Hablemos, escritoras. Switch to our version in English

Jenny Valencia Alzate.

Episodio 488 Acercándonos a escritoras

01/25/2024 · Adriana Pacheco

La literatura es una tabla de salvación"

Adriana Pacheco: Qué gusto recibiros una vez más en este episodio de Hablemos escritoras. Hemos recorrido el país, estamos empezando a recorrer el continente y ahora nos encontramos, precisamente en México, con una escritora que les va a encantar. Porque además está también en el teatro, está en el performance, es docente, es investigadora, tenemos el gusto de recibir hoy en Hablemos escritoras a Jenny Valencia. Nosotros somos Hablemos escritoras, una comunidad que crece día a día gracias a ustedes y a la generosidad de las escritoras que nos regalan su tiempo, su historia, sus experiencias, sus libros. Es maravilloso llegar con ustedes cada semana. Por favor visiten nuestra página web, vaya suscríbanse a nuestro newsletter, síganos en social media y recuerden estamos en todas las plataformas de audio, pero estaría magnífico que visiten nuestro canal de YouTube para ver nuestras reseñas de libros y también que vayan a nuestra página web para que visiten la enciclopedia más grande del mundo en escritoras en español del continente, España y los Estados Unidos. Yo soy Adriana Pacheco y le doy la más cálida bienvenida a Jenny Valencia. Bienvenidos.

***

APR: Recientemente, en este año 2023 sucedió que nos invitaron a Guadalajara a celebrar el día de la escritora. Y fue una cosa maravillosa. Estuve ahí conviviendo con muchísima gente, muy interesante, increíble, pero tenía dos sorpresas reservadas. Una de ellas fue una gran escritora a la que tengo muchísimo cariño, Elsa cross. Y otra fue una escritora que no conocía y que me fascinó conocer, ella es Jenny Valencia. Y hoy nos acompaña Jenny Valencia en este micrófono. Bienvenida Jenny.

Jenny Valencia: Buenas Adriana, es un honor para mí estar aquí y quiero, pues también extenderle un saludo muy afectuoso a toda la querida especie lectora que consulta esta plataforma maravillosa que es Hablemos escritoras.

APR: No, pues me da muchísimo gusto porque estás hasta Colombia. Entonces ahora estamos trayendo una voz a este universo de Hablamos escritoras, una escritora colombiana que además es performer, que además es actriz, que además es profesora. Y bueno, qué maravilla. Cuéntanos, yo sé que después de que nos vimos en Guadalajara regresaste ahí invitada por Carmen Villoro. Qué maravilla, ¿verdad? haber estado con Carmen Villoro, y bueno, estuviste ahí otra vez, ¿por qué?

JV: Bueno, claro, la primera vez que nos encontramos fue para este encuentro del coloquio internacional de escritor, hace como tú dices, estuvo maravillosa esa posibilidad de poder conocer a tantas mujeres que estaban trabajando en torno a la literatura, pues en el continente, ¿no? Y luego regresé porque yo gané una beca de circulación internacional de la Secretaría de Cultura de Cali, que es la ciudad donde vivo y pues fue una oportunidad perfecta. Y Carmen también quería que volviera, porque queríamos hacer como establecer una comunicación con los adolescentes en Guadalajara y también como en algunos pueblos de alrededor. El performance que tuviste, que es Gorda, que es un performance que está hecho para la población adolescente del colegio y que trabaja un tema muy importante, que es el bullying o matoneo en torno al cuerpo femenino. Pues nos parecía importante que este performance pudiera llegar a más chicos de diferentes prepas y colegios, de allí en la ciudad de sus alrededores. Entonces regresé a eso, a presentar Gorda y también a presentar mi libro de cuentos de terror, El diablo del barrio Obrero. Fue un encuentro maravilloso, yo casi que te puedo decir que salí estremecida, por ejemplo, del encuentro que tuvimos con los estudiantes de la Prepa Tepa, ver a las chicas al final de la función llorar, muy emocionadas porque de alguna manera lo que me comunicaron después fue que ellas sentían que este performance un poco hablaba por ellas y en los dramas que siguen viviendo hoy en día las chicas adolescentes acerca de los estereotipos que hay sobre sus cuerpos. Esto es una experiencia muy bella, Adriana.

APR: Me encantó, me encantó ver Gorda. Fue una de las experiencias más sorpresivas, más sorprendentes que he tenido en cuestión de ir al teatro, porque yo no me esperaba hacia dónde iba a venir la trama. Yo me esperaba… que además trajeras todo, traías todo en una maleta, en un paquetito y de repente se convirtió en un escenario. Y tenías todos estos elementos culturales de la cuestión pop, de cómo es la sociedad, de cómo son los chicos, estas expectativas de ser aceptadas. Como siempre, todas nosotras de niñas, de jóvenes, queremos ir al baile, a ese baile maravilloso en donde va a estar el chico que nos gusta, ¿no? Y yo aprendí muchísimas cosas ese día y una de esas cosas fue cómo se llama la persona que hace los mandados y que va a decir quién le gusta quién y es la que hace los secretos, ¿cómo es el nombre?

JV: Claro, Gorda está centrado en el universo de “las razoneras”, acá en Colombia son las razoneras. Pues que son las chicas, también puede ser un chico un razonero, a los que los amigos, las amigas le dicen, “Por favor, ve y dile Fulana de tal que me gusta mucho, que si nos vemos a las 7:00 de la noche en el parque o nos vemos al descanso en el colegio.” Y Gorda es eso, es una chica que es razonera que tiene 14 años, que es gorda y que es la razonera de todos sus amigos y pese a que está enamorada del chico más guapo del barrio, pues está enamorada sin esperanza alguna. Entonces ella, igual está como también muy a gusto con su papel de llevar y traer razones porque sabe que sin ella no habrían noviazgos en el barrio.

Y lo que tú dices de que es, pues que como en una maleta yo llevaba todo eso, que luego se convirtió en un teatrino. Claro, es como guardar en la maleta los recuerdos de la adolescencia. Aquí en Cali, la salsa, este contexto cultural que ha estado tan plagado de violencia, de erotismo, de sobrevivencias, es todo eso guardado; allí confluyen como todos estos elementos.

APR: Tenían que haber visto en lugar, porque además lo hicieron maravillosamente, Fernando Torres y Carmen Villoro, de verdad, la Secretaria de Cultura del Estado de Jalisco apoyó tanto, pero entramos y estaban, bueno yo no sé, eran como más de 100 chicos, ¿no Jenny, más o menos?

JV: Habían exactamente… eran 150 estudiantes.

APR: Increible.

JV: Más las otras personas adultas que estábamos allí. Obviamente ustedes que estaban invitadas al colegio. Y los profesores y las profesoras y que estaban allí. También fue una sorpresa que me llevé allí en esta presentación, que fue una familia colombiana.

APR: ¡Sí!

JV: Una chica que está en embarazo con sus padres, era una familia de personas afros y ellos se acercaron luego, muy conmovidos, a decirme que se había sentido muy identificados con la música, entonces, claro, el auditorio estaba a reventar.

APR: A reventar, a reventar. Pero además, con la cercanía ya sabes que a veces, bueno, tiene uno un espacio entre el escenario y el público, acá no, acá estábamos ahí junto a ti. Y como comentamos varias veces con Carmen, el script, o sea, el escribir la obra, no nada más el performance, la actuación, sino el haber escrito esto de una manera maravillosa, pues te felicito, Jenny. La verdad es que nos dejaste emocionados, a todos con un nudo en la garganta y a la vez como gozosos ¿no? Gozozos de haber compartido esto, fue casi una catarsis colectiva.

JV: Así fue realmente el hecho de escribir esta obra. Mira, yo siento que obviamente todas las personas hemos llegado de maneras distintas a la literatura. En mi caso, la llegada de la literatura fue por una cuestión de sobrevivencia emocional. Y esta obra es también eso. Yo siento que todos los textos que he escrito es para poder procesar las cosas que veo, que me han pasado. Y Gorda, pues finalmente es un texto autobiográfico, casi que una crónica diría yo. Y el escribirlo para actuarlo fue también un ejercicio catártico, como aludiendo a ese término de la catarsis en el teatro, que es como poner allí todas las emociones en el escenario. Y fue muy importante para mí poder escribirla para después actuarla porque no sabes escribirla todo lo que me significó, tenía que parar a veces cuando escribía un fragmento a llorar, para acordarme de todo lo que yo había vivido en mi adolescencia. Sí y aparte, pues valga la oportunidad para contar porque Gorda… me decidí a escribirla también porque el chico protagonista de esa obra, al que se hace alusión allí, pues era mi gran amigo, fue mi primer novio y a él lo mataron. Ya estábamos grandes cuando lo mataron y yo me di cuenta, esto fue un golpe tan tenaz que yo solamente pude un poco como cerrar ese proceso de duelo escribiendo a esta hora.

APR: Qué bárbaro, sí, increíble. Y además hablas muy bien de cómo la violencia se va robando a los chicos, ¿no? Y cómo hay estos bandos y estos grupos y muchos de ellos entran por una malentendida masculinidad y muchos de ellos por hambre, por algún tipo, nada más de confusión que estaban ahí en ese lugar y quedan ya atrapados. Es una cuestión muy peligrosa. ¿Y cómo llegas tú a la literatura, cómo son tus inicios en las letras, Jenny?

JV: Yo no soy de Cali, vivía en una ciudad poco más fría, Risaralda acá en Colombia. Resulta que mi mamá, aunque la familia de mi madre son iletrados, o sea son personas que muchos no terminaron ni siquiera la secundaria, pues al mismo tiempo es una familia de poetas y de grandes lectores.

APR: Guau.

JV: Mi madre, por un lado trabajaba limpiando casas, pero se leía unas novelas enormes y yo crecí viendo a mi madre leer. Pero además de eso, me acuerdo que tenía cuatro años, un poco antes de que mi papá se muriera, y en la casa teníamos un juego establecido por mis papás, mi papá era cantante, entonces mi papá hacía como una especie de sesiones de radio experimental casera. Entonces en una grabadora ponía un cassette, ponía play rec y él la hacía a veces de locutor y empezaba a presentar a los supuestos artistas que se iban a presentar que no eran más que mi mamá, mi hermano y yo. Y mi mamá, me acuerdo que ella siempre recitaba un poema, que a mí a los cuatro años me parecía tenebrosísimo, que se llama “La araña” de Julio flores. Cuando mi mamá ha recitado ese poema, a mí me da muchísimo miedo. Y yo empecé a vincular el hecho lo que estaba en los libros, porque mi mamá tenía el libro de Julio flores, lo que estaba en los libros era algo que se podía convertir en imágenes en tu pensamiento. Y al ver a mi mamá declamar este poema, pues empecé a sentir curiosidad por leer. Y me enseñaron a leer muy temprano, yo a los cuatro años aprendí a leer y a escribir además, y me aprendí todas las fábulas de Rafael Pombo, o varias de las fábulas de Rafael Pombo, y empecé también a querer recitarlas en estas sesiones de radio experimental un poco a medio lengua. Porque además a los cuatro años no es que hablara muy bien. Entonces esos eran mis primeros contactos con la literatura como una lectora. Ya después, quince días antes de que mi padre se muriera yo cumplí años y yo me acuerdo que mi papá me dio un regalo y era un maletín azul con un botón rojo y adentro tenía un cuaderno y un lápiz, y mi papá me dijo, “tenga escritora, esto es para usted.” Yo no tengo ni idea por qué mi papá quince días antes de morirse, me dijo “escritora,” pues una niña de cuatro años no tiene muy claro muchas cosas, pero mi papá me entregó ese maletín con ese cuaderno y ese lápiz y fue…te digo como si fuera una carta del tarot (se ríe) en mi destino, porque luego, pues efectivamente, me convertí en escritora. Las primeras veces que yo escribí fue como lo decía ahorita por querer hacer como catarsis o por sacar todas las emociones de una adolescencia y una niñez muy difícil, donde está muy sola y pues solamente encontraba refugio como en escribir y en los libros. Entonces para mí Adriana, la literatura ha sido más… es como una tabla de salvación, o sea, yo en la literatura lo he invertido todo sin esperar nada. Sí, incluso en sus inicios ni siquiera pensar en publicar, ya luego las otras cosas fueron viniendo, pero mi encuentro con la literatura fue por una cuestión de sobrevivencia.

APR: Bellísimo, qué conmovedor lo que estás contando. Y de verdad que bueno, tu papá en donde quiera que esté ha de estar emocionado y contento de ver todas las cosas que has hecho y las que sigues haciendo. Antes de entrar a tus libros, me gustaría que nos contaras brevemente sobre este bellísimo intercambio que hicieron de cartas, tus alumnos con otros alumnos. Porque además tienen que saber Jenny Valencia también es profesora y eso pues obviamente le llega a los chicos la literatura de primera mano. ¿Cómo fue esta aventura de escribirse cartas a la distancia entre Colombia y México?

JV: Claro, la cuestión es que cuando yo empiece a ser profesor Adriana, yo me planteé algo y dije, “yo quisiera ser una profesora como la profesora que nunca tuve” (se ríe). Porque yo me siento muy conectada con la adolescencia y siempre trato de recordar cuáles eran como los tedios que como estudiante adolescente vivían en la escuela.

APR: Claro.

JV: Entonces allí fue cuando empecé a ser maestra dije, “voy a incluir elementos que yo he visto en el teatro y en la literatura para hacer mis clases más lúdicas y para llamar la atención de los estudiantes y poder conectarlos con la lectura y la escritura que no es tan fácil.” Entonces, ¿qué ocurrió con las cartas? Cuando surgió la posibilidad de ir a México, siempre que yo viajo a mí me interesa como no solamente vivir experiencias como escritora, sino que poder como llevarlas al plano de la docencia. Entonces allí hablando con Carmen Villoro, le dije, “Carmen, qué posibilidad habría? Es que en este momento yo a mis estudiantes de séptimo de Cali, el Colegio la Arboleda, les estoy dando un taller de escritura de descripción de espacios en los que ellos básicamente escriben sobre los espacios que habitan. Y me gustaría muchísimo poder dar el mismo taller en una escuela en Guadalajara para que este taller de descripción de espacio se convierta como en un taller de carta, donde ellos hablan sobre los espacios que habitan específicamente sobre la ciudad y el colegio.” A Carmen le gustó muchísimo la idea y ella, pues bellísima como siempre, que Carmen es una abridora de caminos, me estableció contacto con una escuela de allá que se llama CEPAC, donde además estudia un chico que ya conoce y terminé dando un taller de escritura en esta escuela. Y primero los chicos de Guadalajara escribieron sobre características de su ciudad, digo, características gastronómicas, culturales, la música que escuchan, qué comida les gusta y también sobre habitar su colegio. O sea, quiénes son sus mejores amigos en el colegio, qué clases les gustan, qué no les gustan, entonces, imagínate. Resultaron alrededor de 68 cartas con unos parámetros iguales que fueron los que yo les di el taller, pero con tonos muy distintos y contando cosas muy distintas. Yo me traje todas estas cartas y cuando llegué acá al colegio donde trabaja Cali, pues mis estudiantes emocionadísimos como si llegara, pues Jaimito el cartero (se ríe). Estaban emocionados por recibir sus cartas. Les entregué una carta a cada uno y ellos hicieron el ejercicio de contestarlos y luego en el segundo viaje, pues las llevé y las entregué a los chicos.

APRR: Bellísima.

JV: Así resulta este proyecto de las cartas, donde además, luego pues yo al ver a mis estudiantes leer, unos gritaban, otros se reían o me otros decían, “Ay, me tocó una niña, voy a tener una novia Mexicana,” u otros decían cosas como, “Mira, también escuchan este cantante que nosotros escuchamos acá” o “¿Qué son tortas ahogadas?”, o sea, todas las preguntas, las cosas, los enlaces que ellos encontraron, los aciertos, todo esto como que lo pueden vivir y fue una experiencia maravillosa como profesora. ¿Qué va a ocurrir? Pues todos tienen sus cartas y vamos a publicar un libro de correspondencia cruzada entre los estudiantes de Cali y los de Guadalajara al final de este año escolar.

APR: Qué maravilla. ¿Y ahorita qué dices de tortas ahogadas? Pues imagínense que anduvimos caminando por esa bellisisisisima ciudad que es Guadalajara. Y bueno, andábamos buscando y viendo los negocios en donde había tortas ahogadas. Y además teníamos a una gran guía que después dijo que ella también era razonera y bueno, razonera es una celestina, es otra manera de llamarla ¿no? Y allí conocimos a Elena Méndez de la Peña, que fue maravilloso, ¿no Jenny?

JV: Ella es un gran personaje. Yo creo que, digamos, uno de los privilegios que tuve en ese viaje, entre otras personas, fue conocer a Elena, que también es una escritora, pero que además, como la picardía que tiene y la posición que tiene al hablar y a la posibilidad y al hablar sobre los temas. Claro, Elenita me contó que ella es una realidad más, una razonera profesional, porque Elena trabajó en una agencia para ser parejas.

APR: Tiene hasta sus tarjetas.

JV: Sí, ella hasta sus tarjetas y tiene unos stickers en el bolso con unas zapatillas de ballet y te los entrega diciendo que esos stickers son propicios para entregárselo a alguien cuando haya que mandarlo de tu citas a chingar a su madre. Entonces Elena es un gran personaje, que gran mujer. Quiero volverla a ver.

APR: Yo también, yo también quiero volverla a ver porque de verdad todas ellas, toda una comunidad maravillosa. Bueno, como si no faltaban cosas que hacer, Jenny también es investigadora. Y en eso tomaba las cosas muy en serio y me da muchísimo gusto que nos compartas el día de hoy un poco acerca de todo esto que has hecho sobre la literatura y las comunidades ancestrales. Porque además has recuperado muchas cosas interesantes de Colombia, ¿no? Y de sus migrantes y desde sus fundamentos y también de sus mitos. Y eso me parece muy interesante porque muchas veces, por ejemplo, se ignora toda esta mezcla afro-hispana, afro-americana, afro-colombiana, afro-mexicana que hay en el continente, ¿no? Cuéntanos un poco sobre esto.

JV: Claro, yo vivo en Cali, que es la segunda ciudad con más población afro en Latinoamérica. La primera sabemos que es Salvador, de variar,en Brasil. Entonces Cali es prácticamente un Palenque urbano. ¿Qué ocurre con todo esto de la discriminación, del racismo? Bueno, hay muchas cosas que afectan el reconocimiento a la diversidad. Pues muchas veces las personas que vivimos en las ciudades estamos apartadas de esas realidades y esas poblaciones. Yo tendría unos 27 años, yo creo, estaba a punto de terminar la universidad y en la universidad había un periódico universitario, que es el periódico cultural, La palabra de la Universidad del Valle y uno de mis profesores maravillosos de creación y novela me dijo, “Jenny, bueno, tú estás haciendo ejercicio de escribir cuento…” entonces él me dice, “estaría bueno que hicieras el ejercicio de escribir crónica, porque García Márquez decía que cuando tú haces periodismo mantienen la mano caliente.” (se ríe) Porque el periodismo funciona de otras maneras, el periodismo investigativo. Entonces a mí me llamó mucho la atención y yo fui al primer consejo de redacción y ocurrió algo extraordinario ese día y fue que el editor dijo, “¿Quién quiere escribir una crónica sobre la colonia nariñense?” La colonia nariñense, para contextualizarte, es una invasión acá en Cali que queda en el distrito de Agua Blanca, conocemos el distrito de Agua Blanca como la periferia en la ciudad, o sea, los barrios de la Vera donde han emigrado desde hace muchos años las familias desplazadas por la violencia acá en Colombia. Y la mayoría de esas familias son poblacionales. Yo alcé la mano emocionada, pero yo pensé que yo iba a tener que pelearme ese texto con todos los reporteros que estaban ahí y cuando yo miré, la única que lancé la mano fui yo. Entonces yo pensé, dije, “Oye, nadie se quiere meter a la invasión,” porque obviamente es un barrio muy peligroso, pues como el pensamiento que se tiene, porque hay pandillas, porque hay fronteras invisibles. Un chico que estaba allí que ya llevaba tiempo haciendo crónica, me dijo, “¿Usted quiere ir allá?” Le dije que sí y él me dio el teléfono de un hombre que hacía allá gestión cultural, que era líder comunitario y que era rapero. Fíjate que yo llamé a esa persona, que se llama John, y él me puso una cita, quizá como a los dos días. Y cuando yo pasé el autobús por allí no fui capaz de bajarme, pero tampoco me bajé más adelante el autobús, sino que esperé que el bús le diera la vuelta a la ciudad como por dos horas más y la segunda vez que pasó por ese lugar me bajé. O sea, que llegué dos horas tarde a la cita y lo llamé de una panadería y le dije, “qué pena, sé que son dos horas tarde, pero aquí estoy.” Y él salió a recogerme en una moto. Ese día yo me di cuenta que yo no conocía Cali. Porque me entró por este barrio donde no había nada por las calles destapadas, habían muchos chicos fumando pues diferentes sustancias, pero además ver a las mujeres con los niños, y en medio de todo ese contexto había una biblioteca. Entonces él me llevaba esta biblioteca y yo empiezo a tener contacto con la comunidad y cuando me empiezan a contar estas mujeres afro de allá cómo habían llegado sus familias. Que en el monte tenían sus fincas, tenían sus animales, tenían sus sembrados, tenían agua, tenían abundancia y vivían bien, pero que fueron desplazadas por los grupos armados y llegaron a la ciudad, a este contexto tan difícil. Ahí también le cambió totalmente la percepción de lo que son las comunidades afrodescendientes y toda su riqueza cultural, porque son personas que en esa situación tan difícil, que han sido desplazados, siguen cantando, tienen una alegría innata como para enfrentar la vida. A pesar de que en la ciudad les matan a sus chicos, porque obviamente llegan sin trabajo, sin saber cómo enfrentar la ciudad. Los discriminan a veces los chicos, no pueden entrar al colegio, entonces terminan por una cuestión de hambre y de sobrevivencia, los jóvenes entrando a las pandillas a vender drogas y a matarse entre ellos.

APR: Qué cosa.

JV: Entonces ahí a mí me cambió toda la percepción y yo dije, “Sí yo voy a hacer crónica de ahora en adelante, yo quiero hacer crónica sobre las comunidades ancestrales en Colombia.” Y ahí empezó un camino maravilloso que me ha llevado a palenques, me ha llevado a resguardos indígenas buscando personajes e historias que tú no ves en la televisión cuando la enciendes. Tú enciendes el televisor y no te muestran a un taita, a un chamán indígena hablando de las problemáticas y la lucha de su comunidad, te muestran otras cosas. Entonces fue como empezó el camino de la crónica y también me he encontrado la literatura. Yo he leído autores afrocolombianos con unos universos narrativos maravillosos en sus libros y esto me ha llevado a las comunidades de donde ellos son, pues a investigar un poco más. Y finalmente pues terminé trazando una línea que son como las prácticas mágico-religiosas de estas comunidades es también un poco como para desatanizar esto de que lo que no es católico, es brujería o un diablo cuando lo ves así, entonces eso va Adriana, mi papel como investigadora.

APR: Es increíble, es fascinante, totalmente fascinante. Fíjate qué coincidencia, acabo de terminar de grabar precisamente a Anjanette Delgado, quien va a ser nueva colaboradora en Hablemos escritoras. Vamos a abrir con ella, gracias a ella, una mujer talentosísima, vamos a abrir con ella una sección que se va llamar “FemCaribeLit” y va a hablar de escritoras caribeñas y de todo lo que ha pasado y lo que pasa dentro de lo que son las islas que se conecta tanto con estos migrantes que han llegado al continente y que muchos vienen del Caribe, que vienen, por ejemplo, de Cuba, de Puerto Rico, dependiendo del país, ¿no? Ahorita muchas de las cosas que me dices me resuenan precisamente con la grabación que acabamos de hacer con Anjanette. Pues muchísimas felicidades por eso y bueno, tienes otra historia fascinante, porque imagínense así. Estamos en el hotel, bajamos a cenar y de repente Jenny llega con sus libros y sus libros se tratan del diablo. Y empezamos con la cena con una plática de lo más interesante, de que el diablo andaba suelto por ahí por Cali, ¿verdad? y se quedó. Llegó y se quedó, según muchos en la tradición y en la leyenda, ¿verdad? Cuéntanos sobre eso.

JV: Claro, va a remontar así brevemente y les contaba ahora que mi padre que se muere cuando yo tengo cuatro años, entonces mi mamá nos cogió a mi hermano y a mí y cambió de ciudad. Y nos vinimos para Cali, que una ciudad totalmente distinta a Pereira, donde yo vivía. En Pereira, una ciudad muy fresca, con unos ríos guaduales, muchos árboles. Entonces llegamos a Cali, una ciudad súper calurosa donde además había población afrodescendiente que yo nunca en mi vida había visto gente afro y se escuchaba muchísima salsa y yo nunca había escuchado salsa. Entonces cuando nosotros llegamos a Cali llevábamos poco tiempo de llegar a esta ciudad y un día, en una Semana Santa, pleno viernes santo… que sabemos que en la Semana Santa se le prohíbe a los humanos disfrutar de todos los placeres del mundo y del cuerpo, entonces pues ya sabemos que hay cosas como que no se puede comer carne roja, no se puede fornicar, incluso dicen que no se puede entrar al río porque la gente se convierte en pescado.

APR: Bueno, mi abuela, Déjame comentarte, mi abuela no nos dejaba ni prender el radio, porque ella era ultra católica. Imagínate, no podíamos ni oír música.

JV: Ay, bueno, eso ya es como el extremo, imagínate. Entonces Cali que es una ciudad tan salsera, tan alegre y la gente tan rumbera, y fíjate que ese viernes Santo salió una noticia en la noche, en los periódicos y en la televisión, era que el diablo se había aparecido en una discoteca, en un lugar que se llama Juanchito acá, que era una zona de discoteca. Eso fue algo que le dio la vuelta, pues a todo el país y yo creo que hasta fuera de Colombia. Se supo porque incluso hubo testigos. ¿Qué ocurrió? Dicen que ese viernes santo unos narcotraficantes mandaron a abrir una discoteca y pagaron para que la abrieran y se enfiestaron con unas chicas muy bellas. Estaban en medio de fiesta escuchando salsa y llegó un hombre guapísimo, todo vestido de blanco, tenía zapatos rojos y sacó a bailar a una de las chicas. Y le dijo, “Por favor, no me vaya a mirar los pies mientras bailamos.” Al parecer, ella no se aguantó, no se resistió y lo miró de pies a cabeza. Y ella pues lo que dijo fue que cuando miró el hombre tenía cascos en lugar de pies. Ella gritó y cuando ella grita, los otros voltean a mirar y la gente que estaba en la discoteca dice que sí, que tuvieron los cascos. Y que este hombre, pues, dio una carcajada macabra y se tiró por una ventana hacia el río Cauca. Entonces allí salió la primera historia que yo escuché en Cali era que el diablo se había aparecido un viernes santo. Imagínate yo, a los seis años, me dije, “¿cómo es que el diablo vive en Cali y le gusta bailar salsa en la de Semana Santa?” (se ríe). Y esa historia a mí me quedó rondando y rondando y no me abandonaba, y ya más cuando estaba más grande dije, yo voy a investigar. Porque además me empezaron a decir, aquí hay un cerro, una montaña que tiene tres cruces y resulta que el cerro de las tres cruces lo crearon por la leyenda de Buziraco, que es el supuesto diablo que se apareció ahí en la discoteca. Dicen que durante la diáspora africana llegó ese diablo aquí a Cali, que venía expulsado de Cartagena. Y que Cartagena lo habían expulsado los sacerdotes católicos, porque cuando los esclavizados tocaban los tambores, se aparecía su figura entre el fuego. Pero además provocó que la ciudad se incendiara, que hubiesen pestes en Cartagena, que fue uno de los principales puertos de desembarco en Latinoamérica esclavizados. Entonces los sacerdotes van al Cerro de la Popa, que es un cerro en Cartagena, y lo expulsan y resulta que pudiera conseguirlo llegar a Cali. En Cali dicen que empezó a pasar lo mismo, que estuvo 300 años suelto en la ciudad y adjudicaron hasta la viruela, o sea, todo lo malo que pasaba era culpa de Buziraco. Y como que la imagen que crearon de Buziraco era que era un murciélago, pero con patas de cabra, o sea, se cuenta como un macho cabrío. Entonces, cuando, además crecí escuchando esa historia, yo me dije, “yo quiero desentrañar esa porque esa presencia está aquí.” Y cuando yo ya empiezo a leer literatura afro, además, escuchar música afroantillana, yo me dije, “aquí hay algo que no cuadra.” A mí no me pueden decir que los esclavizados africanos trajeron el diablo a Colombia, porque es que yo no sabía quién era el diablo, ellos no eran católicos y esa imagen del diablo con fachos y alas de murciélago, ellos no la conocían. Los africanos tenían múltiples culturas, con múltiples deidades. Y me puse a investigar y resulta que a Cartagena también llegaron los yorubas que son, digamos poblados mayormente Cuba y Brasil, por eso existe la santería y el candomblé, pero en Colombia también había yorubas. Pues terminé desentrañando allí que el tal diablo Buziraco, que todo el mundo imagina con cachos y cola y tridente, que es un orisha de la religión yoruba, que es el orisha del tambor, la guerra y la alegría al que se le invoca todo tocando los tambores y bailando. Cuando yo encontré eso dije, “Ahorita sí me explico porque Cali está así y por qué la gente de Cali le gusta tanto la salsa y por qué tenemos toda esa influencia de la nocturnidad, de la coquetería, porque hay un equipo aquí que está dedicado al diablo.” Entonces en ese proceso de descubrir estas cosas, que no las descubrí sola, yo me fui a vivir con una santera cubana unos meses. Viví cuatro meses con ella, vi muchísimas cosas maravillosas, otras también miedosas. No me dio miedo, pero todo también como el del respeto. Entonces allí es donde nace la idea de escribir mi libro Buzirako fútbol club en la que yo quería cuestionar la figura del diablo como ese ser macabro al que se le culpa de todo, para poder sincronizarlo en el libro con Chango, y finalmente configurar a Chango como el santo patrono de la cultura popular en Cali.

APR: Qué interesante. Y ésa se puso en escena, después el libro se convirtió también en una pieza de teatro.

JV: Claro, yo escribo el libro, me gané una beca de publicación para obra literaria de acá de la Secretaría de Cultura. Ese libro lo publiqué después de la pandemia. Fue un libro, digamos, que causó mucho revuelo en la ciudad, pues también por todos los hinchas del América de Cali que hay aquí, que son todos fanáticos del diablo que les llaman. Y allí pues surge la idea de para el lanzamiento, montar el último cuento que se llama “Redención”. Entonces cogimos un fragmento de este cuento y hicimos este performance que se llama Buzirako fútbol club, que es maravilloso porque tuve la fortuna de estar allí con dos actores profesionales que son Edwin Aguilar y Richard Garcés, egresado de la Universidad del Valle. Yo un poco asustada, porque Edwin, por ejemplo, ha hecho cine y ha hecho cine pues como de una talla así gigante, pero Edwin finalmente hizo de Chango y Richard hizo de Buziraco. Como esa figura, pues que son dos figuras al mismo tiempo. Y con performance muy bello que tuvimos la oportunidad de presentarlo en varias partes.

APR: Claro. Otro de tus libros es El diablo de barrio Obrero y otros cuentos de terror, ¿verdad?

JV: Sí. El diablo de barrio Obrero y otros cuentos de terror es el primer libro que yo escrib. Digamos que tiene el nombre del diablo pero sólo hay un cuento allí que se refería al diablo, pero yo creo que ese sería como la semilla de mi inquietud que iba a tener por la figura del diablo, que ya desarrollé muy bien después en el Buzirako futbol club. El diablo del barrio Obrero es un libro que quiero muchísimo, Adriana, porque es el libro, pues que primero me ha hecho escritora en el sentido de que fue el primer libro que yo publiqué. Y El diablo del barrio Obrero nace porque, bueno va a hablar del cuento específicamente que le da nombre al libro. Yo estudiaba teatro, tenía 19 años, y me había leído todos los cuentos completos de Mario Benedetti y, que sobre todo, estaba muy impresionado con el género del cuento. Porque yo hasta ese momento había tenido inquietudes para escribir, pero yo no sabía qué género escribir. Entonces, un día saliendo de la casa de un novio que tenía que era actor, además en un barrio de mala muerte (se ríe), el barrio obrero, saliendo de la casa de él a la cuadra siguiente vi un señor con la nariz de anchura, la piel color cobre, se estaba fumando un tabaco. A ese señor nunca lo había visto por ahí y ya lleva un año de frecuentar ese barrio. Yo me devolví a la casa del que era mi novio, me abrió en el momento mi suegra, Doña Gladys y yo le dije, “Doña Gladys es que yo acabo de ver este personaje en la otra cuadra, ¿ese señor quién es?” Y ella, muy llorona, contesta, “ese es el diablo.” Y yo le dije, “¿cómo, que ese es el diablo?” Entonces me dijo, “ese señor desde que yo lo conozco, es igualito. Yo llegué a los seis años a este barrio, voy a cumplir cincuenta y ese señor está igual. Y por aquí todo el mundo dice que es el diablo.”

APR: Guau (se ríe).

JV: Imagínate yo la película que me armé en la cabeza y además con toda la influencia de Mario Benedetti y yo me acuerdo que yo me senté y escribí el primer cuento de mi vida, que fue “El diablo del barrio Obrero.” Yo guardé el cuento en un cajón, como a los dos días me fui al instituto a estudiar teatro y cuando entré había una fiche promocionando un concurso y yo dije, pues yo voy a mandar eso. Por allá a los cinco meses me llamaron a decirme que ya era la premiación y que fuera. Cuando yo fui a esa premiación era un 23 de diciembre, habían como 200 personas, empezaron a llamar una por una de las personas a darle el diploma de participación y ya después de una hora y media me aburrí. Yo dije, “me voy de aquí a majique, ni me leyeron.” (se ríe) Cuando ya me iba a ir, la presentadora dijo, “bueno, hasta aquí los diplomas de participación, ahorita pues los tres ganadores.” Y cuál no sería mi sorpresa que yo me haya ganado ese concurso. Y a mí me impresionó mucho porque era el primer cuento que escribía en mi día. Pero además era 23 de diciembre, yo nunca había recibido un regalo de Navidad en mi vida. Mi mamá no celebrará Navidad, no tenía dinero para eso. Y me dieron un cheque con 400,000 pesos colombianos un 23 de diciembre, un plato de natilla y buñuelo y un diploma. Me fui de ahí y lo primero que hice fue irme a la Librería Nacional y comprame un libro. Cerré los ojos, di tres vueltas y puse el dedo al estante y me salió Rayuela de Julio Cortázar en la edición de Alfaguara. Lo compré, me lo hice empacar de mí para mí así con papel regalo, me acuerdo que luego me fui a comprar unos tenis, yo dije, “pues sí yo voy a seguir escribiendo, necesito unos tenis para caminar la ciudad.” Y me compré una botella de vino y me fui a la casa de una amigo, que es el director de Gorda de hecho, y en el árbol de Navidad de él me puse el regalo.

APR: Guau…

JV: Entonces así es como el primer cuento que yo escribí y el que le da el nombre al Diablo del barrio obrero. Que luego ya pues seguía haciendo ejercicio de escribir otros cuentos y un día un maestro de universidad me dijo, “Jenny, tú ya tienes como cuentos para publicar un libro.” Y así es como nace ese libro Adriana.

APR: Qué increíble. Bueno, pues ya se imaginarán por qué, ya están viendo porque, invitamos a Jenny Valencia, qué maravillosa toda tu trayectoria, ese espíritu y esa pasión. Porque de verdad estás haciendo muchas cosas muy interesantes. El esfuerzo de hacer nuevas cosas te está trayendo ese reconocimiento que es tan bueno y me encanta. Bueno, vamos a cerrar esta conversación con una última pregunta, bueno, van a hacer dos preguntas: una es, ¿quién es Malicia Zudaca? Y la última pregunta es, ¿en qué estás trabajando ahora, Jenny?

JV: Malicia Enjundia nace en las montañas yanakunas en un diciembre que me fui a hacer una peregrinación con los indígenas yanakuna en el macizo colombiano y resulta que yo iba con trece hombres caminando el macizo colombiano. Yo te estoy hablando de que de mi casa tuve que viajar unas quince horas en un bus, luego en moto por una destapado y luego caminar diez horas por la cordillera central. Una cosa así para llegar allá. Entonces llegamos a un templo sagrado que ellos le llaman la laguna Sucuut, que es la cueva de los espíritus. Yo me sentí tan emocionada cuando llegué a ese lugar que recuerdo que me quité la ropa, pues que en ropa interior y me metí a la laguna. Y cuando yo volteé a mirar los hombres con los que yo iba, estaban temblando de frío, solamente se le veía los ojos porque estaban hasta encapuchados del frío que tenía. El indígena se me acercó y me dijo, “usted la Malicia Enjundia,” yo le dije, “¿por qué me está diciendo eso?” Y me dijo, “porque usted meterse en esa laguna con tres grados bajo cero, hay que tener mucha fuerza espiritual para eso.” Entonces ahí es donde nace este personaje que es Malicia Enjundia, que es una parte de mi personalidad o como un alter ego, que es la que escribe crónica, es la que se mete a los lugares más recónditos, la que es capaz de trasegar la noche, la que es capaz de irse con los fichas para trabajar de los equipos a lugares inhóspitos. Para compartir con la gente y para estar con ellos, ¿sí? Esa es Malicia, Enjundia. Y luego Malicia Zudaca pues es un colectivo que cree con el zudaca que es un cronista, Harold Pardey, es de Cali y muy conocido en Latinoamérica hacia el sur, como hacia Argentina. Él hace crónicas subjetiva de viajes y con él creamos este colectivo y tuvimos unos proyectos muy bonitos que fue viajar por Colombia persiguiendo las expresiones musicales de comunidades ancestrales y urbanas. Y ahí es donde nace las Crónicas Ambulantes Malicias Zudacas, que es este libro de crónicas y reportajes.

APR: Qué maravilla, increíble todo. Bueno, pues la última pregunta, ¿en qué estás trabajando ahora, Jenny?

JV: Bueno, por un lado como profe, pues estoy dando clases, doy clases en secundaria, séptimo y octavo. Está lo del proyecto de las cartas. Pero desde la literatura, pues primero tengo un libro de cuentos inédito. Hoy me contaron que soy finalista de un premio con este libro que lo mandé a concursar. No sé si gané, sé que participó mucha gente muy buena, pero bueno, en buena hora.

APR: Muchas, muchas felicidades. En buena hora.

JV: Gracias y entonces estaba, estoy, pues como con este libro de cuentos que de alguna manera digamos, lo publicaré. Y tengo un proyecto que me está gustando mucho, muy interesante y es que me ha llamado mucho la atención esto de estas plataformas que utiliza la gente para conocer parejas. Yo nunca he explorado esto y decidí hacer un libro de crónicas del Tinder, que es una de estas plataformas. Entonces me metí y yo dije, voy a tener treinta citas con la plena convicción de que no quiero pedir intimidad con ninguno de los que conozco, sino que quiero hacer treinta perfiles de personas que conozco allí. Llevo seis, ha sido un ejercicio muy interesante, mis amigas están supercontentas y dicen que están esperando la publicación de este libro, entonces en esto estoy trabajando, en esto de las crónicas del Tinder. Y bueno  siempre siempre estoy en función de escribir cuentos, entonces tengo varios cuentos inéditos que estoy trabajando, en eso estoy Adriana.

APR: Ah pues, aplaudo muchísimo tu valentía y además tú pones el cuerpo para hacer el trabajo que haces, vas y experimentas lo que quieres probar, lo que quieres conocer, lo que quieres aprender y eso es maravilloso. De verdad que gusto, Jenny, que hoy llegas a Hablemos escritoras y bueno, de ahora en adelante estaremos siguiendo tus pasos y tu obra. Muchísimas, muchísimas gracias.

JV: Adriana, muchísimas gracias a ti por invitarme. Me siento muy honrada de estar en Hablemos escritoras. Espero que tengamos un nuevo encuentro para compartir personalmente y bueno, aquí vamos, estoy en la literatura porque siempre lo invierto todo sin esperar nada.

APR: Sí, eso es maravilloso. Y sí, necesitamos tener un encuentro, vernos de nuevo con Elenita, con Carmen, con Fernando y con toda la gente maravillosa que hizo posible, con Elsa Cross, que estuvo también increíble en el encuentro. Y gracias a todos ellos tuve la oportunidad de conocer a Jenny Valencia. Un abrazo muy grande desde Austin, Texas.

JV: Abrazo para todos desde Cali.

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APR: Una vez más le doy las gracias a Fernando Torres, a Carmen Villoro por haber hecho posible que haya yo encontrado allí en Valencia. Ha sido maravilloso este encuentro y esa conversación. Muchísimas gracias a ella y gracias también a nuestro maravilloso equipo de colaboradores, sin ellos esto no sería posible.

Gracias a Fernando Macías en la edición ingeniería de audio. Gracias a Christian Josephy, edición de podcast. A Brenda Ortiz, social media. Adrián Macías, quien también nos ayuda cuando necesitamos. A Liliana Valenzuela, Giulianna Zambrano, Francesca Dennstedt, Gisella Heffes, Rose Mary Salum, Isabel Ibáñez de la Calle. Por supuesto, también a Anjanette Delgado, gracias también a quienes integran el grupo LAM Literatura alrededor de la mesa y a todos nuestros otros colaboradores.

Yo soy Adriana Pacheco y les mando un gran abrazo desde Austin, Texas. Hasta la próxima.