Hablemos, escritoras. Switch to our version in English

LAM 2: Representaciones de la(s) violencia(s) en la literatura.

Episodio 437 LAM / Literatura alrededor de la mesa

06/14/2023 · Adriana Pacheco

Si no entendemos la violencia tomando en cuenta todos estos vectores, no podemos comprender una dimensión real de sus formas de operar"

AP. Para hablar sobre la violencia en la literatura es necesario reflexionar sobre el termino mismo, sobre el uso de un singular "violencia" o del uso un plural "violencias", que permite ampliar un espectro. Definir el termino es como lo dice Martha Bátiz reconocer también que hay muchas perspectivas que han cambiado a lo largo del tiempo.

Martha Bátiz. Creo que la definición de violencia o las violencias desde mi perspectiva ha ido cambiando con el tiempo y a medida en que he ido cobrando conciencia sobre comportamientos, palabras y actitudes que antes me parecían normales ̶ porque como sociedad las teníamos normalizadas, o al menos así se sentían en cierto espacio y momento− y ahora por fin las identifico como agresivas o violentas. 

AP. Identificar el hecho violento entonces, es reconocer asimetrías, como lo recoge la crítica Gisela Kozak en algunas de las ideas de Mabel Moraña.

Gisela Kozak. Mabel Moraña en Pensar el cuerpo. Historia, materialidad y símbolo, plantea muy claramente que la violencia es una relación humana que implica asimetría entre los involucrados por lo tanto la violencia significa que una de las partes tiene que someterse a los requerimientos y designios de la otra, so pena de recibir castigos físicos, muerte, u otra forma de violencia, como la violencia psicológica. Esta simetría de poder también es visible por supuesto en la violencia de género y en la violencia doméstica, en general sea aquella en que uno de los miembros de la pareja golpea la otra parte, que por cierto es tipo de violencia domestica físico-psicológica, puede ocurrir entre los distintos miembros de la familia no solamente del hombre hacia la mujer, sino del hombre y la mujer hacia los hijos, y en casos más raros ocurre en relación con las mujeres y sus parejas masculinas, también ocurre por su puesto en las relaciones homo efectivas y homo eróticas. Digamos que la violencia es efectivamente parte de las conductas humanas que desde el punto de vista evolutivo nos han distinguido, es decir, la violencia en términos de el esfuerzo que hacemos por la supervivencia individual y colectiva, que en el paso esta marcada por la autodefensa, por la muerte de otro, por la pelea por el terreno, por los alimentos, por el agua, etc. etc...

AP. Mónica Velásquez parte de cuatro definiciones que implican distintos niveles de complejidad para pensar el acto violento.

Mónica Velásquez. Quisiera tomar 4 definiciones que implican niveles de complejidad. (a) Infringir daño a alguien con efectos físicos, psicológicos, económicos, sociales o simbólicos. Lo que conlleva el deber de asumir una responsabilidad personal por la acción voluntaria-consciente y la consideración de si existe la posibilidad o no de reparar el daño. Otra definición sería la que podemos tomar de Mónica Ojeda quien a su vez toma a Simone Weil, para pensar la violencia como: “un exceso de fuerza” diríamos mas cercana a la pasión, al padecimiento o al exceso que remonta el cuerpo y la mente más allá de sí mismos. Esta idea fue pensada también por autores como Bataille o Girard, al pensar los ritos o el rol que tenían estos rituales violentos en las sociedades. De alguna manera también Alicia Liddell cuando piensa en la poética de la crueldad en su teatro. Esta segunda definición hace más ambigua la distancia entre bien y mal y cuestiona qué tan inherente a lo humano es infringir daño o ser tomado por una fuerza o fundirse con ella, en una lectura más ritual. La tercera definición la tomaría del pensador chileno Sergio Rojas quien escribió sobre la “literatura de las violencias”, es decir las que representan escenas, problemas relacionados con violencia como referente, asunto o tema, tendiendo portales, no solo la presencia temática de lo violento sino el ejercicio desfamiliarizante, agresivo, excesivo que puede tener el mismo lenguaje como agente violentador para quienes leen (por ejemplo, pensamos en novelas que no dan ninguna tregua a los lectores, como en La virgen de los sicarios, o muchas de novelas de Diamela Eltit, que copian o parafrasean desde la lógica o los procedimientos de dictadura para hablar de esa época). Esta definición interpela más bien las decisiones de quienes escriben sobre sus materiales, dispositivos, condiciones de creación y también nos permiten entender al mismo campo artístico-literario como una zona de poder simbólico, no estamos al margen del poder y de sus efectos. Finalmente, tomaría también o traería a colación la definición de Zizek quien nos evidencia la comodidad de hablar de las pequeñas violencias y ocuparnos de esas y no de las grandes violencias (por ejemplo las violencias de Estado durante dictaduras, o las necropolítica, que actualmente la vemos en todas partes del mundo o si quieren más sutilmente  esos estados que condenan a su población  a la precariedad, a la miseria, a la desaparición, sea por negligencia o por privarla incluso  de recursos vitales muy elementales); en este plano las responsabilidades obviamente exceden lo individual y llevan a reflexionar sobre lo que Sergio Rojas en otra conferencia pensó como que la violencia hoy en día no solo consiste en actos aislados o como ejercicio sistemático de poder de un sistema sobre poblaciones, sino que, podría pensarse en la violencia como nuestra condición de existencia, lo cual es un nivel ya más complejo de pensar. Esta idea y la de Zizek ameritan un análisis complejo e interdisciplinar que va de lo personal a lo social, de lo imaginario a lo brutalmente real. 

AP. En el caso específico de América Latina hablar de violencia no es fácil pues nos como lo dice Victoria Guerrero el crimen se ejerce en el cuerpo, la violencia va a los cuerpos. 

Victoria Guerrero. En América Latina hemos pasado de la violencia traducida en desaparición y asesinato bajo la dictadura de finales del siglo pasado, a un periodo democrático donde el crimen se ejerce contra los cuerpos sobre todo de las mujeres y disidencias. Desde crímenes como el feminicidio o el ataque sexual hasta las llamadas microviolencias, es decir, las agresiones del día a día que van meyando la seguridad y la estabilidad emocional de los sujetos. Eso sin olvidar el gran tema de la migración y los sujetos racializados, otra de las grandes violencias agudizadas en el mundo contemporáneo. 

AP. Pero entonces si ya estamos hablando de microviolencias y otras violencias, tal vez es necesario desmenuzar un poco más, diseccionar este término, como lo hace de nuevo Gisela Kozak.

GK. Por supuesto desde una perspectiva deconstruccionista la violencia es producto de las relaciones sociales, políticas, económicas de la sociedad en algún momento dado, y efectivamente hay sociedades mas violentas que otras. En este sentido Moraña habla también de la violencia legitima y la ilegitima, la legitima seria aquella violencia que se ejerce dentro  de los procesos emancipatorios, pensemos por ejemplo en las guerras de independencia en Hispanoamérica, también puede hablarse de violencia revolucionaria, cuando finalmente hay una ruptura del orden vigente, desde unas exigencias que se consideran éticamente justificadas, por supuesto la violencia guerrera en caso de la Segunda Guerra Mundial en la cual los aliados ganaron ese enfrentamiento se considera también una violencia legitima por que el fascismo fue considerado una amenaza mayor, incluso mayor que el estalinismo que fue de una violencia inaudita, entonces digamos que hay violencia que actualmente pueden ser consideradas legitimas, las violencias de carácter emancipatorio, las violencias de defensa de la soberanía, con todas las discusiones que pueden haber respecto a esa legitimidad, Ahora bien hay otras violencias que se consideran completamente ilegitimas, el caso de la violencia de estado, que es de la que nos defiende los derechos humanos. Por supuesto la violencia delincuencial, ya sea del crimen organizado, ya sea de delincuentes que matan, roban, violentan a propiedades.

AP. Es un hecho que por eso tenemos que usar el término “violencias” Gabriela Polit ahonda en esto ampliamente.

Gabriela Polit. Me parece que para entender la violencia hay que estudiarla en toda su complejidad , quizás sus tres pilares son; el capitalismo, el patriarcado y el colonialismo, y no se les puede entender el uno sin el otro, están absolutamente intricados, no se puede separar un acto violento como un crimen o una masacre de la violencia sistémica, que es la pobreza, la reproducción de la desigualdad, no se puede entender la violencia estatal de un régimen autoritario, de la violencia lenta, como se describe la violencia contra la naturaleza, entre quienes estudian el medio ambiente. La violencia interpersonal, que antes se concebía como la mal llamada violencia doméstica, no se puede entender sin la violencia del silencio que es un fundamento para el pacto patriarcal, y la violencia hacia quienes quieren romper ese silencio. Eso además produce, una violencia psicológica. Yásnaya Aguilar, por ejemplo, ve en la violencia lingüística un asunto de territorio, y la violencia lingüística en países como México, o como Ecuador, que no reconoce a las poblaciones que no hablan castellano, así como los Estados Unidos no se reconoce a las poblaciones cuya lengua materna no es el inglés. Creo que la violencia más difícil de representar y de entender, es la violencia simbólica, que es, según Bourdieu, cuando los oprimidos se identifican con el discurso del opresor y permiten que su situación se reproduzca, creo que es la violencia más difícil de comprender y de representar, por que no se trata de darle a la victima la responsabilidad de su condición, pero sí de entender cuáles son los procesos de conocimiento, reconocimiento y miss recognition, como se dice en inglés, para que la violencia y los sistemas de violencia se reproduzcan. Creo que al analizar a la violencia hay que mirar todos estos lados.

AP. Entonces el vocabulario para hablar de violencia se ha ampliado, ha evolucionado y ha acuñado nuevos términos que son necesarios para describirlas. Escuchemos esta interesante aportación de Martha Bátiz.

MB. Lo mismo ocurre con el bullying, que soportábamos estoicamente. La comunidad LGBTQ+ y todo aquel que fuera diferente a la mayoría era objeto de ataque por parte de quienes, en la diferencia, encontraban una justificación para odiar y atacar física y verbalmente. Incluso la violencia contra los animales, que antes se veía con total indiferencia, se identifica ahora como un problema que es necesario prevenir y resolver y se está empezando a considerar un delito que se castiga mediante la ley. Antes, gritar era visto como una expresión de autoridad y mando, ahora se sabe que es una muestra de debilidad y otra forma de violencia. Antes, era común opinar sobre los cuerpos ajenos, especialmente los femeninos, y despreciar a quienes no cumplían con las normas estéticas de delgadez, por ejemplo, pero ahora la gordofobia se identifica como otra forma de violencia. Además, somos las mujeres quienes más hemos estado del lado de quien recibe esta agresión o estas violencias (y los cada vez más frecuentes movimientos que enarbolan la sororidad no impiden que seamos capaces de ejercerla o de seguirla ejerciendo, tenemos que seguir muy atentas). Sabemos, todas, que la violencia médica y obstétrica existen, que nuestros síntomas y dolencias son tratados con indiferencia o como problemas psicológicos sin importancia, y existen las estadísticas que comprueban que el dolor de las mujeres se toma con menor seriedad. El clasismo y la pigmentocracia siguen generando violencias a pesar de que quienes antes eran víctimas silenciosas han alzado la voz para defenderse y con justa razón. Estamos más polarizados que nunca y creo que el clima de temor e inseguridad en que vivimos es caldo de cultivo para que estas violencias se sigan generando, pero al menos tenerlas identificadas y tratar de contrarrestarlas no solo en la vida diaria sino a través de marcos legislativos que protejan a las víctimas y castiguen a los perpetradores es un paso en la dirección correcta.  

AP. Identificar a los perpetradores. Pero ¿cómo identificarlos? ¿Cómo ver quien es el perpetrador de un tipo de violencia? Pienso entonces en otras violencias, y entonces pensamos en esa otra violencia, la violencia del estado, la que pasa por encima de los derechos más fundamentales de las personas. Gisela Kozak entra en este tema.

GK. Como ya lo mencioné existe desde luego la violencia política, que es la violencia que se ejerce a partir de las diferencias ideológicas, aquí no se refiere solamente a la violencia que pueden ejercer los estados en abierta infragantes violaciones, el caso de Venezuela, el caso de Cuba, el caso de Nicaragua, el caso de Rusia. También la violencia política tiene que ver con enfrentamientos, como las guerras civiles, en donde los factores políticos deciden tomar ya sea la vida armada o la vida de la intimidación, por lo tanto la violencia recoge una serie de dimensiones individuales y colectivas de la vida humana, ligadas a procesos históricos y a circunstancias que tienen que ver digamos con condiciones innatas de los seres humanos y concretamente de los mamíferos, que pueden vincularse de manera violenta con su entorno para obtener fines de supervivencia. Lo que ocurre es que esa condición animal en los seres humanos es objeto en estos momentos de una enorme discusión acerca de hasta donde esa cualidad animal del ser humano puede ser tomada en cuenta a la hora de considerar este tipo de factores. Cuanto de innato hay en la violencia, cuanto de social, cultural, político hay en la violencia, es una pregunta que efectivamente esta abierta. En mi opinión, por supuesto que no es mi opinión y sino de la mayor parte de la gente que se vincula con estos problemas, sin duda alguna hay la posibilidad real de que las sociedades sean más pacificas y si en algún momento dado esa posibilidad real no se cumple, hay que preguntarse por que no se esta cumpliendo.

AP. Y cuándo estamos hablando de violencia y literatura, ¿De que estamos hablando? ¿Cómo la literatura puede hacerla presente, ponerla en la conversación? Las escritoras en un acto de gran compromiso y valentía la abordan, la denuncian o la hacen visible con la intención de hacerlo ¿Por qué nuestra vida difícilmente puede imaginarse sin violencias? La vida rebasa a la no ficción, a la metáfora. Escuchemos a Victoria Guerrero, sobre este tema.

VG. La literatura, sobre todo, la escrita por mujeres está documentando estas violencias. La está ficcionalizando a partir de metáforas e imágenes distópicas, por ejemplo, mujeres abandonadas en carreteras, mujeres que se queman a sí mismas, mujeres monstruosas. También hay autoras que se conectan con su propia experiencia personal y urgan en sus familias o se convierten en las propias detectives para combatir la impunidad estatal. Otras que exploran las herencias coloniales que afectan a los cuerpos de las mujeres migrantes.

AP. Siempre hemos comentado en Hablemos, escritoras que los libros llegan a donde no llegan los periódicos, los discursos políticos, las estadísticas, los censos, donde nadie más puede ver. Los libros atraviesan las cuatro paredes del hogar, cortan e irrumpen la intimidad de ese mundo cerrado como con un bisturí, como atinadamente lo comenta Gabriela Polit 

GP. ¿Cómo es que la literatura se entrecruza con esta violencia?, y ¿cómo la representa? Creo que la literatura es como una suerte de bisturí que tiene la capacidad de entrar en todas las capas de la piel social y puede develar las varias formas en que la violencia se produce y se reproduce. Esa posibilidad que tiene una historia bien contada de romper con el binarismo agredido agresor, o víctima-verdugo, nos acerca de manera más visceral a las complejas formas en que opera la violencia. En un libro muy brutal que acabo de leer Por qué volvías cada verano, de la argentina Belén López Peiró, ella describe como fue objeto de abuso sexual y psicológico (vienen juntos) por parte de su tío político, desde sus 13 hasta sus 17 años. Y el libro da cuenta de su búsqueda de justicia y cómo las instituciones, y de instituciones hablo de la familia, la medicina, la escuela, la ley, no la ayudan. Es en la literatura, al contar esa historia, que ella se reivindica. No me atrevo a decir que es en donde se supera el trauma, está comprobado desde la neurociencia que contar un trauma no es suficiente para superarlo, (tienen, la persona que atravesó una cuestión traumática tiene que reentrenar a su cuerpo, para reaccionar de maneras distintas); pero controlar la narrativa del evento que te convirtió en víctima, es tener un poder sobre cómo se representa eso que sucedió. Eso es un gran paso que la literatura, sea, de cualquier forma, testimonial, en ficción, en poesía, eso, lo posibilita, además que abre la puerta a la presencia de cómplices propios…que son, lectores y lectoras. 

AP. Gisela Kozak reconoce cómo el espectro sea ampliado en nuevos temas y más voces que dan un sello a la literatura de la época a nivel mundial atravesando los países de habla hispana y llegando a todos los lugares del mundo. 

GK. La literatura y la violencia han sido una pareja estrechamente ligada desde los primeros textos que reconoceríamos desde nuestra perspectiva contemporánea como textos literarios, pienso desde luego en La Ilíada, La odisea, La epopeya de Gilgamesh, en poemas de las sociedades precoloniales en lo que hoy llamamos América Latina, en manifestaciones de la cultura japonesa, en Epopeya de Genji, que es por cierto de una mujer, de Murasaki. Entonces ha estado tan presente en tan diversas culturas y tiempos que yo creo que, si quitamos la violencia, queremos una literatura exenta de violencia, nos quedaremos con la poesía lirica y poco más. Por que en definitiva la epopeya, el drama, la novela, la tragedia, los géneros considerados convencionalmente canónicos han estado sumamente ligados a la dimensión de la violencia, la guerra, la muerte. Pensemos por ejemplo en Shakespeare, que es el canon por excelencia. Las obras de Shakespeare están absolutamente atravesadas por la violencia, violencia de todo tipo, además esta tal degenero familiar, delincuencial, todas violencias posibles. Pero lo mismo podríamos decir, por ejemplo, en la novela contemporánea, la importancia enorme de la violencia, pensemos por ejemplo en una novela de la dimensión de la Suite francesa de Irène Némirovsky, que es un relato de guerra, pensemos por supuesto en Vida y Destino de Vassili Grossman, que es una extraordinaria denuncia, por cierto, del estalinismo, pero más allá de eso efectivamente es una gran novela, y esta basado en la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias dentro de la Unión Soviética.

AP. En este caso de escribir las violencias Martha Bátiz y Victoria Guerrero ven un diferencia generacional 

MB. Veo una diferencia a nivel generacional, sí, como mencioné con el cuento de Garro, porque antes la violencia contra la mujer ni siquiera se perseguía como un delito, se consideraba un tema que concernía a la pareja y a su intimidad solamente. El invencible verano de Liliana de Cristina Rivera Garza no habría resonado tanto en otra época. Las escritoras no habrían tenido la oportunidad de exhibir y condenar estos comportamientos porque eran lo común. Irene Vallejo, en su visita reciente a Toronto, mencionó que en La Odisea, Telémaco, el hijo de Odiseo y Penélope, interrumpe a su madre y no le permite hablar porque, al ser mujer, su voz no cuenta. El hijo por supuesto, trata así a su madre porque su padre y los demás hombres seguramente también así trataban a las mujeres. Margaret Atwood en The Penelopiad le dio por fin voz a Penélope todos estos siglos después. Muchas autoras están retomando personajes del pasado y dándoles voz hoy en día y me parece una bella e importantísima labor, rescatar estas voces hundidas en el olvido a causa de la misoginia y la violencia. Para volver a Ampuero (¿se nota que soy su fan?), en el cuento "Luto" que aparece en su libro Pelea de Gallos enfoca la luz sobre una Marta bíblica en la que no he podido dejar de pensar desde que leí el texto por primera vez cuando fue publicado. Las mujeres hemos sido víctimas de violencia en todas las culturas desde que el mundo es mundo: violencia física, verbal, psicológica, histórica (borrar los nombres de las mujeres importantes, por ejemplo, el de la reina Hatshepsut de su propio templo en Egipto, o el papel de Endehuanna en el nacimiento de la literatura occidental). Todo esto es violencia.

VG. A diferencia de las escritoras del siglo pasado, uno de los grandes recursos es narrar desde la propia experiencia personal de las escritoras. Poner en la escritura temas que el siglo pasado no abordaba de manera directa. Si las escritoras del siglo pasado discutían el rol de la mujer en la casa, más bien, las escritoras de hoy, escriben de manera directa sobre la impunidad y los crímenes contra los cuerpos de las mujeres y los grupos subalternos. La maternidad también resulta un tema abordado desde una perspectiva menos sentimental y sagrada, más bien, humanizando a la madre, pero también confrontandose con ella. 

AP. Martha Bátiz continua con esta idea de que lo que ella ve en las escritoras contemporáneas es una total libertad. 

MB. En el caso de María Fernanda Ampuero, por ejemplo, y de Mariana Enríquez, pero también de otras, lo que veo es una total libertad para retratar el horror de aquello que antes no solo no queríamos ver, sino que ni siquiera se pronunciaba. Al ejercer esta libertad en su escritura construyen un espejo en el que nos obligan a mirarnos y darnos cuenta de lo que está pasando, de lo que estamos haciendo, de lo que se ha condonado y escondido por décadas o siglos. "Subasta" de Ampuero es un cuento desgarrador, como lo es "El chico sucio" de Enríquez. ¿Y qué decir de Las Malas, de Camila Sosa Villada, que con tanta precisión y sensibilidad retrata el infierno en que una sociedad conservadora y violenta obliga a vivir a la comunidad trans? Tal vez esté mal que hable yo de mis propios textos, pero mi novela corta Boca de lobo, que publiqué por primera vez en 2008, habla de violencia doméstica y en aquella época eso fue lo que más dio de qué hablar, porque no era un tema que se abordara como ahora. 

AP. Sin embargo, que las escritoras también se enfrentan a retos en el momento de escribirlas y representarlas. Mónica Velásquez contesta la pregunta sobre ¿Cómo escribir sobre las violencias? Con una serie de preguntas.

MV. Se me hace muy compleja de describir la relación entre violencias y sus representaciones. Por un lado, cabe pensar en la toma de decisiones por parte de quienes escriben y de la responsabilidad que les toca. ¿Hace falta describir eso, así, con qué palabras, con qué connotaciones?, ¿la escritura se hace cómplice de esa violencia, la difunde, se regodea en ella, obedece queriéndolo o no a alguna agenda, puede serla representación de esa violencia apolítica? Por otro lado, si la escala de violencias ha crecido de tal modo que nos es incomprensible, ¿no la estamos domesticando y hasta naturalizando al hacerla un abanico más o menos vendible y legible de imágenes, como en las narco telenovelas, por ejemplo?, no se hoy ¿cuánto necesitamos para conmovernos-para tomar conciencia y acción contra lo violento?

AP. ¿Es entonces esa línea que atraviesa la escritura de un texto que aborda las violencias? Gabriela Polit nos contesta la pregunta con una respuesta que nos sorprende.

GP. Bueno pienso que las ciencias sociales o la crítica literaria por una cuestión analítica, siempre se privilegia un aspecto de la violencia uno sobre otro. En la literatura no, los espacios para nombrar la violencia son otros, porque una buena historia es justamente la que tiene muchas capas narrativas, y que nos da todos los matices, tanto de situaciones de víctimas y victimarios, y violencias estructurales, creo que ahora gracias a los masivos movimientos feministas de la última década, se han hecho visibles formas de violencia anquilosadas en nuestra cultura y muy poco nombradas y que tienen que ver con el patriarcado. Una de ellas es el incesto, por ejemplo. El gran tabú que es un pilar de nuestra cultura, y que ha sido transgredido sistemáticamente, sin ser suficientemente nombrado. Una forma primaria de violencia que no se nombra aparece de manera brutal en la obra de autoras como Mónica Ojeda, María Fernanda Ampuero, Yuliana Ortiz Zambrano. Esa forma perversa en la que los valores de la maternidad están presentes y que ahora las mujeres están hablando de ello como sería la obra de Casas vacías, de Brenda Navarro, Los seres queridos, de la gallega Berta Dávila, La hija única de Guadalupe Nettel, la brutalidad a la que están expuestas las mujeres por las situaciones de las leyes en contra el aborto, que permea toda la obra de Annie Ernaux. Son herramientas de historias íntimas, porque lo íntimo es político. Que pensemos que es lo que decimos cuando hablamos de un sistema patriarcal, porque es una palabra que estamos repitiendo y muchas veces, se nos pierden las fronteras, entonces yo quisiera hacer énfasis, que lo patriarcal está incluido en todo, en las expectativas que tenemos como padres y que tuvieron de nosotros como hijos, en las expectativas de nuestros padres, de los amigos, de una misma. Tiene que ver con la discriminación, en procesos de contratación,  de promoción, de reconocimiento, oportunidades, en los arreglos sociales, en la familia, en la iglesia, la ocupación de jerarquías competitivas, en la división del trabajo, en la fuerza física, por eso las mujeres son violadas con más frecuencia, porque hay una diferencia física, el acoso, las faltas de facilidades para la crianza de los hijos, la falta de acceso a los anticonceptivos, la falta de educación sexual, leyes y políticas que refuerzan las diferencias salariales, la exclusiones de los lugares de trabajo, la edad. Tenemos que pensar que el patriarcado esto eso, no solo es una cuestión pequeña, entonces esta permeado en toda nuestra vida.

AP. Y por supuesto en esta conversación, tema al que le prestamos particularmente atención, es la violencia de género, el feminicidio, la homofobia. En un mundo en donde más de 200 mujeres son asesinadas cada día, no es posible cerrar los ojos ante evidente. Gisela Kozak pone esta violencia en un primer plano. 

GK. Desde luego hay un tipo de violencia que en este momento está en primer plano que es la violencia de género. Aquella que está relacionada como una condición que no es elegida en términos absolutos, sino que es rechazada socialmente, háblese pues del género femenino, o de las identidades de género no validadas socialmente, como pueden ser las identidades trans, o las identidades no binarias. La violencia de género está relacionada con la muy diversas acciones. La violencia relativa al género está en un primer plano en este momento y efectivamente es el centro del movimiento feminista, como bien dice Marta Lamas el cuerpo y la política están estrechamente ligados dentro de las luchas feministas actuales, por lo tanto, hay todo un cuestionamiento a la idea de acoso, de abuso, de no permitir el aborto, en fin, a este tipo de temas.

AP. En todos estos cuestionamientos la escritura, entonces, también ha ayudado al proceso de hacer visibles relaciones de poder, aquellas sutiles que casi no se notan, hasta las que son totalmente autoritarias. Así lo piensa Martha Bátiz. 

MB. Antes, por ejemplo, si un hombre ejercía su “autoridad” sobre su pareja (novia, esposa, amante) mediante gritos o golpes esto, en el mejor de los casos, se ocultaba con vergüenza (vergüenza para la víctima, no para el abusador, por supuesto, que era considerado un poderoso y voy a citar a un querido amigo dominicano que dice esto en tono de burla “macho varón masculino” defendiendo o poniendo en orden a aquella mujer de su propiedad), y en el peor, se toleraba o incluso se culpaba a la mujer de haberlo provocado (la gente decía “algo habrá hecho”, “cómo se le ocurre salir así vestida” “salir con Fulano” “ir a tal lugar a tales horas”). Creo que hemos avanzado, a pesar que mucho de esto se sigue diciendo sin ningún problema, hemos avanzado. La violencia contra la mujer, la violencia doméstica se ha visibilizado. La violencia contra los niños (esa que se ejercía “para que aprendan”) es otra que antes se justificaba y ahora ya no tanto.

AP. Las marchas, las protestas, los términos acuñados como lo que vino del Cono sur hacia el norte del mundo con líderes como Gabriela Cabezón Cámara y Hinde Pomeraniec, nos han dado un vocabulario nuevo y un sentido de colectividad que se refleja en la literatura. Gabriela Polit lo pone todavía más allá hablando de muchas otras cosas en donde el tema de la reivindicación de las mujeres y los terribles fracasos del patriarcado están siendo vinculados con el capitalismo y el colonialismo.

GP. Y las escritoras que quiero poner de ejemplo en relación a estos temas, me parece que a nivel regional y diría que global el tema de la reivindicación de las mujeres y los terribles defectos del patriarcado, vinculados con el capitalismo y el colonialismo esta bajo la lupa por los fuertes cambios en el mundo. Según Silvia Frederick cada vez que los sistemas económicos entran en crisis la posición de las mujeres es más vulnerable y las formas de violencias contra ellas toman dimensiones feroces, pienso que estamos viviendo hoy en día ese momento. Entonces la visib  Me parece que a nivel regional (y diría que global) el tema de la reivindicación de las mujeres y los terribles efectos dilizacion de las formas de violencia que han llevado a cabo los movimiento feminista del pañuelo verde, #niunamenos, el #meetoo, creo que han creado una especie de plataforma en el inconsciente colectivo que posibilita la emergencia de voces frescas, mujeres jóvenes que hablan de lo que ven, de lo que vivieron, y en efectos del surgimiento de un nuevo lenguaje, como un ímpetu que  no se había experimentado en la producción de literatura y de arte por parte de mujeres. No digo que no haya habido mujeres escritoras, sino porque no ocupaban el lugar central que ocupan hoy. Incluso el proyecto de Socorro Venegas con su colección Vindictas, es fruto de ello. El revindicar esas voces que quedaron ocultas o que quedaron como voces secundarias. Y ahora vuelven a sonar. Esa preminencia de la voz femenina no considero que sea un boom, no creo que es una cosa exótica o una “exquisites” en el mundo cultural, es una necesidad de escuchar voces con una fuerza que tienen gracias a estos movimientos sociales; y que, a su vez, estos movimientos sociales, se retroalimentan de esta producción artística, en el cine, en la literatura, porque viene esa producción artística con un nuevo lenguaje. Hoy mismo estoy leyendo un libro que me parece una maravilla que se llama Criaturas fenomenales, es una colección de crónicas, por cronistas jóvenes, la edición la hace María Angulo Egea, una profesora de periodismo de la Universidad de Zaragoza. Y estas crónicas que dan cuenta de cómo viven las mujeres hoy en día los espacios públicos y los espacios íntimos, pero está narrada la vida cotidiana de mujeres de todos los espacios, all walks of life como se dice en inglés, son taxistas, mujeres que se han hecho viejas en las sociedades contemporáneas habiendo sido amas de casa toda la vida, y que se preguntan (claro, ser ama de casa no es considerado un trabajo en el capitalismo) entonces volverse viejas si no tienes ingresos económicos es estar fuera del sistema pese a que trabajaste toda la vida. Son una serie de crónicas que dan cuenta de la vida cotidiana de todas las mujeres que puedas imaginarte y es realmente un gran libro. 

AP. Desafortunadamente esto no es de hoy, no es contemporáneo. La violencia contra las mujeres ha sido siempre, se ha normalizado siempre y la literatura en otros momentos de la historia también ha dado prueba de ello. Escuchemos sobre esto el comentario que hace Marta Bátiz. 

MB. Justo releí hace poco ese magnífico cuento de Elena Garro, “La culpa es de los tlaxcaltecas”, donde el marido “civilizado” golpea a la esposa y la madre y el personal doméstico lo asumen como normal y lo justifican (aunque Nacha sí se asusta ante la violencia que ejerce su patrón, no tiene el poder de defender a su patrona y resignada le dice que “la va a matar”). Así era. La mujer era propiedad de su pareja y, como con un objeto, en un momento de rabia o celos podía hacer con ella lo que quisiera. La violencia, incluso, se consideraba reflejo del amor que el hombre sentía por esa mujer que lo había lastimado y que ahora merecía ser castigada. Los feminicidios se llamaban crímenes pasionales. Ahora, que lo pienso, siento terror y náuseas. Pero desde hace siglos la literatura ha hablado de esto. Lope de Vega a través de Laurencia en Fuenteovejuna aborda el tema de la violación, como lo hacen muchos otros autores de su tiempo (recordemos que el concepto de la honra del hombre y de la familia entera reposaban en la virginidad o castidad de la esposa y de la hija, y eran ellas quienes resultaban castigadas cuando ese honor era mancillado incluso cuando ellas habían sido víctimas directas de violencia sexual). La literatura gótica aborda estos temas también, y creo que ahora las escritoras latinoamericanas lo están haciendo de manera brillante en sus cuentos y novelas. Autoras como Mariana Enríquez, María Fernanda Ampuero, Valeria Correa Fiz y muchas otras están dándoles voz a las víctimas de nuestro tiempo y mostrándonos el horror de su sufrimiento. El cuento Freaks de María Fernanda Ampuero es un claro ejemplo de representación de la otredad y sus consecuencias en un mundo intolerante que se torna, a su vez, intolerable. 

AP. Gisela Kozak también menciona a Elena Garro y a muchas otras escritoras. En lo siguiente hace un recorrido entre nombres y títulos que ella recomienda. 

GK. Vamos a venirnos a América Latina, Los recuerdos del porvenir de Elena Garro, es una novela que toca la violencia en la revolución mexicana. Temporada de Huracanes de Fernanda Melchor una novela mucho más reciente, está la violencia organizada, está la violencia que tiene que ver con el narcotráfico, está la violencia del mundo rural, está la violencia de género. Ni hablar de la obra de Mariana Enríquez, de Karina Sainz Borgo, Ana Teresa Torres, Mónica Ojeda, Liliana Colanzi, hablando de escritoras que están trabajado en el tema en este momento. Por lo tanto, literatura y violencia es una pareja, si se quiere inseparable. Están apelando a recursos como la literatura de género, el caso, de la ciencia ficción Liliana Colanzi, el terror en Mariana Enríquez, el caso de los textos de no ficción como, Los niños perdidos (The lost children) de Valeria Luiselli, el caso de Karina Sainz Borgo que apela a códigos propios de esa ficción post apocalíptica, tan importante en el cine contemporáneo, el mundo del día después, el mundo que queda después de los conflictos armados, de guerras nucleares, de catástrofes ecológicas, ese tipo de ficción, por lo tanto la violencia está muy presente. Fíjense en todos estos casos estamos hablando de violencia de estado, creo que están apelando a recursos donde se han codificado las maneras de presentar la violencia, en el caso del género del terror, o en el caso de los testimonios. Y claro, hay escritoras en Hispanoamérica que se vinculan más con la representación del mal. En el caso interesantísimo de Ariana Harwicz, porque Harwicz además es lo más políticamente incorrecta, por decirlo de alguna manera, que se puede ser, y ella efectivamente cultiva esa incorreción como parte de su proyecto de escritora. Y esto es sumamente importante para nuestro tema, porque, en el caso de ella, la presentación de personajes femeninos y de universos donde la violencia y sobre todo el mal, el mal como una condición humana inescapable, están presentes e impresionantes como proyecto. 

AP. Victoria Guerrero hace lo mismo agregando nombres a esta lista indispensable.

VG. Hay muchas escritoras que están abordando estos temas. Puedo nombrar a algunas de ellas, por ejemplo la novela de Huaco Retrato de la escritora peruana Gabriela Wiener, que aborda el tema del racismo a partir de su experiencia como migrante en España, pero también como mujer racializada en el Perú y de esta manera se muestran estos vínculos de grandes injusticias en cuanto a sujetos racializados con esta herencia en América Latina, pero en su migración, la piel habla de muchas maneras sobre todo las maneras silenciadas por otros, además  temas como la belleza, las relaciones amorosas, todo se mira desde esa perspectiva y este libro es bien importante en esos temas. Otro libro que me impacto mucho fue El invencible verano de Liliana de la escritora mexicana Cristina Rivera Garza que investiga el feminicidio de su propia hermana ocurrido hace muchos años, y ella y su familia quedaron en shock silenciados, luego de la muerte de su hermana y después de más de  15 años, Cristina Rivera Garza decide volver a ese momento y través de una serie de entrevistas, documentos ella se vuelve la detective prácticamente del asesinato de su hermana y lo documenta, es un libro impresionante y muy bien escrito también. Otro libro que me impacto mucho fue el de Selva Almada, Chicas muertas que narra la historia de tres feminicidios en la provincia de Entre ríos, Argentina. Y finalmente otro libro que recomiendo en relación con estos temas es La perra de Pilar Quintana que explora el tema de la maternidad en un espacio de desolación. 

AP. Entonces las violencias están ahí, en el texto, se hacen lenguaje, encuentran sus recursos, sus herramientas, las escritoras escudriña en los rincones del acto violento. Mónica Velásquez habla de estas formas de representación, de la decisión de la escritora a usar o no lo metafórico, o a recurrir a lo sórdido, o a lo bello. 

MV. No sé si los recursos son frecuentes o numerosos, pero me valdría de cuatro ejemplos para pensar cómo las violencias se hacen lenguaje. Primero traería a discusión el cuento de Claudia Peña, escritora boliviana, “Mundo”, se llama el relato en el que narra en paralelo un linchamiento del que se da cuenta en la televisión mientras, en otro plano narrativo, una pareja rompe su relación. Un asesinato real que se asume colectivamente como única justicia posible resuena en la imposibilidad del amor en una pareja concreta; podríamos pensar que los macropoderes resuenan en los micropoderes; cuando ya no haya deseo-amor entre amantes, tampoco habrá un mundo donde el lazo sea posible. Ambos planos de daño, yuxtapuestos, potencian y amplifican ciertas subjetividades dolidas en sociedades devastadas. Otro caso muy diferente sería, por ejemplo, el de Fernanda Melchor, desde México, ha trabajado en sus dos novelas, pero especialmente en Páradais, un lenguaje despojado de toda retórica, lo que deja a quienes leen al desnudo, sin refugio retórico o discursivo. Esa escritura “sin metáfora” es una representación formal que advierte y asume un mundo totalmente, devastadoramente, literal. Más allá o además de la anécdota de odio clasista o de un abuso sexual, aquí importa esa doble violencia de la que hablaba Rojas, la de los temas, la del lenguaje. Todo lo contrario, hace Mónica Ojeda, desde Ecuador-España, especialmente en sus cuentos, trabaja de otro modo. Tomo como ejemplo “Caninos”, del libro Las voladoras. Allí leemos la sordidez de un juego de dominio sexual entre los padres narrada desde los ojos de unas niñas; asistimos a una narración ambigua que habla de incesto, de abuso, de devoración de esas hermanas por parte del padre, con la complicidad silenciosa de la madre. Pero el lenguaje que narra la historia es tremendamente bello, poético. Esa coexistencia desquicia, coloca a quienes leen en el umbral mismo del goce.  Finalmente, pensando en lo indicado por Zizek, la narradora boliviana Blanca Wiethüchter también pensó la violencia en su única novela El jardín de Nora, yuxtaponiendo violencias culturales, ecológicas, familiares y simbólicas por medio del fragmento, la elipsis, la sugerencia. Los cuatro ejemplos abren maneras de lidiar con lo violento. No sabría establecer a partir de ello particularidades regionales o generacionales; tal vez solo ver que entre los saltos de escala que ha vivido nuestra realidad no está solo el salto tecnológico, también a nivel de lo insoportable, las nociones de daño que hoy tenemos han dado un salto de escala considerable. ¿Es diferente la fuerza de un tiroteo en una secundaria estadounidense, un linchamiento en Bolivia, un montón de cabezas dejadas en una calle en México? No sé y las tres imágenes me interpelan fuertemente.

AP. Sin embargo, sigue habiendo problemas, violencias que no están siendo suficientemente exploradas, o las fisuras en donde se filtran las violencias. Ahí se instalan muchas escritoras en hablar sin hablar de lo innombrable. Mónica Velásquez recoge algunos ejemplos de esos “silencios, imágenes y desvíos”. 

MV. En este tiempo de imagen radical a “lo Tarantino”, en donde todo se ve y se ve hiperbólicamente, no sé en verdad si algo queda fuera de lo narrable o representable. Quizás habría que mirar las sutilezas, las fisuras allí donde parece no haber violencias narrables. La poesía lidia con eso desde sus recursos, pienso en dos poetas muy jóvenes mexicanas, Xel Ha López Méndez o Yolanda Segura, quienes, lejos de la hiper-narración detallada y grandilocuente, incluso morbosa de alguna novela del narco, más bien instalan silencios, imágenes, desvíos. En otro plano, me pregunto si es posible pensar la cultura de la cancelación como una violencia actual, para mencionar un tema tabú.

AP. O están las escritoras se van a lo explícito sin perder de vista el aspecto estético del texto.

MB. Creo que la pederastia sigue siendo uno de los más duros de abordar, pero Liliana Blum lo explora con maestría en El monstruo pentápodo, una novela muy difícil de leer y digerir. Siempre la violencia en contra de los más vulnerables, los niños, en particular por parte de gente que se supone respetable, es complicado de abordar, pero ya se está haciendo. Por otro lado, abordar el tema de la violación sexual, por ejemplo, es también muy difícil, porque al ser un problema tan presente en la vida cotidiana para miles de mujeres, toparse con ella en la literatura puede revivir traumas y abrir heridas, y una de las ventajas enormes que tiene la literatura es que puede ser una herramienta para sanar. De hecho, yo creo que escribir y leer curan, sanan, ayudan siempre mucho más de lo que uno imagina. Pero precisamente porque cada persona puede estar en un momento distinto de su proceso personal, ahora se pide mucho que haya “trigger warnings” que se le avise al lector que se están hablando de estos temas. Se trata de un arma de doble filo, en mi opinión, porque si bien puede proteger a alguien que no está en el momento adecuado de leer un cierto texto, también puede ser justamente lo que ayude a que alguien que sí lo tiene que leer, lo evite (pienso en los perpetradores, en los cómplices de estas violencias, en quienes piensan que las mujeres estamos exagerando al hablar tanto de esto). 

AP.  Y Victoria Guerrero menciona un tema que es tabú y del cual algunas escritoras ya han escrito

VG. Pienso que cada vez se abordan más temas delicados que antes eran considerados tabú en cuanto al tema de violencia. Quizá el tema de la maternidad infantil tan común y “aceptada” en América Latina y con los nuevos vientos conservadores que hay de manera global es un tópico necesario de explorar. Es un tópico bastante difícil silenciado también, censurado, difícil de abordar, pero creo que es necesario mostrarlo de una manera mucho mas evidente en la literatura como un símbolo de esta gran injusticia para las niñas, incluso hay este lema tan importante “niñas no madres”.

AP. Recojo como cierre de esta magnífica capsula algunas de las ideas con las que ellas mismas, fuertes y valientes críticas, utilizan para cerrar esta reflexión 

GK. No quisiera dejar de mencionar el caso de Cristina Rivera Garza al replantear el tema del feminicidio de su hermana creo que ese silencio durante tantos años, que finalmente es roto tiene que ver con que efectivamente el campo literario ha cambiado en relación con determinados temas y en relación a lo que podríamos llamar la narrativa de no ficción. Creo muy importante que estos temas se hablen se digan estén siendo develados abiertamente por que efectivamente nos hacía falta, en una violencia demasiado naturalizada dentro de la tradición literaria, y su impugnación sin duda alguna ha valido la pena.

MB. Como último comentario diría que es indispensable hablar de estos temas y explorarlos a través de las artes (no solo la literatura sino las otras bellas artes) para hacer en conjunto una toma de conciencia a nivel local, regional y global. Todas las comunidades necesitan darse cuenta de los alcances de la violencia, de cuáles actitudes la perpetúan, y corregir el rumbo en bien de todas las personas, no solo de las mujeres o de las minorías.  

GP. No es que leo a mujeres porque son mujeres, yo diría en términos generales y en términos estadísticos, son esas voces las que dicen cosas nuevas, las que están diciendo cosas interesantes y las están diciendo de maneras espectaculares. 

MV. Rescato escrituras que permiten pensar/actuar en marcos de violencia, aquellas que obstaculizan mirar pasiva y cómodamente lo violento que siempre pasa lejos y a otros. De estos libros una sale conmovida, impotente, furiosa, rebasada, pero sin duda sale también cargando una interpelación ética que debería afectar los modos en que escribimos, leemos o enseñamos. ¿Acaso no andamos todos heridos e hirientes de impotencia y de deseo?