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Nuria Barrios.

Episodio 483 Acercándonos a escritoras

01/08/2024 · Adriana Pacheco

Cada libro, una vez terminado, se vuelve extraño"

Adriana Pacheco: Una vez más estamos aquí reunidos en Hablemos escritoras, ahora con un podcast presencial que estamos grabando en las oficinas de la editorial Páginas de espuma en Madrid, España. Ha sido un verdadero privilegio el poder entrar a este espacio de una editorial a la que tenemos tanto aprecio, tanto cariño. Muchísimas gracias a Juan Casamayor por haber abierto las puertas para Hablemos escritoras. Y muchísimas gracias a él por habernos abierto las puertas con Nuria Barrios. Qué maravillosa escritora, sensible, profunda a la que escucharemos el día de hoy. Estamos muy agradecidos con ella. Es escritora nacida en Madrid, doctora en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, quien ha trabajado durante muchos años en el mundo editorial y ha colaborado con diversos medios de comunicación como El País, Letras libres, y Mercurio. Sus libros comprenden títulos como La impostora, Páginas de espuma, 2022, Todo arde, Alfaguara, 2020 y también libros de poesía como La luz de la dínamo, Fundación José Manuel Lara, 2017, varias antologías y también textos en traducción. Yo soy Adriana Pacheco y estoy segura que les gustará muchísimo escuchar el día de hoy a Nuria Barrios. No dejen de seguir todo su perfil en nuestra página www.hablemos escritoras.org y por supuesto escuchar y difundir este podcast para que atraviese todas las fronteras. Bienvenidos.

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APR: Soy verdaderamente conmovida de estar en la oficina de Juan Casamayor con todos estos libros y con todo lo que es el gran aparato de esta maravillosa editorial, Páginas de espuma. Estamos tan agradecidos porque de verdad Juan ha sido todo un emprendedor, que ha cambiado el mundo de la literatura y nos ha protegido Hablemos escritoras muy desde el principio. En ese momento estamos aquí con la ocasión de estar conversando con una escritora que conocí hace muy poco en persona en la Ciudad de México cuando estuvimos en el contexto de FILUNI. Nos fuimos a cenar con otras escritoras, muy lindo, pero ya desde hace mucho tiempo yo quería entrevistar a la autora de La impostora. Estoy emocionadísima de tener a Nuria Barrios aquí. Muchísimas gracias, Nuria.

Nuria Barrios: Muchas gracias a ti, Adriana.

APR: No, pues encantadísima. ¿Qué te parece que nos presta aquí Juan su oficina?

NB: Muy bien, es muy inspirador porque realmente esta editorial ha cambiado la forma de la literatura que se hacía en España de repente. Tiene una forma muy brava cuando todo el panorama hablaba en contra de la importancia del cuento,apostó por el cuento y demostró que es un género poderosísimo, que tiene lectores cada vez más, al que es muy fácil aficionarse. La editorial Páginas de espuma con Juan a la cabeza lo ha defendido con muchísima inteligencia y mucha pasión.

APR: Claro. Creó un mercado para un género y creó una expectativa de que viniera un nuevo libro en este género, que es el cuento. Y el mercado siempre ha leído, los lectores siempre han leído, quiero hablar de mercado, pero los lectores siempre han leído cuento, pero una editorial especializada en cuentistas es un privilegio, es un gusto maravilloso. Y bueno de alguna manera Nuria, tú incursionas en muchos puntos, tienes muchas facetas como escritora y tienes muchos libros, desde muchos géneros. Platícanos un poco, ¿Qué fue tu evolución dentro de la literatura? ¿Qué género fue primero y cuál siguió? ¿Qué estás haciendo ahora?

NB: Yo empecé con relato y a continuación publiqué un libro, Amores patológicos, hace ya veinticinco años que ahora Páginas de espuma vuelve a reeditar, revisado por mí. Y cuando publiqué ese libro, Amores patológicos, ya el libro tenía una estructura híbrida, no era un libro de relatos al uso. Era un libro de relatos con una estructura novelesca que podía ser leído como una novela o podía ser leído como un libro de relatos donde todos los relatos estaban engarzados. Unos relatos llevaban a otros, los personajes pasaban de una historia a otra, había una hilazón narrativa. Aquello hace 25 años era muy novedoso. Hoy en día ya no lo es porque, bueno, lo nuevo al final siempre es viejo, enseguida se hace viejo. Pero esta forma de escribir híbrida realmente a mí me abrió la puerta a lo que iba a ser mi escritura. ¿Qué es una escritura fiel a ese concepto, al concepto griego de Hybris. Hybris en griego significa desmesura, transgresión de los límites. Para mí la literatura es fundamentalmente juego. Y el juego requiere precisamente eso, salir de encorsetamientos, poder jugar, ampliar el horizonte, utilizar las herramientas de géneros distintos para construir una historia. Que la historia no se adapte al género, sino que el género enriquezca la historia. Y desde entonces, realmente todo lo que publiqué a continuación ha tenido siempre ese punto de mezcla entre el relato, la novela, la reflexión y la poesía.

APR: Qué maravilla. Y bueno en todas esas intersecciones, algo que tú estás poniendo también y hablando mucho, es de tu mundo inmediato, del mundo inmediato de estos personajes construyendo estos universos que ahorita platicaremos más sobre este tema. ¿Hay alguna cosa que siendo tú española, como los que nos están escuchando ya estamos viendo en el acento de Nuria, ¿tu España en la que creciste se trasluce en tu obra? ¿De qué manera?

NB: Yo crecí en la España, mi infancia y mi adolescencia transcurrió en la España de Franco. Yo tenía trece años cuando él murió. Es una etapa larga de la vida de una persona. En aquel momento, que ya corresponde como a la última etapa franquista, digamos que el decorado era inmóvil. Básicamente había mucho miedo, mucho silencio, mucha prudencia para no entrar, para tener problemas políticos, la mente de adultos que me rodeaba. ¿Qué significaba eso? Que los centros básicos de vida eran la familia. Yo vengo de una familia numerosa, somos cuatro hermanas y un hermano y luego había muchos abuelos, bueno había mucha familia, entonces un centro neurálgico era la familia. El otro centro neurálgico eran las amigas, y digo en femenino porque iba a un colegio religioso propio de la época y los colegios estaban segregados, entonces las amigas eran mujeres. La religión tuvo un papel importante, se coló, siempre me ha gustado jugar, yo soy atea, pero todo ese poso religioso quedó ahí. Que me parece muy interesante y además para mí estaría en tener ese filtro porque me permite comprender muchos comportamientos y muchas actitudes y cuestionarlos luego en mi escritura. Entonces, bueno, como te decía, hasta la familia, estaban las amigas, estaba la religión. Y en ese escenario inmóvil, realmente estático porque no se podía hacer nada, el movimiento venía todo de los libros. Decía Emily Dickinson que no hay mejor nave para viajar que un libro. Efectivamente, con los libros podías escuchar, aprender, viajar a sitios que no conocías, a personas que no estaban a tu alcance, a tipos de vida que ni imaginabas. Y afortunadamente, en mi casa mis padres siempre tuvieron una actitud muy liberal. En mi familia estaban suscritos, mis padres se suscribieron al Círculo de Lectores. No sé si lo conoces, ¿pues el Círculo de Lectores estaba también en América Latina?

APR: Claro, por supuesto, sí, histórico.

NB: Sí. Pues aquí tuvo muchísima importancia. Entonces mis padres se suscribieron al Círculo de Lectores y entonces, como bien sabes, cada mes venía un comercial con la revista, con las novedades. Y en casa siempre nos dejaron total libertad para que pidiéramos lo que quisiéramos. Y gracias al Círculo de Lectores, mi hermana mayor y yo, que eramos muy lectoras, nos fuimos haciendo con nuestra biblioteca—los clásicos franceses, los clásicos rusos, los clásicos ingleses, mucha literatura norteamericana, mucha literatura española. Entonces combinábamos por una parte como la literatura seria que venía con el Círculo y luego la literatura más juvenil que vendían en una mercería qué había debajo de mi casa. Que lo mismo podías comprar una cinta para el pelo o un jabón para lavar los cacharros que los libros de aventuras de los cinco secretos o los siete secretos. Y aquello realmente fue mi gran ventana, mi gran escapatoria, la literatura.

APR: Increíble, qué bonita respuesta. Fíjate que ahorita que dices si había en Latinoamérica en México, Círculo de Lectura, no recuerdo de mi infancia de México, así que esa respuesta no sé si ahí había. Pero sí recuerdo que cuando fue un poco más grande tenía yo una amiga que iba a visitar y que sus papás tenían todo. Entonces tal vez era porque lo traían, lo llevaban de España. Y sí, efectivamente, pues ese recuerdo de todas tus primeras lecturas se me hace tan interesante y tan emotivo, porque es lo que va construyendo de alguna manera el criterio y la imaginación de un niño lector, en este caso de una niña lectora.

Pues estamos además ahorita que estoy mencionando lo que es estar en la oficina de Juan Casamayor porque estamos en Liber, que fue el pretexto de venir hasta Madrid y estar acá y bueno, eso me parece increíble que se haya dado la coincidencia de verte y de que estés aquí. Y algo que también me llamó mucho la atención, que es un cariño que tengo yo: Tú estudiaste en la Universidad Complutense y en algún momento dije, bueno, igual puedo irme un semestre a estudiar ahí porque es una universidad que admiro muchísimo. ¿Cuéntanos cómo era tu vida de estudiante ahí, el ambiente, tus influencias?

NB: Yo estudié filosofía y en aquella época aquella facultad, la facultad de filosofía, era una facultad muy pequeñita porque muy poca gente estudiaba filosofía. Así que, excepto pues yo creo que el primer año que éramos muchos, a lo mejor éramos ciento y pico en el turno de mañana, había turno de mañana y de tarde, enseguida, en segundo y en tercero nos quedamos los que llegamos al final queremos treinta o cuarenta, muy pocos. ¿Qué significó para mí? Bueno, para mí fue… ten en cuenta que venía de un colegio religioso como te decía antes, un colegio segregado, entrar en la universidad… además  un colegio de un barrio de clase media, donde todo estaba muy uniformizado, las familias eran muy parecidas, el nivel económico era muy parecido, entonces la universidad fue un mundo. La universidad es pública, allí nos juntamos gente muy distinta que venía de ambientes sociales muy diferentes, con niveles económicos muy diferentes, con ideas muy distintas. Y eso para empezar fue una experiencia muy enriquecedora. Y claro, el gran lema de filosofía, sapere aude, del poema de Horacio—atrévete a saber, atrévete a aprender y realmente la facultad significó eso para mí, filosofía significó eso para mí. La audacia de atreverme a entrar en libros que nunca hubiera abierto porque me hubieran asustado, porque hubiera pensado que eran inaccesibles , porque no hubieran tenido nada sin tener las herramientas o sin tener la guía de los profesores. Y filosofía cambia todo eso. Me dio primero eso, lo que te decía, la audacia de entrar en textos en principio inteligible, la sorpresa de irlos entendiendo, de poder comprenderlos. También el regalo de las herramientas para acceder a ellos y poder utilizarlas y poder comprender e incluso lo que no se comprendía. Porque yo salí de la carrera con muchas zonas de ignorancia, de desconocimiento que me parece normal. Eran nada más cinco años de carrera, de una carrera como filosofía, pero dio igual porque yo tenía las herramientas para utilizarlas en caso de que quisiera proseguir por este autor o por otro, profundizar. Para mí fue un regalo enorme gracias a la carrera y a la gente que conocí en filosofía. Yo perdí el miedo a los textos intelectualmente complejos, lo perdí y eso es muy importante. Luego tuve que pasar otros filtros para también deshacerme de ese corsé también de solemnidad y de seriedad que supone la filosofía para poder entrar en un ámbito más ligero. Y al final creo que he aprendido después de muchos años a combinar las dos cosas, las herramientas de la reflexión con las herramientas de la ficción. Porque ambas permiten ir más allá de la superficie de las cosas de una forma nueva. Parece complicado pero desde la filosofía siempre se tiene mucho desdén hacia la ficción, la ficción tampoco siente agrado hacia la filosofía, le parece complejo, plúmbeo a los filósofos y lo otro le parece liviano. Pero sin embargo hay un camino en el que ambas marinan, como se dice en gastronomía, y es muy interesante porque aprendes a decir, por lo menos es lo que he aprendido yo, a decir las cosas yendo al hueso del lenguaje. Y consigues que tras una aparente simplicidad, estés transmitiendo cosas mucho más profundas.

APR: Que increíble, eso del maridaje me gustó. Es cierto. Bueno, algo que admiro mucho es como… si la filosofía informa a las escritoras que escriben ficción, pero no por eso están escribiendo un tratado filosófico, pero se siente, se ve algo, trasluce esa formación y lo vi en los artículos que escribes, también en Letras libres. Es muy interesante lo que escribes también en El País, porque hay su espacio de reflexión, ¿no? Cuéntanos sobre esa experiencia, de ese espacio que es la revista y que te permite explorar otros temas.

NB: Pues tanto la revista como el periódico básicamente son un terreno también de experimentación con el lenguaje. Porque ya no estamos ni en el campo de la reflexión, ni en el campo de la ficción, estamos en otro campo que sería el… no sé si llamarlo el del periodismo, pero si es el de los medios, un lenguaje que tiene una parte de espectáculo, como si dijéramos, porque va a un público que ya sabes que va a ser muy amplio. Y entonces también lo que tú escribas, digamos, debe encajar dentro de un modelo en el que, siendo serio, no seas abstruso. Y en el que, siendo accesible, no seas superficial. Y al mismo tiempo también ese medio, te permite utilizar el ingenio, el humor en un momento dado la ironía, porque sabes que es muy inmediato. Pero bueno, te digo todo esto, yo soy maestra de nada. Para mí está siendo todo un campo de prueba y error y de aprendizaje.

APR: Interesante. Bueno, pues la señora que está sentada enfrente de mí tradujo a James Joyce. Y bueno, pues me fui de espaldas cuando leí eso en tu bio, ¿cómo es que llegas a la traducción y cómo fue traducir a este gran hombre de la literatura?

NB: Llegué a la traducción por motivos nada románticos ni intelectuales, llegué a la traducción por razones económicas. Es muy difícil vivir de la literatura y en un momento dado tuve que plantearme el… trabajar en algo que me diera unos ingresos estables. Ya me habían propuesto muchas veces traducir. Pero tengo muchos amigos traductores que me habían prevenido que para vivir de la traducción es preciso traducir muy rápido. Y yo no soy rápida, yo soy lenta porque soy muy perfeccionista, que eso es un vicio irrecuperable. Entonces me había retenido porque pensé, bueno, “Si no va a ser rentable, para qué me voy a meterme en este berenjenal?” Pero llegó un momento en que el traductor que traducía a Banville y Black—bueno, que es el mismo, el heterónimo de John Banville es Benjamin Black— [el traductor] murió. Y yo lo conocía, tenía muy buena relación con él, y me lo ofrecieron y pensé, bueno, a lo mejor esto es una señal del destino…

APR: Claro.

NB: …voy a heredar a su autor. Así fue como me metí, descubrí efectivamente que no iba a ser nada rentable. Que iba a ser un tormento, que fue un tormento, pero luego descubrí que era fascinante. Y además fue como un hallazgo espectacular porque daba igual que yo trabajara como escritora, nada en la escritura a mí me había hecho detenerme para reflexionar sobre lo que significa el lenguaje como lo hizo la traducción.

APR: Qué increíble.

NB: Entonces bueno, por llegar a James Joyce para no salirme mucho del tema, me propusieron la editorial Navona, que tenía una colección exquisita de libros entelados, con unas ediciones muy cuidadas. Tenía una colección, que lo que hacían era seleccionar fragmentos de novelas, por ejemplo, imagínate de Ulises de Joyce pues el último capítulo, que es el monólogo de Molly Bloom. O del libro de relatos Dublineses pues el último relato que es el de “Los muertos.” Cogían extractos de obra autónomos y los publicaban con traducciones muy cuidadas, y me propusieron que tradujeran “Los muertos.” Bueno, a mí “Los muertos” me parecía un relato bellísimo, en su momento me apasionó la película que hizo John Huston. Me encantó la parte final, me pareció bellísima. Entonces pensé, “Bueno, nunca voy a tener la oportunidad de volver a leer el relato con la intensidad a la que me va a obligar la traducción,” que es lo que hace la traducción. Porque la traducción realmente es una lectura atentísima, incisiva, muy exigente de un texto para que no se pierda nada en el paso del idioma de origen al idioma de destino. Pensé, “Nadie me va a regalar meses de estar absorbida por ese relato que para mí es una belleza, esto es un regalo.” Y dije que sí inmediatamente. La verdad es que estoy muy agradecida, me parece que ha sido un privilegio enorme y disfruté mucho, aprendí mucho. Sentí la responsabilidad y al mismo tiempo, como eso, el privilegio de tocar la belleza de Joyce e intentar de alguna forma que esa belleza no se perdiera, aunque fuera distinta, pero que no se perdiera. Joder eso es un privilegio.

APR: Me encanta tu respuesta, me encantó lo de la intensidad que no ibas a volver a leer con la intensidad que te lleva la traducción. Y lo que son las coincidencias en esto que hacemos en Hablemos escritoras, una conversación, una lectura te lleva otro. Ahorita en el avión camino acá venía yo leyendo una reporte sobre traducción sobre el problema del 3 por ciento, que es que en Estados Unidos no se traduce en libros más que ese 3%. Y ahí está en ese reporte que hace PEN un artículo, un capítulo que escribe Esther Allen. Esther Allen, que está también en el podcast, es una traductora muy reconocida en Estados Unidos y ella hablaba de un término que acuña que es la censura económica de las editoriales. Que las editoriales no apuestan después para traducir los libros porque tienen miedo de las pérdidas y, por otro lado, tiene que ser cautelosos porque igual esa traducción no va a pagar, ¿no? Entonces de alguna manera, las editoriales que sí se atreven o que se especializan en traducción, pues es una manera de decir, “confío en el libro y confío en la traductora.” Porque la traductora puede o el traductor puede de alguna manera hacer crecer ese texto, incluso conseguir un premio, ganar un premio. ¿Qué opinas tú de la traducción hoy en día? Porque antes era como, bueno a veces el azar, y ahora hay una intención de traducir libros.

NB: Ahora mismo existen profesionales apasionados por la traducción, mujeres y hombres que viven la traducción con una exigencia, con una vocación. Porque realmente para dedicarte a la traducción, que no es una actividad económicamente rentable, solamente insistes cuando realmente hay eso, un apasionamiento por tu oficio, por el lenguaje, por las obras, por la literatura, por la no ficción. Entonces creo que hay gente ahora mismo muy, muy preparada. Por el otro lado, que es la parte editorial a habido cambios, cambios además que yo creo que se originan en el ámbito anglosajón, todo este movimiento de exigir que el nombre de la traductora o el traductor estén en el libro, en la cubierta del libro, en la portada o en el canto o en la contra, pero que figure. Ese reconocimiento de la labor de quien traduce. Entonces ese movimiento ha tenido un efecto también en el ámbito editorial en español. Cada vez es más frecuente encontrar que el nombre de las personas que traducen están en en la cubierta. Creo que todavía, desgraciadamente, desde las editoriales no existe un reconocimiento de la importancia, del valor que tiene la traducción. Evidentemente, hay excepciones; esta casa es un ejemplo, Páginas de espuma da muchísima importancia a las traducciones porque sabe que el producto que llega a la librería traducido tiene que ser óptimo y para ser óptimo requiere que su traducción sea la mejor posible, que sea una traducción excelente. Entonces, Páginas de espuma apuesta muy fuerte por sus traductores, les da mucha importancia, les da mucha visibilidad. Como Páginas hay otras editoriales, pero la realidad es que sigue habiendo mucha mezquindad económica en el mundo editorial general hacia la figura de las traductores y los traductores. Y en el fondo, yo creo que no hay una conciencia de que el desprecio que se hace a quien traduce, en realidad es un desprecio a quién ha escrito la obra. Y es un desprecio hacia quién va a leer el libro, porque la traducción que resulte está directamente relacionada con el libro que tú públicas y pones a la venta en librería. Aquí hay una traductora, Esther Benítez, muy reivindicativa que defendía que cuando las lectoras o los lectores leyeran un libro traducido y descubrieran que estaba mal traducido fueran directamente a la librería donde lo habían comprado y lo devolvieran. ¡Porque el producto estaba defectuoso! (se ríe) Al igual que tú compras una prenda de ropa y la puedes devolver si tiene un rasponazo o un agujero o compras fruta y si está mala, está pasada, pues también la devuelves. Pues el libro es una mercancía. Entonces ella reivindicaba devolverlo a la librería, porque tú has pagado un dinero por un producto bueno y no es bueno. Bueno, ella se encargarían las librerías de que ese libro fuera devuelto a la editorial, el editorial le reembolsara el dinero que ha pagado la librería. Y efectivamente, creo que si eso pasara, muchas cosas cambiarían. Lo que pasa es que aquí llegamos a otro factor muy importante y es que somos muy malos lectores, muy malos lectores. Sabemos leer, es decir, sabemos enlazar palabras, pero realmente no sabemos saborear un texto, disfrutar un texto, detenernos en el texto. Ya no solamente cuando leemos la mayor parte de nosotros cuando leemos lo que nos interesa es el qué—la historia, la tensión, cómo acaba, las sorpresas, el suspense… Pero no nos detenemos y es igual de importante. Bueno, en el caso de la literatura es tan o más importante el cómo, ¿cómo está contado? No nos lo han enseñado y como no nos lo han enseñado, no lo hemos aprendido. Se puede aprender de forma autodidacta, pero la mayor parte de nosotros no sabemos leer. Y como no sabemos leer, no reparamos en que hay libros que se leen mal porque no están bien traducidos. Entonces, bueno, ahí empieza toda. Pero digamos que ahora ya así al sistema educativo, ¿cómo es posible que los colegios no enseñen bien a leer? ¿Cómo es posible que las universidades de filología no enseñen bien a leer? ¿Cómo es posible que en la universidad en general, no se enseñe bien a leer, a la comprensión del texto?

APR: Fundamental lo que estoy diciendo, totalmente fundamental. Definitivamente. Y ahorita que estás hablando de la traducción, que sí son traducciones buenas o malas, pienso en que acabamos de publicar la primera novela escrita por Rosa Beltrán traducida en inglés con una traducción preciosa de Robin Myers. Y el trabajo de edición de ese libro fueron vueltas y vueltas, o sea, ella es impecable, pero es como todo perfeccionista y corregía y demás y después la siguiente edición. Así que si un libro que está cuidado siempre se agradece mucho, ¿no? Increíble.

NB: Aparte, este trabajo de edición yo creo que es el trabajo más interesante. El trabajo de creación, por supuesto, es fundamental, pero el trabajo de edición, cuando el texto pasa ya a la traductora o a la correctora o a la editora y empieza el viaje de ida y vuelta de la autora, pues a la traductora, al editor, o al contrario, ese viaje es interesantísimo porque es un viaje riquísimo.

APR: Claro, definitivamente. Y bueno, se nos está acabando el tiempo y antes tenemos a fuerza que hablar de La impostora. Porque hablando de traducción, precisamente una de las cosas que estás diciendo con una sinceridad de más que me parece riquísima, estás cuestionándote esta idea también de la traducción y de cómo el acto de traducir te devora, ¿no? Devora de muchas maneras y tiene incluso que hacerse con calma, hacerse despacio. Muy interesante hablas… utilizas una palabra en alemán, unheimlich. Y unheimlich es este sentimiento exagerado por algo. Pensé en la precisión, por ejemplo, del alemán, una palabra como gemütlich que difícilmente la puedes traducir al inglés o al español, aunque puedan decir cómodo o cozy (en inglés), que gemütlich es gemütlich, ¿no? Así es ¿no? Entonces haznos un comentario breve acerca de eso y de algo que dices, y me gustó muchísimo esta frase, escuchen los que nos están ahorita siguiendo que estamos conversando con la escritora y traductora Nuria Barrios, escuchen lo que dice: “Mi hogar como escritora es la lengua.” Que mucho resuena con lo que acabas de decir. Cuéntanos brevemente de este libro.

NB: Antes te comentaba que el gran descubrimiento que tuve cuando entré en el mundo de la traducción fue darme cuenta de que si hasta ese momento el camino seguido en la literatura era el de hacer conocido lo desconocido, el camino de la traducción invertía todo el proceso y hacía desconocido lo conocido. Y lo conocido era la lengua, la lengua con la que yo trabajaba de repente al traducir, la lengua, mi lengua materna se me deshacía entre las manos. Porque como los idiomas no son espejos unos de otros, no encontré… es imposible encontrar expresiones, o muy pocas veces, palabras, formas de decir un estado de ánimo o un pensamiento o una reflexión. Era muy difícil encontrar algo idéntico. Y eso hizo que de repente tuviera consciencia de que la lengua es una ficción. La lengua es pura ficción. Hemos decidido llamar a la charola, charola como podíamos haberla llamado lámpara. Hemos decidido llamar al vaso, vaso, igual que le podíamos haber llamado alfombra. ¿Eso qué significa? Que desde el momento en que el lenguaje es pura ficción, traducir la ficción, que son las palabras, te mete en un estado de inseguridad, de intranquilidad, porque el alma de esa ficción es la ambivalencia. Las cosas se pueden decir de muchas maneras y a quien traducen nadie le dice cuál es la manera. Pero es que además, muchas veces quien escribe tampoco sabe exactamente cuál era la intención última de lo que está escribiendo. Puede pensar que su intención es esta y cuando llega el libro a los lectores, la intención se multiplica en tantos lectores como lean el libro. Qué pasó eso, que me sentí huérfana, lo que te decía antes, si para mí como escritora la lengua era hogar, cuando la lengua se me deshizo entre las manos, las paredes de como los tres cerditos, el cuento de los tres cerditos, ¿no? Yo pensaba que tenía una casa de ladrillo y era de papel y se vino abajo. Cuando se me vino abajo la casa, descubrí que era huérfana. Pero luego todo eso dio pie a un proceso muy interesante porque me di cuenta también que para que yo me apropiara de lo que era extraño, que es el otro idioma, para que yo lo hiciera familiar, era necesario que lo que era familiar, que era mi idioma, se volviera extraño de alguna forma. Era como sabes, como nivelar dos probetas, nivelar el nivel y era ese juego, ese juego era preciso. Y bueno, eso me lleva a muchas reflexiones sobre la identidad, sobre lo que significa la traducción también como un ejercicio de extrañeza, pero también de hospitalidad del otro, de la alteridad, el reconocimiento de la alteridad que hay dentro de nosotros mismos, de nosotros, de la extrañeza que hay dentro de nosotros mismos. Bueno, dio a pie muchas reflexiones que están directamente relacionadas con la vida, con nuestra vida, con nuestras creencias. En realidad el libro La impostora, entre muchas otras cosas, es también un discurso contra el totalitarismo identitario. Es como no existe nada como la identidad, es una máscara, como el idioma es una máscara, y todos somos un juego de máscaras. Aceptemos esto y a partir de ahí, bueno, ya te digo, se creó un juego reflexivo que me permitió combinar al mismo tiempo como la angustia y la riqueza, ¿no? El tormento de lo que estará descubriendo y al mismo tiempo el asombro ante lo que eso significaba, que es la aceptación de lo extraño que hay en nosotros.

APR: Claro. Ahorita que hablas de la máscara, qué atinada la portada de Páginas de espuma con ese libro ¿no? Y esa máscara está fabulosa, porque además es el corte de papel que está desenmascarando, me encanta.

NB: Sí, sí. Fíjate que la palabra máscara viene del griego, viene de Dionisio. Que fue quien introdujo la máscara en el teatro. Y en realidad introdujo el elemento de la máscara, literalmente porque permitía amplificar la voz y eso está muy bien porque cada una de nuestras máscaras lo que nos permiten es amplificar una voz concreta.

APR: Me encanta, me acabas de regresar a mi momento cuando daba yo clases de teatro y les decía yo a los alumnos, “Imagínense estos estadios enormes, todos los anfiteatros…

NB:  Al aire libre, ¿no?

APR:  Eso …Y no oían lo que estaban diciendo los personajes abajo, los actores.” Entonces, con esta máscara que termina después siendo la misma máscara para el doctor, reconocían que que ese era el doctor que estaba hablando (se ríe). Me encanta, Nuria que me regresase a ese momento. Pues la verdad es que me emociona mucho esta conversación porque hay muchísimos matices, muchas cosas en tu obra que me suenan ahorita tan importantes de repensarlo. Sobre todo en este auge de la traducción y en este auge también de tratar de comercializar los libros y la traducción está haciendo mucho de eso, pero entonces hay que pensarla desde dónde nos pensamos también, ¿no? No sólo como traducción, sino como un arte y un proceso creativo. Bueno, pues la verdad es que la ocasión, el lugar maravilloso, acá todo lleno de libros y bueno, acá Edgar Allan Poe por todos lados, pues es más emocionada porque mi hijo Christian nos acompaña hoy y él ya nos ayudó aquí a instalar micrófonos. Y bueno, de verdad les va a gustar muchísimo leer a Nuria Barrios. Ahora hay que vivir de esta re-edición de este libro maravilloso, esta idea de Amores patológicos. Y bueno, mil gracias Nuria por venir a Hablemos escritoras.

NB: Mil gracias Adriana, yo quiero aprovechar para darte las gracias por tu trabajo. Me parece admirable esa empresa titánica de dar a conocer a las autoras en español al ámbito anglosajón, porque es imprescindible. La literatura cuanto más se mueve, más posibilidades tiene de sobrevivir y de multiplicarse además. Y ese trabajo es un trabajo muy terco, requiere mucho tesón y también mucha pasión. Lo que decíamos antes de los traductores y el beneficio de lo que se consigue es enorme, así que yo te lo agradezco infinitamente.

APR: Pues mil gracias. Qué palabras tan lindas, muchísimas, muchísimas gracias. Y en nombre de todo el equipo, porque somos un equipo, y la verdad es que cada una de las piezas de él son invaluables. Gracias de nuevo Nuria, autora de La impostora, felicidades por tu obra. Muchísimas gracias. Yo soy Adriana Pacheco y esto ha sido Hablemos escritoras en vivo desde Madrid, España.

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APR: Una vez más, muchísimas gracias a Nuria Barrios por esta bellísima bellísima conversación. Muchas gracias a Juan Casamayor, que nos ha abierto las puertas con tantas escrituras. Les doy las gracias también a nuestros colaboradores: Fernando Macías Jiménez, ingeniería de audio, Brenda ortiz, todo lo que social media y administración. Christian Josefi, edición de podcast y Lilianna Valenzuela, Giulianna Zambrano, Francesca Dennstedt, Gisela Heffes, Isabel Ibáñez de la Calle, Rose Mary Salum. Un verdadero placer y un gusto haberlos tenido en este episodio. Y los invitamos a que nos sigan en las redes, que visiten nuestra página web, hablemosescritoras.org, y que vean todo lo que hacemos cada semana. Suscríbanse a nuestra página, suscríbanse a nuestro newsletter para que vean de qué estamos hablando cada día. Nos escuchamos en el próximo episodio. Yo soy Adriana Pacheco, muchas gracias.