata sobre un personaje del siglo 19 y una personaja del siglo 21, y entre los dos, por cierto, la personaja del siglo 21 tiene el poder del relato esta vez. Si de alguna manera tú como enviado de una potencia colonial, te llevas una cantidad de piezas, por ejemplo, para exponerlas en un museo o en esa época también había gente que se llevaba indígenas para mostrarlos como zoológicos humanos, este libro es un libro para exponerte a ti, en este caso exponer la historia europea, exponer el siglo 19 como el siglo que es contado como el siglo del cientificismo, de los avances científicos, como uno de los siglos más racistas de la historia universal. Es exponer al investigador viajero ilustrado como un saqueador, como un ladrón de niños y como un abandonador de hijos. Es exponer a nuestros propios gobiernos del presente, que no resuelven ni reparan y más bien no dejan de ignorar la memoria histórica y de lo que tendría que tener de reparación, hablar de esto. Y es también hablar de nuestras comunidades, que no se quieren quedar calladas, aunque se burlen de nosotras cuando hablamos de los monumentos, cuando hablamos de las estatuas de Colón, cuando hablamos de la colonialidad que todavía nos recorren. Estamos vivas, estamos contando nuestras historias, además las estamos contando también con humor, no solamente con lágrimas, pero estamos contando de manera peligroso, de introduciéndonos en lo político, en el espacio público, intentando hacer incidencias desde nuestras minorías que en realidad son mayorías. Entonces este libro, para mí es un libro como que está en el presente, está en los debates del presente. Como dice Josefina Ludmer, Cristina Rivera Garza, o gente que está atemorizando sobre estos libros que ya son escrituras: ya no importa si son ficción, o no-ficción, si son auto-ficción, o imaginación o invención, sino que son libros como ellas dicen, que construyen presente.
APR: Sí, qué bien lo pones así y qué buenas referencias, claro, incluir ahí lo que está haciendo Cristina Rivera Garza y lo que ha hecho Josefina Ludmer es muy importante y muy relevante. Qué lástima que se nos está acabando el tiempo, me encantó toda esta explicación y ubicar qué es Huaco retrato. Soy completamente de acuerdo contigo de lo importante que está ese libro en el momento, por eso le tengo un gran cariño. Fíjate que me encantó que en una entrevista preparándome para hablar contigo mencionas a Joan Didion, y para mí el trabajo de ella ha influido muchísimo en mi lectura y en mi escritura, The White Album precisamente, y tú estás haciendo esta referencia a ella. A partir de ahí, déjame pasar brevemente al tema del performance. Lo que has hecho es muy interesante. Me encantó el clip que hicieron de Qué locura enamorarme yo de ti, está muy bien hecho ese videoclip. Y la performance literaria que tienes con 1986 con Jaime Rodríguez, qué interesante cuando es una mirada retrospectiva en el performance, eso me parece muy relevante. Estos performances regresan a hacer un poquito a la historia progresiva de cierta manera, de ciertos hechos. Cuéntanos sobre esto ya para ir cerrando la conversación.
GW: Sí, de alguna manera mi escritura siempre ha sido una escritura que performa, es decir, es una escritura que pone el cuerpo y activa cosas en el mundo, que mete el dedo en la llaga realmente, o intenta hacerlo. Claro que performar en el sentido de exponerse lo personal y lo vulnerable que tenemos en una especie de recreación evidentemente filtrada por la imaginación y por la literatura y por el lenguaje, en mi caso, o utilizando otros lenguajes, también. Creo que fue muy natural alternando escritura y publicación de libros con la producción de un trabajo escénico, primero tímido, y precariamente entre Jaime y yo, que tuvimos un par de perfomances, Dímelo delante de ella y 1986. Ambos tenían todo este componente de memoria y de vida y de experiencia personal. La primera era sobre nuestra relación de pareja como escritores, y la pregunta era sobre cómo eliges un año a lazar, y te pones a pensar todo lo que ha ocurrido en el mundo y en tus vidas de manera paralela hacia encontrarnos él y yo. Y Qué locura enamorarme yo de ti, empiezo también como una performance. Realmente surgen de manera muy naturales mis trabajos escénicos, y casi siempre implico a la gente de mi entorno, a la vigente querida. También fue como cayendo por su propio peso a partir de una crisis de nuestra relación triple, que primero fue una especie de catarsis, un monólogo que iba haciendo como una especie de purgatorio. Y que luego va creciendo como escénicamente. Mariana, el altavoz me propone dirigirla como una obra de teatro y es una obra que ha rodeado bastante bien dentro de lo que cabe, dentro de que, a ver, somos escritores. En particular, Qué locura enamorarme yo de ti es una obra claramente conectada con las cosas que escribo, es como Hueco retrato, Dicen de mí. Tienen vasos comunicantes, cualquier persona que me lea sabe que puede entrar y salir e ir completando estos puzzles de nuestras historias, y digo nuestras porque nunca son solo mías, y ese es el feedback más importante que tengo de mi trabajo, que muchas veces no es que la gente se sienta identificada, pero sí es que se siente un nosotras de repente, un encuentro. Como dice Marta Sanz, es una literatura que ella hace, por ejemplo, en Clavícula, una literatura que está por el de-si-misma-miento. Creo que es como el alejarnos del purismo literario, una cosa que me tiene bastante hinchada porque lo vengo escuchando desde que estudiaba literatura, que es el texto por el texto y que todo esté en el texto y que el texto se vea el texto. A mí esto siempre me cayó pesadísimo, siempre me interesaron las vidas de las escritoras y de los escritores. Siempre fue la mejor parte escucharlas. Siempre pensé que tenían que ser parte del análisis, a veces me interesaba más esa oralidad que leer, que sus libros eran mucho peores que escucharlos hablar en algunos casos, o que me contara alguien bien la vida de alguna escritora. En fin, no sé, creo que todo lo que también sale del propio texto y salta a la escena, al podcast, a la música, toda esta cuestión multidisciplinar, que ya también tiene su tiempo, viene a ser bastante natural. Porque finalmente creo que podemos decir que todo es contar, todo es contar historias de desde muchos medios que tenemos a mano y sí que creo que en términos del artista que soy, o creo ser, siento cada vez más ganas de seguir haciendo, de no ser una sola cosa, sino de cruzarlo todo y eso también incluye, por ejemplo, mi activismo. También son territorios muy vecinos y que se retroalimentan, así que eso.
APR: Maravilloso. Pues muchas gracias. Quedamos muy agradecidos nosotros de que tengas ese ímpetu y que quieras seguir cruzándolo todo porque en toda esa experimentación nosotros salimos ganando, viendo tu obra. Yo sabía que esta conversación iba a ser magnífica, pero no me imaginé que tan magnífica en serio. De verdad, de verdad, Gabriela, muchísimas gracias. Me gusta muchísimo tu trabajo. Te
sigo desde hace mucho tiempo y estoy encantada de que a través de algunas escritoras podamos llegar a otros lugares, porque yo sé que tu nombre ha atravesado fronteras, pero tenemos que todavía extenderlo. Mil, mil, gracias.
GW: Muchísimas gracias. Este septiembre, tú dónde estás, ¿en qué universidad?
APR: Yo estoy en Austin, estoy en la Universidad de Texas en Austin.
GW: Por contarte que el Huaco retrato está traducido al inglés y se publica el 12 de septiembre, en Harper Collins. Yo no hablo inglés, pero bueno, corras la voz. Intentarían ser una gira o algo, me imagino, todavía no he hablado de eso con mis editores, pero para moverme por Estados Unidos ahora con el libro traducido, creo que puede estar bien.
APR: Qué bien. Claro, nosotros tenemos la tienda Shop escritoras y ahí en la tienda tenemos Huaco retrato en español. En cuanto salga lo sumamos al catálogo en inglés. Tienes que venir a Austin, tengo que hablar con mis colegas para que vengas a visitarnos a Texas. Obviamente, si ya tienes la oportunidad de estar en el país, tenemos que aprovecharlo. Felicidades por esa traducción, va a pegar. Va a ser una traducción que va a pegar, estoy segura. Muchas felicidades. Un abrazo grande, Gabriela, de verdad.
GW: Vaya todo muy bien. Un besito. Ciao.
APR: Igualmente, un beso. Hasta luego.
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APR: Maravillosa esa conversación con Gabriela Wiener. Le damos muchísimas gracias a ella y a Penguin Random House por haber hecho eso posible. No se pierdan de toda su obra, conocer más sobre su trabajo. Yo les doy las gracias también a todos ustedes por habernos acompañado el día de hoy. Yo soy Adriana Pacheco y todos nosotros somos Hablemos, escritoras celebrando nuestro quinto año de trabajo con ustedes.
Muchas gracias.