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LAM 4: Las escrituras del "yo" y la autobiografía.

Episodio 480 LAM / Literatura alrededor de la mesa

12/21/2023 · Adriana Pacheco

Mi madre: la ocupación más ferviente y más dañina de mi vida. El corazón del daño. María Negroni"

“También de otra cosa estoy segura: una mujer difícil y hermosa ocupa el centro y la circunferencia de esa casa. Tiene los ojos grandes, los labios pintados de rojo. Se llama Isabel, pero le dicen Chiche, que significa juguete, pequeño dije, objeto con que se entretienen los niños. En una escena interminable, la miro maquillarse en el baño. Un hechizo de ver esa mujer. A las veces, hambre y golosía. Adentro puro, enigma puro. Mi fascinación la divierte. De vez en cuando, mira hacia abajo y me ve. Solo de vez en cuando. Mi madre: la ocupación más ferviente y más dañina de mi vida.”

Adriana Pacheco: Así inicia el libro de María Negroni El corazón del daño uno de los ejemplos más comentados de la reciente literatura de lo que ha de llamarse del “yo”. En este libro, escrito en primera persona, Negroni recorre los momentos, las vivencias y encuentros y desencuentros con una madre que llena un importante lugar de su vida. El libro, sin embargo, no trata solamente del conflicto y la relación materno-filial, ni es solamente una autobiografía, es una reflexión profunda, honesta e íntima sobre la escritura, sobre lo que nos hace la literatura, sobre el desmontaje de una vida dedicada a las letras sobre la lengua materna. 

Este libro nos sirve de preámbulo y punto de partida para hablar de la escritura en primera persona, tan acreditada hoy en día como un ejercicio escriturario propio de las escritoras, pero que se ha estudiado desde siempre en la academia y la filosofía, con pioneros como Georges Gusdorf, primero y Philippe Lejeune en los 1970s quienes hacen una reflexión acerca de los rasgos constituyente de subjetividad en la autobiografía. Otros han escrito, como Paul de Man, insistiendo que es muy difícil intentar definir a la autobiografía, a la escritura del yo como a un género, debido a su unicidad y su particularidad; debido a la subjetividad que aborda. 

Lorena Amaro quien ha dedicado muchos años de su investigación a este tema recoge acá otros nombres que han sido fundamentales en su estudio. 

Lorena Amaro: James Olney fue hasta cierto punto un historiador del género, de sus distintas etapas (Autos, bios y graphé); le interesaba la taxonomía, fijar el género y poder darle un correlato referencial, un lazo con la realidad, que era algo que veían muy descontrolado los críticos de los años 70. La crítica ha cambiado mucho desde su trabajo o desde las muchas formas en que abordó el género alguien como Philippe Lejeune, contemporáneo de Olney que entre los años 70 y los 2000 destinó prácticamente todo su trabajo a los llamados géneros referenciales. Uno de los cambios más grandes en la comprensión de este tipo de textos tuvo lugar en la misma Francia que habitaba Lejeune, cuando emerge el concepto de “autoficción” de la mano de Serge Doubrovsky, y lo siguen muchos otros autores como Vincent Colonna, Philippe Gasparini, Marie Darrieusecq. Ella propone, partiendo de Doubrovsky, que se observe el aspecto lúdico de la autoficción: la cito, su “euforia verbal” dice, el “hedonismo de la escritura” que la llevan a hablar de “autofricción”, el frote entre las palabras, la ficción como fricción del sentido. Por eso habla de la autoficción como un “género poco serio”, pero no lo dice en un sentido peyorativo. En España me interesa destacar el trabajo que viene haciendo desde hace años Ana Casas con la autoficción. Ella la enfoca desde un ángulo especialmente feminista. La teoría y crítica que desarrollan en Argentina ha dado también importantes reflexiones sobre lo que llaman el giro autobiográfico: Alberto Giordano, José Amícola, Nora Catelli (radicada en España) y también, tengo especiales palabras para ella, Leonor Arfuch, quien cubrió un amplio espectro de inquietudes vinculadas con las literaturas del yo y la memoria, desde su maravilloso libro sobre la entrevista, pasando por un texto que para mí fue un tremendo hallazgo, El espacio biográfico, hasta llegar a su último libro publicado, poco antes de que muriera, La vida narrada. Las reflexiones teóricas y críticas que realizamos desde el sur están atravesadas por elementos que dicen relación no solo con nuestros contextos políticos, sino también nuestras propias tradiciones y el lugar que ha tenido la literatura en nuestras sociedades, por eso me parece importante relevarlo, incluso en este episodio que dedicamos a la autobiografía. No olvidemos que para muchos la autobiografía es un género europeo. Cuenta con una definición canónica, la que le dio Lejeune en su artículo más conocido, “El pacto autobiográfico”, donde él mismo la restringe sobre todo a la escritura de hombres blancos acomodados, entre los siglos XVIII y mediados del XX, en Europa y Estados Unidos. Fuera de ahí hay un sinfín de formas, de posiciones y subjetividades que hallan en la escritura un modo de expresión y de reconocimiento, y que se vinculan con el “yo” y el “nosotros” de muchas otras maneras.

APR. Gisela Kozak, nos habla de otros ejemplos críticos también, como los que está mencionando Lorena Amaro. 

Gisela Kozak. Yo recomendaría, por supuesto, un clásico, el pacto autobiográfico de Philip Le Jung, que es precisamente de los años 70 cuando se empezó a hablar en estos términos, las narrativas del yo y por supuesto, el que inventa el término escrituras del yo que es George Gusdorff. 

APR. Gabriela Polit habla también de cómo el sujeto se convierte en el objeto de la narración en estas Escrituras del yo y nos da un ejemplo clásico. 

Gabriela Polit: La crítica considera que la autobiografía, como la escritura del yo, empieza con San Agustín, en sus Confesiones. Esa escritura del yo tiene sus convenciones. Usualmente el sujeto escritor se transforma en objeto de su propia escritura, es decir, en sujeto y objeto del texto, cuando se sitúa ante la ley, como titula el texto de Derrida Ante la ley. La tradición encontró que la autobiografía se distingue como género porque el escritor buscaba justificarse, reivindicarse ante alguna situación que se consideraba injusta, lo increpaba, o ante la cual quería dar su propia versión de los hechos.

APR. Otra es la visión del género autobiográfico desde la perspectiva de la autojustificación, de crear un mito de sí mismo, y no siempre tiene que ver con la intimidad, como escuchamos de Gisela Kozak

GK. En primera instancia, las Escrituras del yo, no solo tienen que ver con la intimidad. Tal como indica Silvia Molloy, en su famoso texto al respecto; la autobiografía que es una escritura del yo paradigmática no es una escritura de la intimidad, puede ser también una escritura donde se plantee una lectura de la propia vida en términos heroicos. En particular, digamos las autobiografías, de grandes políticos, militares, este tipo de cosas, o de artistas, el caso, por ejemplo, de Confieso que he vivido de Neruda. Donde esos colosos del siglo XX contaban, digamos, sus grandes hazañas estéticas y amorosas.

APR. Es la escritura que marca un devenir histórico y que ubica al escritor en un lugar en el mundo, en su mundo, como continúa Gisela Kozak cuando se refiere a Stefan Zweing

GK. La lectura, digamos que podemos hacer desde el siglo XXI de esos textos tienen que ver con una construcción de la masculinidad en términos del hombre público. Y esa construcción de la masculinidad, por supuesto, tiene una huella en esa escritura del yo vista como una escritura volcada al mundo. Y que una escritura capaz, digamos, de plantearse la abstracción. ¿En qué términos? Bueno, en mi experiencia personal está unida a un devenir histórico, que interesa precisamente por eso, mi historia, es la historia de la patria, la historia del siglo XX, la historia de una tendencia política, de una manera de ver el arte, una manera de ver la literatura, en fin.
Así deberíamos plantearla, creo que hay aparte del caso de Neruda, creo que hay un caso que está recobrando y inusitada popularidad, la verdad es que lo celebro, ¿no? El caso de El mundo de ayer de ayer, de Stefan Zweing. Donde inscribe, digamos, su visión acerca de la caída y el desmembramiento del Imperio austrohúngaro, en el cual creció, más allá de los acuerdos o desacuerdos políticos, es un ejemplo modélico de lo que puede ser la escritura autobiográfica volcada, digamos, a una consideración sobre la historia.

APR. Martha Bátiz nos pone en otro lugar. Ella nos recuerda que es esta urgencia de presentarse ante el mundo la que hace que dentro de la tradición literaria muchos escritores se ubiquen como centro de ese mundo, cosa que para las mujeres muchas veces no ha podido ser, tanto por carecer de los recursos económicos como sociales y las infinitas limitaciones que se han impuesto a las mujeres apelándose a una diferencia de género. 

MB. La autobiografía tradicional, en realidad es un género masculino, un género que prevalecía entre los hombres burgueses o entre los aristócratas. Creemos que tenían el tiempo y las herramientas para escribir su vida, la gente que trabajaba, los obreros, los campesinos, pues no podían darse ese lujo y las mujeres no siempre tenían acceso a una educación, a estar letradas, a ser letradas. Entonces esto empezó, obviamente, como una escritura primordialmente masculina, como básicamente todas. Las mujeres, de acuerdo con las académicas Brigitte Jirko y Begoña Pozo, como estaban marginadas al principio, pues empezaron a recurrir a otros subgéneros, como las memorias, las confesiones religiosas, las cartas, los homenajes a sus maridos, amigos. 

AP. Claro está, que el énfasis es, por un lado, en lo que es la tradición literaria y cómo se ha visto esto desde los estudios críticos, y en otra es como los tiempos contemporáneos han cambiado las visiones sobre estas escrituras. Es en el siglo XIX y el surgimiento de una separación más marcada por el género el que llevó a muchas escritoras a buscar en el diario una forma de expresión que estaba de alguna manera reservada a lo íntimo o el tipo de escritura, y por la dificultad de lograr ser publicadas. Históricamente, como lo dicen Lorena Amaro y Mónica Velázquez, las escrituras y las escritoras han tenido que buscar sus espacios para poder sobrevivir.

LA. La literatura de lo íntimo con la que se suele vincular a las escritoras comienza con el nacimiento de la vida familiar burguesa en Europa y el desarrollo de una serie de prácticas escriturales, como los epistolarios y los diarios de vida. Ocurre que, como hasta hace muy poco tiempo las mujeres tenían un escaso acceso a la publicación de sus obras, gran parte del archivo del que disponemos de las escritoras del pasado, nos remite a este tipo de textualidad, pensada para la intimidad más que para su publicación.

APR. Hacerse un espacio en ese mundo privado asignado a ellas es parte de ese reto que hemos enfrentado siempre.

MV. Históricamente se atribuyó al mundo femenino la regencia de lo privado y desde el siglo XIX, pero es verdad que, desde ciertas clases medias y altas, se fraguó como el centro de tal privacidad a lo que ellos llamado: la intimidad. Por lo tanto, creo que su asociación a lo femenino es histórica. Entre los antecedentes posibles, rescataría en Bolivia a Adela Zamudio, quien, en su novela, titulada precisamente Íntimas, ejercita la novela epistolar que sería algo así como la cúspide de ese “yo” personal, aunque lo presenta novelescamente y lejos de lo biográfico, sin embargo la crítica haya leído ahí un alter ego de escritora. En este caso, al valerse de cartas, la autora nos recuerda por lo menos dos rasgos que hoy toman protagonismo me parece en la discusión: primero, que todo “yo” se configura dirigiéndose a “otro”, un destinatario o destinataria cuya palabra ya se incorpora en la propia (no hay “yo” a solas) o confirmo o desmiento lo que creo que otro, otra, percibe de mí mismo; segundo, en las cartas entre mujeres de la segunda parte de la novela, la narradora es muy consciente de que está “narrándose a sí misma” (ese “yo” más o menos fictivo es pues siempre resultado de su lenguaje). Destacaría esos rasgos. 

APR. Martha Bátiz regresa a dos grandes nombres de la literatura.  

MV: En ese sentido, yo cuando pienso en la escritura del yo previa al momento actual, digamos la primera persona que me viene a la cabeza es Gertrudis Gómez de Avellaneda y sus cartas a Cepeda y por supuesto, lo mucho que detesto a Cepeda. Y este bueno, por supuesto, tenemos el caso de Ana Frank, no, que es que es una estructura del yo universal, el diario que ella escribió y que ahora es por todos conocido. Creo que la literatura del yo con el tiempo se ha ido relacionando más a la obra de mujeres, porque nosotras, desde que empezamos a escribir hemos estado más abiertas a mostrar, a mostrarnos, a mostrar nuestra vulnerabilidad, a hablar de las cosas que nos pasan con mucha más apertura que los hombres, el escribir autobiografía lo hacen sin duda de manera de manera distinta.

APR. Por otra parte, Bátiz agrega algo que nos recuerda que desde hace algunas décadas la escritora mexicana Esther Krauze ha organizado el taller “Mujer escribir sana tu vida” donde mujeres escriben de manera colectiva sus experiencias. Este proyecto ha llevado a la publicación de varios libros de cuentos, relatos y ensayos, muchos de ellos escritos en primera persona o en forma autobiográfica. El poder sanador de esta escritura que tanto se ha propuesto en la psicología, especialmente en el momento de crisis o violencia, y que se incrementó en el tiempo de la pandemia, es un claro ejemplo de esto.

MB. Bueno, yo creo que para hablar de la escritura del yo también tenemos que pensar para acercarnos a ella, ¿qué es lo que la mueve a esta escritura? que por supuesto, la puede mover la necesidad de pasar de lo privado a lo social, de llevar lo que nos ha pasado a un a un este grupo más grande de gente. Es una decisión consciente que hacen el escritor o la escritora para dar fe de lo que ha visto, lo que ha vivido para rendir un testimonio porque le parece importante. Eso es obviamente, una razón que mueve a la escritura del yo. La otra es, pero esa es mucho más reciente, yo creo en la necesidad de sanar, la necesidad de escribir como terapia, la necesidad de escribir la experiencia que vivimos o que se ha vivido para comprender el mundo. Y una más, la necesidad de justificarse, por algo que se ha hecho, cuando alguien escribe una autobiografía para contar, para hablar acerca de un delito que cometió, algo grave, bueno, justificarse. Para que la gente entienda de dónde viene esa acción que tomó, ¿de dónde viene su historia?

APR. Esta línea tan tenue que es el motivo de la escritura es la que hace que ciertos autores recurran a una primera persona porque esa voz es la que quieren utilizar para reflexionar, mostrar o para poner algo en evidencia. Gabriela Polit nos da algunos ejemplos. 

GP: Yo creo que la escritura del yo no difiere mucho de estos textos autobiográficos, pero al pasar por el tamís de la ficción, se nos abren otras formas de lectura y escritura. La autoficción o escritura del yo quizá busca evidenciar algo, como el proceso de perder la vista por efectos de la diabetes, como en Lina Meruane; denunciar la situación a la que se expone una joven de provincia buscando tener un aborto cuando el procedimiento era prohibido como Ernaux; como el abuso sexual de un tío como lo hace Belén López Peiró; o describir cómo se vive el nacimiento de un hijo muerto como nos cuenta Daniela Alcívar en Siberia. Pero las búsquedas de estas historias son literarias, no reivindicativas. Todas son escrituras del yo, pero no las llamaríamos autobiográficas porque no abarcan sino una experiencia específica y se la noveliza. No considero para nada que sea un género de mujeres. Pienso sí, que vivimos un momento políticamente muy interesante y productivo para las luchas feministas, y eso hace que se lea este género como de escritoras mujeres. Es un momento en el que, además, la identificación personal, la individualidad se celebra mucho.  

APR. Acá me gustaría acá recordar la contribución que hacen las feministas y críticas ya desde los años 1970s, como Hélène Cixous, para hablar de la urgencia de que las mujeres no solo se refugien en los diarios y las memorias sino que se escriban a ellas mismas como lo dice en su famoso ensayo publicado en 1975 “La risa de la medusa” que “la mujer tiene que escribir sobre ella; tiene que escribir sobre mujeres y traer a las mujeres a la escritura” para hacerlo “en contra del hombre convencional” de para que la mujer tenga “un sentido en la historia”. Es ella y en ese texto quien acuña el término Écriture féminine, o "women's writing" o escritura femenina. Lorena Amaro, toma ese término “femenina” pero en un contexto contemporáneo. habla de esa idea quien cuenta con abundante producción crítica sobre el tema, nos dice sobre lo complicado que es tener en cuenta ideas fundacionales de una escritura “femenina” como la que Cixous propuso en su momento y verla desde el momento actual en donde ya se cuestiona ver la literatura de una manera esencialista y biologicista y dice:

LA. Por lo tanto, no es cuestión de que exista, a mi modo de ver, algo como una forma determinada de expresarse y que podamos llamar “femenina” y se vincule con la intimidad, ya que esto sería una forma esencialista y biologicista de pensar la escritura. Pero sí existen estos contextos de producción y circulación limitados, canónicos y misóginos, que signan las autorías de las mujeres, como ocurre en el caso del que estamos hablando. Por otra parte, en respuesta a tu pregunta, tampoco diría que se trata de una escritura “previa” a la de otros géneros literarios, porque parecería, con ese adjetivo, que se trata de una suerte de paraliteratura que las mujeres desarrollaron “antes” de poder trabajar en la “literatura de verdad”. No es tan simple. Muchos epistolarios y diarios, de reconocido valor literario y escritos por mujeres, tuvieron lugar de forma paralela a la creación de otras obras. Menciono algunos diarios famosos que son realmente obras imperdibles: los de Katherine Mansfield, de Virginia Woolf, de Alejandra Pizarnik. Por otro lado, existen importantes epistolarios de escritoras, ya sea en el ámbito religioso, en que debían poner por escrito a sus confesores o superiores lo que pensaban, como también en el ámbito de la amistad y el amor. En las últimas décadas este archivo también nos ha revelado otro aspecto importante de las cartas en la construcción de sus autorías: me refiero a la formación de sus redes literarias. Un caso paradigmático, en este último sentido, es el de la obra de Gabriela Mistral, cuyas redes han sido finamente analizadas por la investigadora Claudia Cabello. Diarios o cartas como éstas permiten también a las actuales investigadoras y escritoras feministas proponer nuevas biografías de estas autoras, como es el caso de la recientemente aparecida Mistral. Una vida, de Elizabeth Horan.  

AP. Kozak dice que en la actualidad, bueno, ya está superado esta idea de que las mujeres solamente pueden escribir de la intimidad.

GK. Claro, esta cuestión de que las mujeres solo pueden escribir desde la intimidad y no son capaces de grandes temas, etcétera. Ya eso está superado, ya se ha aprobado ampliamente que esto no es así y eso no ha sido así, incluso desde el siglo IXX. Pienso en las hermanas Brontë, pienso, por supuesto, en Jane Austen, etc., más allá del tipo de temáticas que tocan, pero creo que, un caso como el de Virginia Woolf, Orlando, una cosa increíble ¿OK? Desde el punto de vista de la construcción de un mundo, que abarca varios siglos, por lo tanto, no creo que la escritura de las mujeres esté marcada por la autoficción, de ninguna manera. No creo que lo esté más que lo hombres, en todo caso, no. Pero por supuesto, reitero, se ha dicho que las mujeres abusan de las escrituras de la intimidad porque no son capaces de ir más lejos. 

APR. Otro aspecto importante son las escrituras que deciden utilizar la primera persona como narrador para cuestionar su propia condición o simplemente por un sentido estético, y nada tiene que ver con la autografía o con la escritura del yo. Gisela Kozak nos da un ejemplo

GK. Por supuesto, cuando se empieza a hacer toda una exploración sobre, digamos, las mujeres que habían escrito comienzan a salir los diarios y las cartas. Como digamos, de una forma paradigmática de esa escritura. El caso por ejemplo de Venezuela, una de las mejores novelas de la historia en Venezuela y una de las mejores novelas escritas en la primera mitad del siglo XX en castellano es Ifigenia diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba. Teresa de la Parra utiliza el diario o la forma del diario dentro de un texto de ficción como una forma irónica de hablar sobre la escritura de mujeres, que nada más en el título de la novela Efigenia diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba, nos damos cuenta, reitero, de la enorme ironía que hay detrás, Ifigenia es una tragedia griega. Si recordamos esta tragedia, Ifigenia es sacrificada a los intereses del Estado, en este caso de su padre Agamenón, que requiere partir a la guerra de Troya y los vientos no soplan y por lo tanto los barcos no pueden partir. El sacerdote calcante entonces solicita el sacrificio de Ifigenia. Entonces este enorme contraste, brutal contraste sin duda alguna de este título, un rasgo maestro de una novela maestra nos pone en tensión de lo que significa utilizar las escrituras del yo, en el caso de las mujeres, ya sea para hacer ficción, Yourcenar, Teresa de la Parra, ya sea digamos para expresar una subjetividad que se construye el caso de los diarios de Anaïs Nin. Toda esta historia proviene del yo, sí, pero técnicamente hablando, una cosa es construir un texto novelesco desde la primera persona. Y desde la condición de la autobiografía, que es una primera persona que es personaje, que es narrador. Le da una voz al texto que no le daría un texto en tercera persona en segunda persona o narrador omnisciente.

APR. Amaro puntualiza respecto al término y la escritura autoficcional y la manera cómo esa estrategia narrativa puede servir al escritor, como el término lo dice a ficcionalizar, a ocultar y a manipular lo que se dice. 

LA. Primero detecto que se vincula la experiencia personal con las demandas feministas: “lo personal es político”, o sea, es materia de reivindicación y protesta y en el caso de las mujeres lo personal ha sido sesgado, obliterado de la Historia escrita con mayúsculas. Pero tanto los escritores como las escritoras hablan de sus experiencias personales encubriéndolas o volviéndolas ambivalentes a través de las estrategias autoficcionales. Además, el término autoficción, sobre el que tanto se ha escrito, ha pasado a ser un concepto extremadamente laxo, creo, y poco eficiente para describir un texto basado en la primera persona o en la experiencia personal, que no son exactamente lo mismo: yo puedo escribir en primera persona y dejarme el lugar del testigo, como puedo también ser protagonista de la historia. Por otra parte, todas las escrituras son opacas, incluso las más pretendidamente universales. Otra cosa es que se piensen a sí mismas libres de las marcas que signan los cuerpos, que se planteen como escrituras “transparentes”. Desde luego que en el caso de los sujetos subalternizados esas marcas están mucho más presentes para la crítica y aunque quisieran, probablemente no lograrían hacer valer su aspecto universal.

APR. Otro elemento importante es esta escritura autobiográfica es la memoria, lo que se recuerda y lo que se olvida, lo que se muestra y lo que se oculta, los juegos por los que pasa es escritor en el momento de recordar para escribir. Una de las más importantes críticas es Sylvia Molloy. Como bien lo dice Kozak. 

GK. Desde luego, yo creo que nunca se puede dejar de recomendar y siempre hay que hacerle un homenaje a la gran Silvia Molloy, con su acto de presencia, la escritura autobiográfica en Hispanoamérica, eso no puede faltar en una reflexión de este de este tipo.

APR. Recordemos lo que Molloy dice en su libro Desarticulaciones, donde nos pregunta “¿Cómo dice yo el que no recuerda? ¿Cuál es el lugar de su enunciación cuando se ha destejido la memoria? Polit, quien fuera su alumna, nos recuerda cómo Molloy nos enseñó a leer textos que se escriben en ese “yo”. 

GP. Sylvia Molloy nos enseñó a leer los textos autobiográficos de Hispanoamérica en su famoso libro At Face Value en el que analiza a Juan Francisco Manzano, Sarmiento, Victoria Ocampo, a Norah Lange a Picón Salas, a Miguel Cané entre otros. La autobiografía, entonces, no es literatura de escritoras. Lo maravilloso de estos textos es la cuestión filosófica de la muerte propia al momento de escribir un texto autobiográfico, en el que quien escribe es objeto de la escritura. Se habla de que la escritura es siempre un acto que se da desde la muerte, pero en la autobiografía hay un desfasamiento, como decía Paul De Man, des-fasarse, quedarse sin cara, des- encarse. Una suerte de desnudamiento del sujeto. De facement. 

APR. Esta idea de De Man de quedarse sin cara nos hace pensar en la escritura como una herramienta. El escritor utiliza ciertos recursos para llegar de distintas maneras al lector, Bátiz nos dice, por ejemplo, lo que Borges hacia cuando escribía en ese “yo” que confundía a muchos lectores entre quien era el narrador y el autor, en un claro ejercicio lúdico 

MB. Y por supuesto, también hay una escritura del yo que lo que busca es establecer es hacer un juego estético, no como los de Borges, que que por un lado tienen. Tienen todos estos guiños hacia su persona, pero por otro lado, son, son, son un juego, son algo lúdico, no completamente ético. ¿Estético y una manera muy, muy elegante suya de tomarnos el pelo y de y de burlarse también, no? Entonces habría que ver. Para entenderla mejor. ¿Cuál es la raíz de de esta de esta escritura? No con lo que sí estoy de acuerdo es con la con la académica Elena Cuasante Fernández, de la Universidad de Cádiz, España, que en su ensayo las Escrituras del yo y sus variantes funcionales, dice que la escritura del yo no es un simple relato de la vida, sino una contribución a la vida, y eso me parece precioso de una manera perfecta de ponerlo, porque no se trata nada más de relatar mi vida, sino que. Te va a traer mi experiencia. ¿Y lo que yo he vivido, qué le va a traer eso al mundo, a los demás? ¿Qué van a? De eso, entonces creo que. Es fundamental para la escritura del yo. ¿OK? 

APR. Velázquez nos lleva a otro tema que es el de una escritura que partiendo del yo es realmente sobre un nosotros, como lo que la escritora mexicana Rosa Beltrán dice sobre su libro Radicales libres, recientemente traducido al inglés por Robin Myers como Free Radicals y que inicia con la expresión “nos sucedió”, escribir sobre el “yo” es escribir sobre “nosotros”. 

MV. Puede parecer una obviedad eso de que “nada humano me es ajeno”, lo que confirma tanto las múltiples inscripciones de nuestra época, sociedad y espacio en la propia subjetividad como la huella de nuestras adscripciones a diversas colectividades en los modos de organizar y elaborar o significar esas relaciones. Nada propio es tan singular que no les pudiese pasar a otros, nada de lo común queda por fuera de una experiencia personal.

APR. Polit lo plantea como una escritura que devela los velos que cubren ciertas problemáticas. 

GP. Pienso que no hay una escritura moderna que no sea del yo en el mundo occidental. Y el yo es una realidad compleja. Se puede escribir una novela de una experiencia personal en tercera persona o inventar un personaje. Los modelos de dominación masculina, que es milenaria, están en crisis, y eso pone en evidencia comportamientos, hábitos, reglas, mandatos que antes se vivieron como formas que respondían a la división natural de los géneros y ahora sabemos que no lo son, que son arbitrarias y hasta violentas. Entonces la escritura de ese yo femenino devela, denuncia, problematiza, y cuestiona esos comportamientos. Sirven los ejemplos que dije antes. Ese yo es un nosotros cuando es literatura. Ese nosotros es fruto de la lectura; al leernos hacemos otros y otras, nos convertimos en un nosotras. Pero ese nosotras no solo el de las mujeres. El yo literario es un yo del género humano.  

APR. Lorena Amaro contrasta este punto pensando en que hay un nosotros que nos es familiar, pero que tal vez no en todos los casos, el yo presuponga un nosotros.

LA. No creo que siempre, en todos los casos, el yo presuponga un nosotros, sobre todo no es así cuando la literatura no logra articularse como el espacio estético-político que permite esa acotación. Lejos de ampliar su horizonte, muchas escrituras actuales se restringen apenas al propio ombligo. Por otra parte, esa idea, antigua en el espacio literario, hoy merece ser revisada, en la medida que hay muchos “nosotros”. En el espacio y tiempo actuales tendemos a subrayar lo identitario, sobre todo porque hay colectividades, como las que constituyen las disidencias sexuales, que están necesariamente en una lucha por su visibilización. Pero la verdad es que todas, todos y todes podemos estar insertos en una diversidad de espacios colectivos (no los llamaré a todos comunidades). Hay un nosotros familiar, local, nacional, que sigue siendo muy poderoso en los discursos mediáticos. Las escritoras actuales han apostado muchas de ellas por el colectivo “nosotras,” buscando así alentar la sororidad literaria. Prueba de ello son los textos que acompañan una serie de iniciativas feministas, como las antologías Tsunami (española y mexicanas), La desobediencia (Bolivia), Avisa cuando llegues (Chile), Pachakuti feminista (Perú), entre otras. Los textos alientan a la revuelta, fortalecen un concepto del nosotras que me parece interesante y necesario en el momento que estamos viviendo, de potente arremetida de los fascismos y discursos neoconservadores. Pero hay también allí fracturas y otres nosotres que pugnan por su visibilización y dignificación, como ocurre con los reclamos y posicionamientos de clase, indígenas, champurrias y afrodescendientes a lo largo de toda América. Hay feminismos y no solo feminismo: feminismos marrones, negros, trans, con agendas muy distintas al del feminismo liberal o el feminismo radical. Una escritora como María Negroni -quiero destacarla como escritora, su trabajo me interesa muchísimo- claro que habla de un nosotros. Es tan vasto el recorrido que hace por la historia de la literatura y las artes, por el gótico literario, por el cine norteamericano, por la poesía, por la reflexión sobre el lenguaje, que en su caso, si escribe por ejemplo sobre la relación con la madre, como lo hace en El corazón del daño, lo está haciendo a un nivel en que emergen, como brotes, mil cuestiones que van mucho más allá de lo que pueda ser su propio duelo, su “réquiem”, como llama a ese libro, donde también reflexiona sobre su propia obra, su cuerpo  a cuerpo con el lenguaje y a contrapelo, podríamos decir, de la lengua materna. Hay muchos nosotros en ese yo de Negroni, en esa voz que construye y que emplaza a una madre.

APR. Martha Bátiz habla de nosotros en donde el autor mismo está en su obra, es lo que se ha dicho, por ejemplo, de Flaubert, quien se dice, dijo, Madam Bovary soy yo, es decir, el autor como personaje en su propia escritura.

MB. Claro, toda la escritura proviene del yo y se convierte en un sello, se convierten a nosotros en el momento en el que engancha con el lector, no desde la ficción oral más antigua hasta pasando por el ensayo, como lo consiguió Montaigne. Estos seres que evitan los relatos caminan en el límite entre lo que somos y lo que son, lo que existe y lo que imaginamos que se están fundiendo y a la vez son algo individual y único, no, entonces siempre hay ese ese límite. ¿Por supuesto, cuando se escribe incluso ficción, porque hay algo de la escritora ahí también, incluso en ese, en esa, en esa mentira estética, cuando hay, o sea, si pensamos, por ejemplo, cuánto hay de Faulkner en su obra y eso no quiere decir que esos personajes sean gente real, no, pero lo parecen. Y esa verosimilitud es la magia de la ficción, pero con la escritura del yo pasa algo diferente porque no hay que hacer nada que parezca real. 

APR. Pero en relación con esta voz del mismo autor hablando de su obra pensamos en lo que Annie Ernaux, cuando recibió el premio Nobel de Literatura, dijo que prefería en lugar de llamaran “autobiográfica” hablar de escritos “sociobiográficos”. Sobre esto reflexiona Amaro. 

LA. Me gusta mucho lo que dice Annie Ernaux, es muy coherente con su proyecto narrativo, tan poco autocomplaciente. Creo que ella releva algo fundamental, que muchas veces se deja de lado en la recepción y la discusión literaria, y es que el suyo es un discurso de clase. Lo dice cuando recibe el Nobel, la cito: “Por dónde empezar? Me he hecho esta pregunta decenas de veces delante de la página en blanco. Como si tuviera que encontrar la frase, la única, que me permitiera empezar a escribir el libro” y rápidamente llega a ella, la expone al mundo: “Esa frase, no necesito buscarla muy lejos. Surge. En toda su nitidez, su violencia. Lapidaria. (…) La escribí hace sesenta años en mi diario íntimo. "Escribiré para vengar mi raza". Se hacía eco del grito de Rimbaud: "Soy de raza inferior por toda la eternidad””. Lo que dice en este texto es algo que Ernaux sabe desde los 22 años, cuando escribía sus diarios, y es lo que ha incomodado mucho, me parece, a los buenos señores intelectuales franceses que aún no entienden cómo esta mujer de esa extracción social popular, que tuvo que hacerse un lugar desde muy joven para poder escribir, llegó a ganarse el Nobel. En este sentido, el concepto de lo sociobiográfico es evidente; el yo, desde luego, pasa a tener un lugar muy político, como ocurre también en el caso de otro escritor francés, Didier Eribon. Es algo que podemos ver en otros sentidos en la historia familiar que cuenta Cristina Rivera Garza, quien logra trascender el yo con proyectos literarios que también podríamos llamar sociobiográficos y que considero importantísimos en el actual panorama cultural latinoamericano. Por último, hay que precisar que el hecho de que el proyecto de Annie Ernaux sea sociobiográfico no lo hace menos potente en lo estético; por el contrario, esa determinación -y las consiguientes estrategias que aplica, ese lenguaje despojado, conciso, para narrar el dolor- es el núcleo de donde emana su extraña belleza.

APR. Desde la visión de Marta Bátiz, eso sociográfico quiere decir incluir a la sociedad entera.

MB. Autobiográfico es más limitante, me aparece como término que socio biográfico. El término sociobiográfico quiere abrirse hacia las vidas de otro, quiere incluir las vidas de otros no. Quiere incluir a la sociedad entera, es decir, que la persona que habla el el, el narrador en este yo es una persona que representa a su presente, el el mundo, su presente, la sociedad en la que habita, con todo lo que esto implica. Yo creo que por eso es está ahora empujando hacia este hacia este término que es mucho más abierto, es decir, yo estoy hablando de mí para hablar de nosotros. No soy nada más yo. 

APR. Queremos remarcar que es importante dejar de relacionar la escritura del yo como si fuera solamente de las mujeres la declaración de Ernaux precisamente nos ayuda con esto y de otra manera, Gabriela Polit lo demuestra con otros ejemplos.

GP. Fernando Vallejo dijo que la tercera persona era un recurso viejo y gastado de la literatura decimonónica y que el único modo de escribir es desde el yo. Todas sus novelas son en primera persona. Pongo este ejemplo para romper el esquema de que la literatura del yo es de las mujeres. Ernaux se sintió cómoda con la primera persona y con pronombre porque su literatura siempre ha girado de manera muy evidente en torno a sus experiencias. Pero a veces se narra sobre experiencias propias en tercera persona. Llamarlos sociobiográficos, en su caso, creo que habla de su deseo de escribir un realismo muy comprometido con una causa, la búsqueda de forma y belleza al contar las experiencias de una mujer.  Sarmiento escribió de su yo, Vargas Llosa escribió desde y de su yo. Vallejo narra desde su yo. Las novelas de Juan Goytisolo son en primera persona y narra sus experiencias personales. El atribuir esa forma de escritura exclusivamente a las mujeres me parece más que nada una estrategia de mercado y como críticas debemos tener como estar alertas de que eso no es así, de que hay que reconocer todas las escrituras del yo en primera persona, quiero decir que han sido creadas por estupendos escritores. 

APR. Mónica Velásquez nos da otros ejemplos de cómo escritores han hecho también escritura autobiográfica y que es muy importante considerar que inclusive ellos mismos tienen una crítica a veces de lo que están haciendo y lo que están escribiendo.

MV. Me valgo nuevamente de dos casos: Rodrigo Hasbún (escritor boliviano) y Julián Herbert (narrador mexicano) inscriben lo biográfico de maneras muy particulares. El primero, en su novela Los años invisibles, al inscribir un número considerable de biografemas y de episodios metaficcionales que remiten a su autoría, aunque nunca se nomine al narrador-personaje con su propio nombre; todo lo narrado remite a su vida (por medio de datos contados por el propio autor en sus entrevistas, por ejemplo). El segundo, de manera más inesperada, escribió Canción de tumba sobre la enfermedad y muerte de su madre prostituta incluyendo en ese relato su nombre, biografemas más que numerosos y un curioso episodio donde se cuenta de la fiebre y la droga y la alucinación como organizadora de lo que se ha contado en clave “verdadera”. La recepción fue elogiosa pero desconfiada en ambos casos por sus inscripciones autorales. No deja de llamar la atención que se les reproche al mismo tiempo desfachatez, exhibicionismo o narcisismo y poca apuesta ficcional; reproche históricamente repetido a las mujeres escritoras, aunque desde su reverso: eso era todo lo que podían contar.

APR. Claro está que otro género que está en esta escritura en primera persona son las memorias.

GP. A todo esto habría que sumar las memorias, que también es un género en el que está presente el la configuración del yo. En la autobiografía se lee el sujeto frente a la ley, el sujeto que se crea lector, el sujeto que escoge su ”nacimiento como sujeto¨” como cuando el esclavo Juan Francisco Manzano le da a su “ama” el lugar de su primera enunciación, o la estampa de Sarmiento lector, que él mismo recrea en sus Recuerdos de provincia. Son convenciones, se repiten en las autobiografías.

APR. Lo que es un hecho es que las escrituras responden a sus épocas. Las crónicas de la conquista de Bernal Díaz del Castillo solamente podían haber sucedido en el siglo XVI. Las escrituras filosóficas de Sor Juana Inés de la cruz y su “Yo la peor de todas” o su Respuesta a Sor Filotea solamente pudo haber ocurrido en el México de finales del siglo XVII, los textos fundacionales del siglo XIX solamente podían ocurrir en el tiempo de las independencias nacionales. Hoy es el tiempo del selfie, del instaga, del “yo” potencializado. Es lo que Polit agrega sobre esto. 

GP. Me parece que ahora leemos responde a otro tipo de convenciones y se escriben de otro modo porque estamos viviendo en otro tiempo. Se exalta la experiencia personal porque leemos a las personas, no solo a las autoras o a los autores. Leemos a las personas. Y seguimos a las personas en su cuenta de instagram. Todas somos las celebridades de nuestra pantalla de Istagram. Pienso que hay que hacer una distinción y me parece un lindo trabajo crítico explorar cuáles son las convenciones con las que se crean esos YOS en los textos literarios, porque finalmente se obedece a una ciertas convenciones y arbitrariedades que son propias de cada época. En una época era el sujeto autobiográfico que surge ante la ley y creo que ahora surge como un sujeto que responde a una dificultad política o un tipo de limitación social que se anuda a la experiencia racial o a la experiencia de género, entonces se narra desde ese lugar, pensemos en la maravillosa novela de Camila Sosa Villada, Las malas, es sobre una experiencia muy fuerte. 

APR. Pensando en ese contexto de clase de época de la historia personal, Mónica Velázquez hace un excelente recorrido, dándonos varios ejemplos. 

MV. Leer una vida incluso en su formato más biográfico permite leer una época, un tiempo-espacio, una clase social, etc. Daré algunos ejemplos que dan a pensar esta intersección yo/otro, biográfico/social. 1) hace años la escritora chilena Lina Meruane escribió un polémico y valiente Volverse Palestina en el que yendo hacia sus orígenes acabó en la política; la historia familiar y el sitio de origen devino un sitio de disputa, de ideología y de laboratorio entre Oriente y Occidente. ¿No es hoy tremendamente colectiva esa escritura que comenzó por preguntarse sobre el origen de los abuelos? 2) Otro ejemplo es la escritura de Nona Fernández en la que alusiones a eventos que marcaron su niñez y su vida familiar devienen una memoria generacional de quienes fuimos niños durante la dictadura… 3) Ahora mismo dos jóvenes Kathy Bustillos y Morgan Herbas en Bolivia escriben en sus dramaturgias el drama filiatorio entre hermanos donde una debe cuidar a otro mientras entre ambos circula el fantasma de la esquizofrenia (Bustillos) y el otro drama tránsito de determinación sexual de un femenino a un masculino (Herbas). Podría parecer tan privado esto, tan confesional, si no fuera porque ese hermano a cargo es todos los hermanos y todas las tareas de cuidado; si no fuera porque todo cuerpo herido de sus determinaciones es nuestra herida y deseo de conversión…

APR. Mónica Velázquez regresa a este punto de que una escritora, una vida, escribe una sociedad.

MV. Acerca de lo dicho antes, es central entender que todo texto está atravesado de sociedad, no al margen ni frente a ella. Insisto en que creo, con varias teóricas en la cabeza, que una vida escribe una sociedad que le da nombres, sentidos, relaciones y que toda sociedad escribe una época. Otro ejemplo y disculpas porque ando más concreta que teórica. Cuando Gabriela Wiener escribe su propio viaje hacia el origen del abuelo que le hereda ese extravagante apellido alemán, ¿no es todo el Perú, no es toda Latinoamérica la que hace ese viaje? Pero, cuando escribe en el mismo relato, su configuración identitaria sexual, ¿no está ella alterando singularmente las distribuciones de lo sensible en una sociedad que coloca problemáticamente tanto lo racial como lo sexual, porque en ninguno de esos campos esa “disidencia” es tolerada o narrada? Quiero decir, que esa sociobiografía no está exenta de sujeto, como no está de-sujeta de sus circunstancias.

APR. Por otro lado, hay un sentido estético que tiene que estar involucrado dentro del acto de la escritura. Martha Bátiz hace una reflexión sobre esto, sin embargo, hay que encontrar la forma de narrarlo que implica pasarlo por un filtro estético y lingüístico que va a alterar su naturaleza. Por supuesto, habrá cosas que vamos a dejar fuera. Habrá cosas que a lo mejor vamos a cambiar ciertos detalles.

MB. Sin embargo, hay que encontrar la forma de narrarlo que implica pasarlo por un filtro estético y lingüístico que va a alterar su naturaleza. Por supuesto, habrá cosas que vamos a dejar fuera. Habrá cosas que a lo mejor vamos a cambiar ciertos detalles. ¿Qué sé yo, no? Y esto es indispensable porque uno algo que a mí me me me enseñó, mi maestro lee chumacero y no se me ha olvidado nunca, es que uno no, no debe escribir como habla entonces. También me parece lógico que uno no puede contar la vida como la vivió. ¿Por qué? Pues bueno, hay una agenda personal, hay un punto de vista que enfoca todo hacia una dirección particular y hay un montón de cosas que se tienen que dejar fuera por un tema de espacio. Entonces es tan simple como eso. 

APR. Lo fascinante es ver cómo las escritoras contemporáneas utilizan esta herramienta para reclamar su lugar dentro de una tradición literaria y lo hacen de una manera magistral. Veamos algunos ejemplos de Kozak. 

GK. Las escritoras actuales utilizan, por supuesto, formas de la escritura del yo, que son muy interesantes, el caso de Guadalupe Nettel en La hija única. Que efectivamente es contada desde una narradora en primera persona. También tenemos, por supuesto, las crónicas de Leila Guerriero, donde es fundamental, digamos, el ojo de quien está escribiendo. Ella tiene un libro maestro en mi opinión Gelber, que es sobre otra persona, es decir, es alguien que está haciendo un perfil biográfico de un extraordinario pianista del siglo XX, uno de los mejores. Pero su mirada sobre Gelber es fundamental y entonces hay define, digamos, de una manera de hacer la crónica. Yo consideraría con Anaïs Nin, cuando habla de escritos socio biográficos en términos de que esas escrituras extraordinarias de la intimidad, que en ellas son insuperables, es un caso increíble de genio literario, por decirlo con términos de otros tiempos. Definitivamente está inserto en problemáticas mucho mayores, pienso en sus textos sobre el aborto, en sus textos sobre el amor, tanto pura pasión, que es una cosa increíble, o sea, una relación con un diplomático del Estado de Europa en los tiempos del comunismo. Pienso también en otros textos donde tiene una relación con un alumno muchísimo más joven. Nada más incorrecto y más deliciosamente incorrecto que Anaïs Nin. Hablo de corrección política, desde luego, entonces, creo que es socio biográfica en la medida en que los problemas que plantea tienen una trascendencia social, colectiva e histórica importante.

APR. Escuchemos sobre esto mismo a Lorena amaro, quien además habla de la particularidad del momento actual en la literatura, en donde cada día es más fluida.

LA. Otra transformación que también estimo muy importante en la consideración de lo autobiográfico, es que la propia literatura ha abandonado sus formas de hacer tradicionales. Florencia Garramuño habla de una literatura “fuera de sí” o “impropia” para referirse a los vínculos hoy cada vez más fluidos entre las artes y también al fenómeno del archivo, la importancia que éste ha adquirido en la conformación de los textos. En el caso del “yo” o de las vidas narradas, el archivo tiene un lugar fundamental, no tanto por su valor de verdad, como instrumento de constatación o prueba, sino por su relación con los procesos de subjetivación y reflexión. Su materialidad física actúa a modo de disparador, permite rozar cuestiones que tal vez sería imposible explorar por medio solo de la palabra escrita.

APR. Mónica Velásquez plantea un punto de encuentro en el mismo, yo en esa escritura personal, en esa escritura íntima, en la primera persona es en donde se encuentra el lector y escritor en un solo momento, es en donde comparten sus avatares.

MV. Por una parte, es ya incuestionada su incorporación como escrituras a las que se puede analizar, leer y hacer producir literariamente. Por otra, la irrupción de nuevos soportes como los digitales, ofrecen al ojo crítico variantes de la entrevista, el diario o las declaraciones de quien escribe que, antes, daban el telón de fondo con el que cotejar la producción del yo escribiente. Ahora, acudir al Instagram o al Facebook de los/las escribientes podría complejizarse en los constructos del “yo” desplegado en múltiples personajes, a veces incluso en avatares. Por cierto, como ellos son el lado hablante de los sujetos en la esfera pública, habría que ver qué silenciado escenario del “yo” o ese “yo” será solo su punto de encuentro corporal. 

APR. En Metáforas del yo. El significado de la autobiografía, James Olney escribe en 1981 Gusdorf siempre insiste en que el escritor de la autobiografía hace que el individuo se convierta en objeto de su propia reflexión por lo que entra en un proceso de autoconocimiento, y es ahí donde radica la dificultad de darle la categoría de género literario. Pues, el problema es que el personaje del texto es eso un personaje creado a partir de la memoria, de la propia experiencia, del tiempo y el espacio en que se vive, manipulando para encubrir, mimetizándose para volverse en otro. En otras palabras, el texto se crea a partir de la capacidad de la escritora de unir elementos dispersos para lograr un producto terminado basado en, como dice Olney, “metáforas de la propia existencia”. Lo que está detrás de esto, la intención autoral, el lector imaginado, será importante en esta escritura. Sobre esto recogemos las ideas de Martha Bátiz quien nos da algunos ejemplos y va a un elemento más de la ecuación el mercado. 

MB. ¿Entonces hay que preguntarse, como ya dije, qué hay detrás de estas Escrituras, qué las gestó para entenderlas, para entender mejor de dónde viene? Yo que que que es obviamente su columna vertebral, no la autobiografía del Príncipe Harry, por ejemplo, tiene una raíz muy clara en sus traumas infantiles. La agresión que vivió arres de su matrimonio, la la tragedia de la muerte de su madre. Nunca sabemos a saber si la historia es de verdad, cómo la cuenta él, pero como está bien contada, pues tampoco. O sea, no sentimos que tenemos por qué dudar. No hay mucha gente que le cree de manera ciega. Él está contando su verdad. Ese es su manera de vivir estas cosas. Y eso es una autobiografía, una estructura del yo, por supuesto. Que se ayuda con esto, no lo escribió él, obviamente le ayudaron a escribirlo entonces. Esa es la manera como el  texto literario se vuelve mucho más complejo porque es un texto escrito a seguramente a varias manos y a varias cabezas y es muy comercial. La escritura del yo tiene, yo creo que esa función también, esa habilidad de ser muy comercial. ¿Por qué? Porque a la gente desde siempre nos interesa, enterarnos de las intimidades de los otros y eso es lo que encontramos en las autobiografías. Entonces creo que por eso son, son libros que son tan interesantes para analizar y para para leer.

APR. Lorena Amaro en su libro Pose Autobiográfica habla precisamente de esto de esta pose, Mónica Velásquez recoge el trabajo de Amaro junto con otros ejemplos.

MV. Muy arriesgado y muy original me parece el trabajo de Lorena Amaro al postular el concepto “Pose autobiográfica” (así se llama su libro) acercando a Silvia Molloy y Leonor Arfuch. También de publicación muy reciente es el libro colectivo, resultado de un seminario en la UAM-Xochimilco, titulado Escrituras autobiográficas latinoamericanas: procesos y actualidad, coordinado por Humberto Guerra; en él destaca el debate conceptual y de posicionamiento crítico de sus autores, especialmente recomendable la introducción de Guerra y Angélica Tornero y el texto de Fabienne Bradu. Todo esto por no volver a textos teóricos (como los de Susana Reisz o Laura Scarano) quienes, al preguntarse por la adscripción de la poesía a lo ficcional, harto han trabajado los quiebres y fisuras de las “escrituras del yo” en un género tradicionalmente leído desde la configuración de subjetividad y sus proyecciones autorales, tema que da para otro encuentro.

APR. Otro aspecto importante a considerar es la escritura testimonial y la manera en la que se selecciona cierta información para escribirla. También en ese compromiso que el que está escribiendo tiene en caso de que quiera hacer una escritura de denuncia, escuchemos a Gisela Kozak hablar sobre esto. 

GK. Por supuesto, en el caso de las mujeres, las escrituras del yo, las escrituras de la intimidad, las cartas, los diarios, etcétera, fueron vistos como eso, como los testimonios de las mujeres incapaces de trascender lo concreto. No recuerdo donde lo dijo, pero en una oportunidad, Don García Márquez indicó que las mujeres no teníamos sentido de la historia, por ejemplo.
Una de esas afirmaciones que yo no, no sé ¿Como su esposa, se las aceptaba? Decía que se las aceptaba, pero, en fin, el hecho de que efectivamente nuestro sentido de lo concreto no permitiría tener, digamos, esa conciencia de la historia, la realidad, por supuesto, desmiente esto. El caso, por ejemplo, de una novela como Memorias de Adriano, que efectivamente está hecha sobre el modelo de las escrituras del yo. Ya en este caso de las escrituras del yo en el mundo romano, que eran siempre escrituras ejemplarizantes, es decir, voy a escribir sobre mi historia, pero con el afán de enseñar, con el afán de transmitir un conocimiento, en este caso se utilizan las epístolas de Adriano a su sucesor. Con una forma, digamos, de entrenamiento para el poder, de enseñanza que se convierte también en un develamiento, digamos, de la propia subjetividad. Esta novela de Marguerite Yourcenar es una muestra magistral de las escrituras del yo. Demuestra, por supuesto que García Márquez estaba más que equivocado, y por lo visto no lo había leído.

APR. Gisel Kozak, ha escrito en Letras libres varios artículos relacionados con este tema y con otros temas que tienen que ver con el género. Los invitamos a que la sigan ahí también en esa revista y escuchémosla ahorita hablar sobre cómo el escritor tiene que pasar por un proceso de selección. 

GK. Creo que en el siglo XXI las escrituras del yo tienen que verse como una forma privilegiada de dialogar en términos de un compromiso con la propia verdad y la propia conciencia que le transmitimos al lector. El caso de la escritura, testimonial, etcétera, por ejemplo. Este cuando, voy a poner ejemplos personales, escribí una crónica sobre el 8 de marzo para la revista Letras Libres. Yo estoy tratando de ser más fiel, lo más fiel posible a lo que yo vi, pero por supuesto tengo que seleccionar, tengo que subrayar algunos aspectos, olvido otros, ni siquiera propósito, así actúa la psique y por lo tanto hay una selección. Pero, en definitiva, lo que esperan los lectores es una verdad esencial que va más allá de la forma escogida o más allá de que yo pueda, digamos por mi nombre, por la forma de escribir, por lo que sea, validar lo que este hay detrás de esa crónica, de esa carta, de ese texto. 

APR. La idea de estas cápsulas de la literatura alrededor de la mesa es, además de escuchar de teoría de crítica y de distintas reflexiones de distintos ángulos, es llevarnos también una tarea a casa con todas estas sugerencias que nos hacen las escritoras y las críticas, escuchemos a Marta Bátiz.

MB. Bueno, quiénes son ejemplos actuales de la estructura del yo se me. Eso, obviamente gabrielaviner Lina Meroine Cristina Rivera Garza, que son voces muy fuertes, autoritarias, que reclaman algo. No a partir de una crítica al mundo a su alrededor que les resulta importante dejar clara o algo a partir de un dolor terrible, como en el caso de de Cristina y el asesinato de su hermana, no el feminicidio del que fue víctima entonces. De nuevo. Hay hay muchas voces y creo que hay mucha apertura en este momento. Además, para para hablar de este tipo de de de. De experiencias hay tantos libros que hablan que que son escritura del yo acerca de la maternidad. Y que la. La la convierten en algo mucho más humano, menos idealizado, donde hablan acerca del lado oscuro, no de de ser madre. Entonces vemos ahí que se abre, que se abren estas Escrituras como un túnel hacia una oscuridad que necesitamos ver para entendernos mejor. Entonces yo creo que ahí es donde está, donde está su magia. 

APR. Ya cerrando este episodio, Martha Bátiz, en una especie de guiño, nos lleva a lo que sería ahora una interpretación de estos medios de comunicación que rige a la sociedad y que tal vez en algún momento se conviertan también en Escrituras del yo … difícil saberlo.

MB. Bueno, hay otras narrativas del yo me puedo imaginar que algún día las nuevas narrativas del yo van a ser los mensajes de texto que se nos quedan grabados en el teléfono o en la nube. ¿Estos días los emails porque ya no los escribimos cartas, no el género epistolar, pues ya ya murió, pero qué tal nos escribimos whatsapps? ¿Entonces? Yo creo que el futuro puede ir, obviamente por ahí o alimentarse. De esa fuente.

APR. Pues así concluimos este episodio de literatura alrededor de la mesa lo hemos escogido para cerrar este año 2023 que ha tenido tantas cosas buenas, otras no tan buenas. Ha sido un año difícil, ha sido un año de crecimiento y hemos seleccionado este reto que tenemos cada tres meses con esas maravillosas críticas. Hacer el episodio de LAM implica muchas horas de trabajo, implica una reflexión, implica el tiempo de las críticas que se acercan a este proyecto y que generosamente nos comparten sus ideas. Es una especie de conferencia. Es un documental de audio. Es una herramienta para muchos profesores, para lectores, para personas que quieren pensar la literatura desde dentro. Quedo muy agradecida con ellas y en verdad es una joya recoger estos cuatro episodios que hemos hecho en a lo largo del 2023. Regresen a ellos, escúchenos disfrútenlos. Yo creo que tenemos tanto, tanto que aprender. 

Muchísimas gracias de nuevo yo soy Adriana Pacheco y en nombre de todo el equipo de Hablemos escritoras, a quienes también les doy las gracias infinitamente por siempre estar apoyándonos a nuestros colaboradores, a la gente que tenemos en audio, en edición en marketing, en administración, muchísimas gracias, muchísimas gracias por ser esta familia de Hablemos escritoras. También quiero agradecer a nuestros recién sumados traductores que son parte de un equipo maravilloso que estarán trabajando cercanamente y algunos escritores. Y bueno, pues empecemos el nuevo año con muchas cosas que decir. 

Hasta la próxima.