Hablemos, escritoras. Switch to our version in English

Mónica Ojeda.

Episodio 121 Acercándonos a escritoras LALT / Latin American Literature Today

05/20/2020 · Adriana Pacheco

Quise abordar el miedo en las relaciones pasionales entre mujeres"

APR: Bienvenidos a una edición más de Hablemos, escritoras podcast. Hoy les presentamos un episodio de nuestra sección “Rompiendo fronteras” en donde nos acercamos a la obra de escritoras que viven en todo el mundo escribiendo en español o traduciendo al español. Escúchenos cada semana en donde reseñamos libros en audio y texto, conversamos con promotores de lectura, editores de revistas y sellos editoriales y hacemos lecturas de la obra de escritoras contemporáneas. Además de escucharse en las plataformas de podcast más importantes, acérquense a nuestra página web, que es una herramienta de gran utilidad para lectores, docentes, investigadores, promotores, gestores y todos aquellos que entiendan la importancia de conocer y difundir la literatura escrita por mujeres. Hoy tenemos el gusto de presentarles al escritor ecuatoriana Mónica Ojeda. Bienvenidos, yo soy Adriana Pacheco.

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Mónica Ojeda nació en Guayaquil, Ecuador, el 17 de mayo del 1988. Es autora de las novelas La desfiguración Silva (Premio Alba Narrativa, 2014) Nefando (Candaya, 2016) y Mandíbula (Candaya, 2018), así como el libro de poemas El ciclo de las piedras, Rastro de la iguana (2015). Sus cuentos han sido recogidos en Emergencias: Doce cuentos iberoamericanos (Candaya, 2014) y Caninos (Editorial Turbina) 2017. Ha sido seleccionada como una de las voces literarias más relevantes de Latinoamérica por el Hay Festival con la Next Generation Prize del Prince Clauss Fund 2019 por su trayectoria literaria. Su obra aborda temas como la pedofilia, la doble moral, el incesto, la pornografía infantil, la deep web. 

APR: Hay veces que uno se sienta a leer un libro y necesita uno tiempo, no para leerlo, para digerirlo. Así me pasó con la obra de Mónica Ojeda y estoy tan contenta de recibir en este micrófono a una escritora brillante, talentosa y valiente. Bienvenida, Mónica a Hablemos escritoras, podcast.

MO: Muchísimas gracias, Adriana.

APR: Tú eres ecuatoriana, eres nuestra primera escritora ecuatoriana en el proyecto, así que otra cosa más que celebrar. Platícanos un poquito más de tus orígenes. ¿En dónde vives y qué estudias? ¿Qué has hecho?

MO: Pues yo soy de Guayaquil, una ciudad de la zona costera de Ecuador. Me vine a estudiar acá a España en el 2011, si no mal recuerdo. Estuve tres años estudiando acá entre Barcelona y Madrid y luego me regresé a Ecuador a trabajar otros tres años y finalmente me he venido para acá a vivir y estoy viviendo en Madrid desde hace dos años, ya viviendo no como estudiante, sino ya viviendo de verdad, trabajando y haciendo lo que los adultos hacen. [Risas] Y bueno, publico con una editorial aquí en en España, con Candaya, que fue básicamente el nexo sentimental que yo desarrollé con España. Estuvo en las aulas universitarias, pero también tuvo que ver con la editorial que decidió acogerme, publicarme, que es la editorial Candaya, a la que recomiendo encarecidamente porque tiene un catálogo tremendo.

APR: De verdad que sí, estoy buscando desesperadamente entrevistarlos y tenerlos en el podcast porque estoy impresionada de lo que están publicando. Tienen muy buenos títulos, muy buenos escritores. ¿Qué está pasando en Ecuador con tantas escritoras tan buenas?

MO: Yo creo que en realidad siempre ha ocurrido esto. Siempre ha habido en Ecuador grandes grandes escritores y escritoras, pero por alguna razón que tiene que ver más con la propia distribución de nuestra literatura, nos hemos quedado un poco encerrados, para leernos solo entre nosotros. No sé qué ha pasado. Tiene que ver, repito, con la distribución yo creo. No se ha dado una internacionalización de las escritoras ni de los escritores ecuatorianos, y ahora mismo, quizás porque se está dando un fenómeno muy particular, sobre todo en España, que lamentablemente sigue siendo uno de los centros de difusión de literatura hispana, quisiera yo que estuviera más distribuido, quiero decir que pudiera no ser España quien dictara necesariamente a quién hay que leer. Pero todavía sigue ocurriendo eso. Este fenómeno del que te estoy contando, lo que ocurre es que en España ha habido un renovado interés por las escritoras latinoamericanas. Babelia publicó un texto que se llama, si no mal recuerdo, “El nuevo ‘boom’ latinoamericano es femenino”. Este artículo que escribió Paola Corroto fue bastante compartido y hoy mismo bastante citado. Allí incluían escritoras, muchas escritoras latinoamericanas, entre ellas a escritoras ecuatorianas. Así que fue a partir también de esta especie de interés mediático/lector que de repente han empezado las editoriales —y también los medios— a tratar de descubrir literaturas que hasta ahora, pues, habían estado por debajo de de la alfombra, digamos, pero que siempre habían estado reduciendo cosas realmente potentes, interesantes y desafiantes.

APR: Claro, me parece muy bien lo que está señalando. Empieza en España, también otros países de Latinoamérica, pero sí se regresó la mirada a unos grupos de escritores, principalmente, que no se habían difundido mucho fuera. Tienes toda la razón. El talento ecuatoriano es de siempre, pero la visibilidad y la difusión, el interés, de fuera. Ese conflicto entre canon y corpus, ¿quién lo está formando y cómo lo se está formando? Walter Mignolo, lo recuerdo bien, hace esta distinción. Y bueno, el canon siempre es excluyente.

MO: Sí.

APR: Y el corpus siempre está dirigido, ¿no?

MO: Sí [risas].

APR: Entonces tenemos que cambiar las cosas y revertir. Algo que sucede también es interesante: está saliendo mucho de las mujeres. No nada más en la escritura, sino también en la promoción.

MO: Sí, totalmente, yo justamente he estado pensando mucho en este tema porque creo que hay un lado muy positivo y del que me siento parte y además me siento orgullosa de ser parte, que es que los discursos en torno a los movimientos feministas y además movimientos feministas del Sur, que para mí son los que con los que más me siento cercana, han colaborado también a que ahora mismo haya una especie de voluntad lectora, dirigida hacia escrituras que hasta ahora habían sido consideradas periféricas y con esto ya no solamente me refiero a escritura de mujeres, sino también a escritura de mujeres no blancas, porque también había habido un privilegio con respecto a si vamos a las escritoras, pues ¿quiénes son estas escritoras no? Y todavía hay mucho trabajo que se tiene que hacer al respecto porque no estamos leyendo…ahí viene la parte que me incomoda, te decía que hay una parte de la que me siento parte y orgullosa y que celebro y hay otra parte que siento que todavía tenemos que trabajar mucho en ello. Y es que, por ejemplo, este boom latinamericano, este boom de escritoras que estamos leyendo, son también un tipo muy específico de escritoras. Somos escritoras mestizas, blanqueadas un poco también quiero decir. No estamos leyendo a escritoras indígenas, no estamos leyendo a escritoras afro-ecuatorianas, por ejemplo. Una de mis escritoras favoritas en Ecuador, una poeta muy potente que además es muy joven, se llama Juliana Ortiz Ruano y ella es afro-ecuatoriana y no se está dando visibilidad según a qué tipo de mujeres que también eso me parece importante. Creo que hay que mirarlo con una cierta mirada crítica, porque hay una cuestión de marketing aquí también. Por un lado da algo positivo, repito que es que estamos accediendo a la literatura de mujeres que antes no accedíamos y que hay una promoción que permite que otras personas puedan visibilizar este tipo de literatura y eso es muy bueno y es genial. Y luego hay otra parte en la que siento que hay un discurso que es más de marketing, repito, y que está otra vez dejando de lado a cierto tipo de mujeres, incluso en cuestión de edad, porque también este boom femenino… son mujeres de un margen de edad. Luego nos preguntamos, bueno, ¿y las escritoras de 50 años y las escritoras de 60? No sé, digo que están produciendo cosas tremendas también. Sí, entonces hay que mirarlo con lupa eso.

APR: Claro, otra cosa que me parece interesante es, por ejemplo, estos premios, estas listas, que están abriendo, como otros tipos de de corpus, otros tipos de de de visiones acerca de quiénes están escribiendo y pertenecen a cierta generación. Por ejemplo, el caso de la lista Bogotá 39 2017, que son esfuerzos muy buenos y muy válidos, muy aplaudibles, porque están conectando a escritoras de varias generaciones de varios lugares en un evento, en esta lista. Tú eres parte de esta lista. Platícanos, ¿cómo es que influyó o qué ha ayudado el pertenecer a esta lista en lo que es tu carrera?

MO: Es difícil determinar qué tanto, pero sin duda ha colaborado muchísimo la difusión de mi trabajo. Eso sin duda. La lista del Hay Festival hizo que muchos de nuestros textos, de los textos de las personas que fuimos escogidas en esta lista, fueran traducidos a otros idiomas. Y por lo tanto, traductores que leyeron un relato mío se interesaron después en mi obra narrativa y a partir de eso han salido traducciones. Quiero decir que ha colaborado mucho también en el trabajo de internacionalización de la literatura, de varios escritores. Y esa es una lista que yo considero que tiene sus cosas positivas y sus cosas negativas, porque la lista de Bogotá 39, que recoge a los supuestamente mejores autores latinoamericanos menores de 40 años es una lista a la que le faltan mujeres, por ejemplo. Eso es algo que se le hizo la crítica a la selección y es totalmente cierto. Creo que en Chile no hubo ninguna mujer escogida. Se escogieron a cuatro autores chilenos y no hubo ninguna mujer y así mismo sucedió en Colombia.

APR: Sí, lo vi.

MO: Tienen ahí sus cuestiones, que pues hemos también señalado y que espero que la próxima vez los del Hay Festival creo que lo van a tener en cuenta 100% seguro, porque la repercusión de la crítica también fue bastante oída. Y bueno, eso, yo creo que ha colaborado en difundir nuestros trabajos. Ha habido en esa lista autores que ya cuando entraron ya estaban un poco más consagrados y otros que cuando entramos todavía éramos bastante desconocidos y que sí que nos ayudó a potenciar la cantidad de lectores a los que podíamos acceder.

APR: Claro, pues me gusta que dices eso, porque ustedes mismas, al estar nominadas, están ayudando a otras, están creando la conciencia para que otras después queden nominadas. Y eso de hacer más internacional la obra, bueno, tu obra en México es muy conocida y tenemos muchas personas que se emocionan y saben que vas a estar en el podcast y están contentas. Hay escritoras mexicanas que, es más, hasta saludos te han mandado. Voy a entrevistar, voy a platicar con Ave Barrera, que tiene una obra también brutal y bueno, me dijo muchísimos saludos. Liliana Bloom, que es otra gran escritora, se emociona. Y bueno pues todo el mundo está esperando que empiece yo a entrar a los a los temas álgidos, por decirlo así, y eso va a ser la delicia de esa conversación. Vamos a empezar. Tu campo de estudios —parte de tus estudios, no vamos a decir que es el único— es la literatura pornoerótica latinoamericana y me encantaría que nos platicaras más sobre este proyecto. ¿Cuáles son las marcas y temáticas que tú encuentras en tu investigación? ¿Qué más se puede ahondar en este tema? ¿Qué tan abandonado es este tema? O desconocido. Platícanos un poco sobre esto.

MO: Pues a mí me me empezó a interesar muchísimo el contexto político, digamos, en el que mujeres, sobre todo del Cono Sur de Latinoamérica, del Cono Sur, estaban escribiendo literatura entre el género pornográfico y el género erótico. Digamos que estaban en un contexto político bastante difícil, porque cuando estaban produciendo estas obras, que son muy potentes y que son bastante disruptivas y que desafían el deber ser de lo femenino, se estaban dando las dictaduras militares en el Cono Sur. Entonces, como sabemos estas dictaduras eran de derechas y tenían unos discursos muy específicos sobre la obligatoriedad de comportamiento de las mujeres. Y estas escritoras que yo estoy estudiando son escritoras que tuvieron que a veces incluso exiliarse. Me refiero a Cristina Pelirrosi o a Griselda Gambaro, por ejemplo, o Alicia Steinberg, que estaban en ese momento escribiendo obras que trabajaban con el deseo y con las pulsiones más oscuras del deseo, que están relacionadas con la muerte, que están relacionadas también con la violencia y esto de aquí lo ligaban con el contexto político. Por lo tanto, una novela como la de Griselda Gambaro, llamada Lo impenetrable, que aparentemente va sobre una mujer que está descubriendo su sexualidad en realidad tiene unas escenas que son políticas, muy fuertes. Fuertemente hablando, quiero decir, hay una orgía en un juicio, por ejemplo, en donde todos los poderes judiciales empiezan a sentir deseo a partir de la palabra, porque se excitan a través del testimonio de un acusado. Entonces, la palabra genera el deseo y el deseo irrumpe, desarrollando una orgía, en el poder judicial. Entonces creo que son obras que son muy interesantes porque yo no creo que sea azaroso que estas escritoras hayan estado escribiendo este tipo de novelas en esos contextos creo que era una forma de desafiar un poco lo que se suponía que una mujer debía escribir y estaban ellas haciendo micropolítica con su propia escritura. Su escritura era desfiante y era como una especie de rebelión.

APR: Claro, fíjate que cuando yo estudié el doctorado, una de las partes de las áreas que estaba yo investigando es precisamente la producción literaria en el siglo XIX por mujeres, a partir de más o menos como las décadas 40 hasta el final. Y algo que observé es que, mientras ya en el Cono Sur y en el Caribe las escritoras estaban con temas bien fuertes como novelas abolicionistas, novelas de vanguardia, novelas realistas muy fuertes, las mexicanas seguían escribiendo de santitos y de la iglesia y de reglas morales y de una burguesía contenida. Una que otra, ya después, al final, ya en los 80s/90s, ya empiezas a oír estas voces un poquito ya más fuertes y después, bueno, obviamente cambia. Ahora en México hay una producción fantástica, pero sí estoy de acuerdo contigo, es interesante cómo la cuestión política relaciona… o la contención política, el control se ve en las obras de las mujeres y cómo las mujeres se encuentran maneras para protestar contra eso.

MO: Totalmente. De hecho, una escritora mexicana estuvo a punto de entrar en mi trabajo, pero decidí quedarme solamente en el Cono Sur, pero estuve a punto de introducir a Inés Arredondo también, porque me parecía que en sus relatos había también un trabajo brutal con respecto a la destrucción de ciertas normativas del deber ser femenino y era era muy interesante. Me parecía una escritora tremenda, además. Y sí, yo creo que este tipo de escritura en realidad para las mujeres fue un desafío y fue un reto porque se las juzgaba con más dureza cuando escribían sobre sexualidad… ellas utilizaban la sexualidad para hacer una especie de crítica política sobre la situación de la mujer y de las mujeres. Entonces, creo que esta literatura tiene también una dimensión, primero de calidad literaria —que la tiene y potentísima—, pero además también tiene una dimensión de filosofía, incluso yo creo, y filosofía política.

APR: Claro, definitivamente y de repente te das cuenta de que quieres escribir una novela con toda tu reflexión crítica y con todos tus estudios y lanzas tu primera novela en el 2014, que se titula La desfiguración Silva y sale y gana el premio Alba Narrativa 2014 precisamente. Platícanos de este libro. ¿Cómo es que te asumes como escritora, como novelista, como narradora, y sale esta novela?

MO: Bueno, yo empecé a escribir desde muy niña y desde muy pronto supe que quería ser escritora. Entonces, entré a la universidad en el grado de literatura que estaba haciendo allá en Guayaquil. Conseguí una beca y me fui a estudiar a Barcelona, un máster en creación literaria. Y el máster en creación literaria para mí, en realidad, no era aquello sintiera que necesitaba hacer un máster en creación literaria para escribir una novela, porque creo que uno lo puede hacer sin cursar un máster, pero para mí fue la oportunidad de escapar, o sea, de salir de Ecuador un tiempo, porque tenía ganas de conocer otro sitio, de vivir en otro espacio, de verme lejos de la protección familiar que uno siempre puede recurrir cuando tiene problemas a su familia cerca. Yo quería un poco la aventura de estar sola y tener que vérmelas conmigo misma, no? Y entonces eso fue cuando yo tenía 23 años, 22, y allí curseé este máster. Y en este máster tuve la oportunidad de que era un máster que estaba hecho para darte todo el tiempo posible para que tú escribieras y como gané la beca no tenía problemas tampoco, no tenía que preocuparme por trabajar y fue ahí cuando me puse a escribir esta primera novela en ese máster fue un año y medio de máster y por lo tanto la escritura me tomó eso, 1 año y medio. Presenté la novela como un proyecto final de máster, digamos. Y luego la mandé al concurso de ALBA Narrativa que yo pensé que no iba a ganar porque hasta me olvidé de que lo había enviado y después un amigo mío periodista se enteró antes que yo, porque además el correo en donde me avisaban que había ganado había llegado a spam en mi correo electrónico. Ni me había enterado y se enteró un amigo periodista y me lo dijo y yo sorprendidísima y súper contenta, obviamente. Y así fue como empezó todo, pero yo necesitaba ese premio, no solamente por una cuestión económica, sino porque necesitaba ese espaldarazo. Ese voto de confianza que te dan otras personas que no te conocen de nada y que te leen y dicen, “Esta novela merece ganar”. A mí me dio confianza y creo que es necesario tener un poco de confianza cuando uno se sienta a escribir. Quiero decir que hay que tener un poco de confianza en la propia escritura, tampoco sobreconfianza, pero sí lo suficiente como para andar. Y yo necesitaba eso, que no lo tenía antes del premio.

APR: Que bien, pues felicidades. Qué buena manera también de enterarse de haber ganado un premio noble. Doble la sorpresa, qué bien, qué bien. Pues después marcas tu territorio en el 2016 con Nefando y nos dejas mudos, o sea, Candaya ahí sí de verdad se echó la moneda al aire cuando publica este libro, que es un libro en donde se aborda la extrañeza, el miedo, el vacío existencial, las desconexiones entre generaciones, las sexualidades periféricas, lo abyecto y obviamente se escuchan voces de Osvaldo Lamborghini, también referencias a George Bataille, por supuesto, con esta cuestión mística, la unión y las pulsiones y la cuestión de sexo y muerte. ¿Cómo concibes Nefando, cómo piensas Nefando?

MO: Bueno, por una situación personal, en realidad. Yo empecé a escribir, a necesitar escribir Nefando ,por una cuestión personal, una amiga mía me había confesado —cuando yo era niña— me confesó que estaba siendo abusada por un miembro de su familia, pero yo cuando era niña no lo entendí. No le entendí lo que me quiso decir. Hubo un momento en el que yo estaba allá a mis 24/25 años tuve como una especie de recuerdo. Yo había olvidado por completo esta situación, porque, repito, en el momento en el que mi amiga me lo confesó, yo no entendí nada de lo que me estaba diciendo. De repente recordé esa conversación de una forma muy nítida y, claro, ya a los 25, de repente me planteé que era lo que significaba lo que me estaba diciendo mi amiga, así que la llamé otra vez. [Era] una amiga, además, con la que no tenía contacto asiduo, había sido una amiga de infancia, pero podíamos pasar años sin hablarnos y le dije, “Mira, he recordado esta conversación contigo y ahora mismo me suena que me estabas tratando de decir esto y quiero saber si me estabas tratando de decir esto. Y ella dijo, “Bueno, mira, no te sientas culpable porque no tenías por qué haberlo entendido, porque éramos niñas, pero si yo estaba a mi manera tratando de decirte esto”. Y entonces, claro, para mí fue un golpe muy duro porque obviamente mi amiga no quería que yo me sintiera culpable y obviamente yo sé lógicamente que no tengo por qué sentirme culpable, porque yo era una niña y bastante ignorante e inocente sobre estos temas. Y, sin embargo, es imposible pese a que el lado racional te dice que no te tienes que sentir culpable, obviamente hay una parcela de de sentimiento de culpa en ese otro lado irracional que es el emocional. Y Claro, yo pasé digamos bastante tiempo sin dejar de pensar en esa situación. Y además de con unos pensamientos nocivos que tenían que ver con… si me hubiera dado cuenta, lo hubiera podido decir a mis padres y si mis padres hubieran sabido podían haber hecho algo, no sé, simplemente ahondar en la llaga de forma innecesaria. Y entonces no podía dejar de pensar en el tema del abuso infantil, de todo lo que rodea el abuso infantil. Me puse a hacer una investigación que no era para nada, era solamente por mi obsesión en ese momento con el tema y por el propio sentimiento de culpa que yo tenía. Y llegué a un momento muy obsesivo, entré a la deep web, me metí a foros de pederastas, foros donde no hay, por supuesto, ningún tipo de contenido de pornografía infantil, pero hay un discurso. Hay señores que escriben en estos foros y defienden la pederastia de forma lingüística. Pero esa es la palabra. De todas maneras, es bastante… Nunca me había ocurrido una cosa así, leer algo que me que me hiriera de una forma semejante. Entonces esa experiencia obsesiva, nociva que yo tuve dio como origen Nefando, porque a partir de de todas estas ideas recurrentes, ya me puse a pensar en muchas más cosas. Yo estaba trabajando con una investigación de la literatura porno-erótica latinoamericana. Entonces estaba vinculando mucho deseo-mal, deseo-daño, deseo-violencia, deseo y muerte, deseo y dolor. Y las pulsiones que pivotan entre estos conceptos. Y fue así como surgió Nefando, como era una necesidad, un poco de hablar sobre el daño que se genera a partir de cómo otros son capaces de desear y de imponer su deseo por encima de otros cuerpos y a veces destruir esos cuerpos con tal de cumplir un deseo. Fue un poco así.

APR: Importante, claro. Y ya me imagino bueno el enfrentarte, como tú dices, a partir de tu sentimiento de culpa —injustificado por como tú bien dices, eras una niña—, pero por otro lado, tratar de escudriñar en conversaciónes que definitivamente están ocultas ahí por algo y que la policía y todo mundo que que está tratando de hacer justicia, está tratando de encontrar un hilo que nos lleva a un sistema enorme y putrefacto que es todo lo que es la pederastia y la y la pornografía infantil. Para abrir apetito a este libro tan importante y fuerte, ¿nos pudieras leer un fragmento?

MO:

Kike Ortega, 23 años. Becaria fonca, habitación número uno.

Tenía que ser ella, una ella con los ojos como 22 pechiches maduros, grandes siniestros con las uñas como conchas de orilla y la lomba de molusco, la lengua como el tentáculo de un pulpo, el pelo largo, larguísimo, a la altura de la barbilla de 1,68 m. No: 1,75 m. Cuánto medían las niñas de 14 años, se preguntó mientras pegaba la espalda contra la piel arrugada del muro. Escribir era renombrar el espacio circundante para describirlo como si fuera otra cosa. Por ejemplo, cuando escribía le gustaba pensarse rodeada de murallas, aunque no era lo mismo que pensarse rodeada de paredes. Esa era la palabra inapropiada, lo impertinente a la imaginación. Pocas cosas eran tan importantes como encontrar la palabra correcta. No, no existen ese tipo de palabras, solo las expresivas, recordó, comiéndose las uñas. Reformulación: pocas cosas eran tan importantes como encontrar la palabra expresiva. El muro expresaba su realidad, un estómago lleno de uñas, la Malasia, el canibalismo. Tras su espalda era, por lo tanto, un muro y no una pared. Las cuatro murallas de su habitación la protegían del lenguaje de los otros. Ahí adentro como en ningún otro lugar podía crearse formando líneas, oraciones largas para esnifar por la nariz. Ella tenía que ser un peep hole, un agujero por donde entrara el deseo de desear, oscura, perversa, mucho más cráter que ellos.

APR: La fuerza de este párrafo muestra el tono de libro y muestra además algo que es muy interesante. Ellos son un grupo de compañeros que comparten una casa. Ella está… ahora estamos hablando de Quique Ortega, habitación uno, y vamos a platicar más adelante sobre esta presencia continua de los edificios, de las casas, en tu obra, pero me gustaría ahorita primero girar la mirada hacia el tema de la escritura, que es algo que tú continuamente en este libro estás cuestionado y poniendo sobre la mesa. ¿Qué es la escritura, la manera de escribir, para qué escribir y cuál es la fuerza que viene de la escritura misma? ¿Quieres comentarnos un poco más sobre eso?

MO: Sí, Claro, en realidad creo que tiene que ver con que cuando vivimos experiencias extremas, experiencias de dolor extremas, pero también experiencias de placer, nos quedamos en una zona liminal que es una zona que linda la zona muda, un lugar en donde no hay palabras, en donde somos incapaces de construir una especie de narrativa sobre aquello que hemos vivido. Es por eso que hay un trecho entre las vivencias y las experiencias. Llamamos experiencias a todas aquellas vivencias a las que hemos podido dotar de lenguaje, pero aquellas vivencias que somos incapaces de narrar quedan como vivencias y no se convierten en experiencias. Para mí era un reto en esta novela hablar sobre algo que para mí era doloroso y que sé que es doloroso para otras personas también y saber que es un tema tan complicado que es una llaga que está abierta para mucha gente. Y sabía que cuando iba a escribir sobre esto no iba a poder hacerlo sin cuestionar la propia escritura, es decir, sin cuestionar hasta qué punto soy capaz de expresar lo que, a priori, es inexpresable. O hasta qué punto es ético siquiera intentar expresar lo que para otros es doloroso. Había una cuestión ética. Hay una cuestión de límites del lenguaje, de límites de expresión. Hay una cuestión, incluso, de pregunta poética de por medio, que yo creo que hacía que la propia escritura, además de narrar lo que está contando, lo que Nefando va contando, la propia escritura también obligatoriamente necesitaba una especie de cuestionamiento propio, que se encuentra justamente en la parte de Kiki porque no se encuentra en todos los personajes o de vez en cuando, a veces un personaje sí que introduce alguna cuestión, pero sobre todo el cuestionamiento del lenguaje está en Kiki, que es un personaje que, a su vez, escribe. Es la única, es la única que escribe de los personajes de la novela.

APR: Ahora esto también se da en un juego. La referencia al juego es interesante. Platícanos tú sobre este videojuego. ¿Ee qué se trata y cómo es que lo estás conectando con las vidas de los personajes?

MO: Claro. Es el centro de la atención narrativa de la novela. El juego Nefando es un videojuego que algunos de los personajes de esta novela crean y construyen juntos y suben en algún momento a la deep web que es esta zona del Internet profunda en donde no hay navegadores y es difícil moverse por esa zona porque también se pueden encontrar incluso cosas ilegales que no están permitidas en el Internet normal. Ellos cuelgan este videojuego online, lo diseñan, lo desarrollan, lo programan, lo suben y durante un tiempo está en Internet. Y la novela se estructura de tal manera en la que sabemos que hay una investigación detrás de este videojuego, una persona que está todo el tiempo preguntando por el videojuego a estos personajes que lo han creado. Es un videojuego que sabemos desde el principio que ya no está en la deep web, pero que estuvo y que tiene algún tipo de contenido que es peligroso, dudoso o poco ético, como mínimo. Y la tensión narrativa de la novela se centra en este videojuego y en que los personajes repiten la información sobre este videojuego y van tratando de dilatar el momento en el que tengan que hablar de forma honesta sobre ese videojuego. Por lo tanto, la lectura de Nefando tiene que ver también con un descubrimiento progresivo de qué es lo que hay en ese videojuego que puede ser tan a su vez interesante, pero a su vez controversial.

APR: Claro, Claro, definitivamente, bueno pues, ya platicaremos otra… regresaremos en algún momento a Nefando, pero necesitamos también hablar de otro libro magnífico. Este fue publicado en la misma editorial en el 2018: Mandíbula. Y bueno, el nombre ya nos pone en alerta, ¿verdad? Mandíbula es un libro que hay que tomar aire para leerlo. Pero ya que lo empiezas a leer ya no lo puedes soltar. Pone en evidencia tantos temas, mete la llaga en tantos temas que no se tratan así de abierto, de manera tan abierta, como por ejemplo el sistema de educación tan cerrado, la decadencia de ciertos grupos que se atribuyen la custodia y la guardia de la moral, el tabú. Obviamente, también está toda la cuestión erótica, la cuestión del deseo. Y la historia se centra en un colegio del Opus Dei, con un grupo de jovencitas y de ahí empieza todo un trayecto que recorres. Nos llevas de la mano paso a paso de una sorpresa a la otra. ¿Te parece si empezamos la conversación con una lectura de Mandíbula para después continuar la conversación?

MO:

Abrió los párpados y lo entraron todas las sombras del día que se quebraba. Eran manchas voluminosas. “La opacidad es el espíritu de los objetos”, decía su psicoanalista, que le permitieron adivinar unos muebles maltrechos y, más allá, un cuerpo fantasmado fregando el suelo con un trapeador para hobbits. “Mierda”, escupió sobre la madera contra la que se aplastaba el lado más feo de su cara de Twiggy Face of 1966. “Mierda,” y su voz sonó como la de un dibujo animado en blanco y negro un sábado por la noche. Se imagina a sí misma donde estaba, en el suelo, pero con la cara de Twiggy, que era en realidad la suya, salvo por el color pato clásico de las cejas de la modelo inglesa, cejas pato de bañera que no se parecían en nada a la paja quemada sin depilar sobre sus ojos. Aunque no podía verse, sabía la forma exacta en la que yacía su cuerpo y la poca grasa y la expresión que debía tener en ese brevísimo instante de lucidez. Aquella completa conciencia de su imagen le dio una falsa sensación de control, pero no la tranquilizó del todo porque, lamentablemente, el autoconocimiento no hacía a nadie una Wonder Woman, que era lo que ella necesitaba hacer para soltarse de las cuerdas que le ataban las manos y las piernas. Igual que las actrices más glamurosas en sus thrillers favoritos. Según Hollywood, el 90% de los secuestros terminan bien. Pensó sorprendida de que su mente no asumió una actitud más seria en un momento así. Estoy atada. Qué increíble sonaba esa declaración en su cabeza. Hasta entonces, estar atada había sido una metáfora sin esqueleto. “Estoy atada de manos”, solía decir a su madre con las manos libres.

APR: Interesante cómo empieza el libro. Desde el principio es la voz de una de las protagonistas principales que está atada, como acabas de leer, secuestrada por su maestra. Ella es quien quien la ha secuestrado. ¿Cómo es que surge Mandíbula?

MO: Pues surge un poco por el interés que yo tuve durante un año entero por estudiar el miedo, pero el miedo como una emoción, digamos, primitiva, atávica, incluso, en el cuerpo. Miedo en el sentido de estudiar en las cosas que nos dan miedo, como, ¿qué implica tener miedo a nivel emocional? Y específicamente quise abordar el miedo en las relaciones pasionales entre mujeres. Mandíbula es una novela en donde solamente hay personajes mujeres a principio a fin y en donde estas se relacionan entre ellas de maneras muy intensas y en general bastante violentas. Hay un personaje específico que se llama cara, que además es la profesora que al principio secuestra a una de sus alumnas. La novela comienza con un secuestro que tiene rasgos del thriller, pero no es totalmente un thriller. Y esta profesora sufre de ataques de ansiedad y yo justamente en ese tiempo que estaba escribiendo Mandíbula tenía ataques de ansiedad. Entonces para mí era como una forma de ahondar a través de la ficción en una verdad, si decimos que la ficción siempre nos lleva a la verdad de la condición humana, digamos que yo estaba llegando a la verdad de mi propia condición humana a través de una invención.

APR: Claro, qué interesante la manera de de conectar el miedo en una novela que solamente tiene personas femeninas. Eso se me hace muy interesante, muy relevante. Ahora conectando las dos obras, la presencia de la ciudad, de los edificios, de las casas es como un diálogo entre las dos. ¿Por qué?

MO: Me parece que… Tengo la impresión personal, pero creo que muchos estarían también de acuerdo conmigo en que las casas, las habitaciones sobre todo, son como una especie de cascarón de la identidad. Hay algo de privado en los espacios íntimos que creamos dentro de una casa, que es tan tan privado que incluso implica una especie de exposición de las vulnerabilidades, de las fragilidades, no a cualquier persona la dejamos entrar en nuestra habitación, quiero decir. Según qué tipo de personas somos, incluso no somos muy abiertos a dejar que mucha gente entra en nuestra casa. Hay algo en estos espacios que son como refugio, pero también son delatores. Cuando uno entra a la habitación de alguien que recién está conociendo y se pone a observarlo todo es como si estuviera viendo un cuerpo desnudo y un poco lo es. Entonces yo siento que los espacios cerrados, estos espacios de la intimidad y de lo privado dan la posibilidad de que conozcamos a los personajes de una manera bastante profunda y bastante seria, porque esos son espacios privados ellos los diseñan, igual que diseñamos nuestras propias narrativas de identidad. Por eso en Nefando hay capítulos con habitaciones y esos capítulos que tienen habitación número uno, habitación número 2, son capítulos muy introspectivos de los personajes. Aunque estén narrados en tercera persona, están en un estilo de, digamos, que está introducido en la cabeza de esos personajes como si estara en la habitación fuera, en realidad, estar dentro de la cabeza del personaje.

APR: Claro, claro, interesante. Muy, muy interesante. De verdad tienen que acercarse a la obra de Mónica si no la conocen. Muy, muy buena. Ahora, ¿cuál es tu poética para escribir sobre el horror, para escribir del horror?

MO: Yo creo que, sin duda alguna, es una de las emociones que más exploro literariamente hablando y tiene que ver con que es precisamente una emoción bastante compleja que no ha sido lo suficientemente valorada en la literatura, quiero decir que hasta hace relativamente poco tiempo es el género de literatura, de terror o de literatura que trabaja con el miedo, era visto como un subgénero literario. Creo que ahora eso está cambiando. A mí, literariamente… Quiero decir, cuando yo escribo no me interesa mucho hacer novelas de terror porque no las hago novelas de miedo, pero si hago novelas sobre el miedo y, por consiguiente, cuando uno lee una novela que va sobre el miedo, también puede, por una especie de causa-efecto, terminar sintiendo miedo. Pero no es el objetivo principal de mi obra. Lo que sí que me interesa es saber a través de la escritura qué pasa con nosotros, los seres humanos, cuando estamos paralizados por el miedo o estamos impulsados como un cohete por el miedo. Digamos que las conclusiones literarias a las que a veces llego tienen que ver con un empleo de la violencia, no solamente física, sino también psicológica y verbal. Creo que el miedo nos hace violentos, porque el miedo es una violencia que está siendo ejecutada sobre nosotros. Entonces, sin duda alguna, creo que es un momento de la psicología humana en donde uno está trabajando con el balbuceo, con el no saber expresarse. Y por lo tanto, se siente imposibilitado y por eso a veces se paraliza o a veces agrede a otros. Y creo que es allí donde me veo subsumida. Me interesa mucho palabrar esas zonas en donde no hay palabras porque estamos absolutamente paralizados o estamos siendo como la bola de Indiana Jones [risas] simplemente como una especie de fuerza destructora que no para de rodar.

APR: Claro. Antes de pasar a otro perfil tuyo —porque creo que es muy importante que sepamos también que Mónica es poeta y escribe una poesía deliciosa—quisiera yo antes de pasar a ese otro aspecto de tu perfil que nos hicieras un comentario muy breve sobre un tema que ya has discutido en otros foros. Me recuerdo… en la presentación de tu libro en Casa América sobre la diferencia entre lo erótico y lo pornográfico… Y sé que en esta plática te explayaste y fue una muy interesante descripción y definición. Platícanos brevemente. ¿Cómo te distingues tú lo erótico de lo pornográfico?

APR: Pues en realidad es una distinción cultural mas que nada. Lo pornográfico suele ser considerado por, digamos, el habla común y recientemente ya recogido en el diccionario, como una producción que no está ligada con el arte. Pero quiero decir que esto es reciente en el en lo del cambio en el diccionario, porque hasta la anterior edición la RAE todavía se consideraba pornografía como una producción que podía ser artística. Se consideraba la pornografía como un género, también en donde uno podría trabajar algún tipo de disciplina artística. En el habla cotidiana, sin embargo, la palabra pornografía se ha degenerado tanto que a cierto punto ya no la consideramos como ligada al arte. Sin embargo, el erotismo sí. Ahora tanto el erotismo como la pornografía hablan de lo mismo que es del deseo y de las pasiones humanas, y tiene que ver con con eso, básicamente. Pero la pornografía está vista como esta exposición obscena del deseo y el erotismo está vista como una especie de exposición del deseo mucho más elegante. Es una distinción cultural en realidad, que tiene que…. si vemos etimológicamente además las palabras lo dicen. “Pornografía” viene de “tratado sobre la prostitución”, está compuesta por pronec (prostituto) y -grafía, que es escritura, una escritura sobre la prostitución. Y claro, ¿qué está más estigmatizado en nuestro  mundo que la prostitución? Nada. Y luego tenemos el erotismo, que viene de Eros, el dios griego, y por lo tanto viene del amor. Y por lo tanto, es el deseo purificado a través del amor. Ya vemos que hay una diferencia, hay una palabra que trae consigo obscenidad y digamos de abyección, y hay otra palabra que trae la pureza del amor de por medio. Las dos hablan del deseo, pero hay una palabra que se utiliza para hablar del deseo normativo y otra que se utiliza para hablar del deseo que está prohibido por nuestras sociedades. Antes una escena de amor homosexual, por ejemplo, de sexo homosexual, habría sido considerada pornografía. Hoy en día ya no la llamamos pornografía, pero para algunas sociedades todavía es considerado pornografía. Por lo tanto, ¿qué va a ser pornográfico? Toda aquella exposición del sexo que nos genere algún tipo de incomodidad. Si no nos incomoda, es erotismo.

APR: Qué bien, qué buena manera de cerrarlo. Pues hablando de cerrar, me gustaría concluir esa conversación tan interesante con una lectura de alguno de tus poemas y con la pregunta de en ¿qué estás trabajando ahora? Nos quieres convidar? Hay una publicación muy linda en La tribu, un cuarto propio compartido, y nos gustaría que nos compartieras también una lectura.

MO: Claro, por supuesto:

El tórrido aliento de un órice despierta la montaña,

te despierta con ella y despierta a los viejos leones:

es hora de almorzar.

Todos los días en tu mente habrá un desierto sepultando la calavera de la poesía;

la llevarás contigo al exilio para defenderte de la inclemencia de tu sombra

siempre extendiéndose con movimientos de astros oscuros sobre los senderos.

Tu sombra es el reflejo más antiguo de tu cuerpo.

Pero cada mañana la calavera de la poesía pesará un poco más que ayer.

La arrastrarás hacia la cima de la montaña como una constante de vapor

nublando los sentidos de los cazadores;

una amenaza que el viento cubre de arena y que barres con tu única ala.

Sus cuencas libres empañarán tu interior

y escaparás manchando de sombra un dolor antes temido:

una fiebre que reblandece los picos y tiñe la hierba con moscardones.

A pesar del fracaso no soltarás la cabeza del misterio:

la subirás a la montaña

con el peso de su mandíbula empujándote a los cuernos en manada.

Descansarás con ella en un nido improvisado.

Retozarás con sus cuencas abiertas a la noche.

No te curará la carne, pero al día siguiente será tu casa.

APR: Precioso, muchísimas gracias, Mónica. ¿En qué estás trabajando ahora?

MO: Pues ahora mismo estoy terminando un libro de cuentos que voy a publicar este año y también estoy escribiendo novela. La novela todavía creo que me queda un poco más de tiempo por trabajarla, pero el libro de cuentos posiblemente lo termine en unos cuantos meses y sin duda saldrá esto año.

APR: Ah, pues excelente, excelente Mónica. Felicidades por tu carrera. Felicidades por todo lo que nos estás compartiendo, abriendo los ojos. Felicidades por tu valentía. Necesitamos a muchas escritoras como tú, muchas mujeres como tú. Muchísimas gracias por sumarte a este proyecto.

MO: No, gracias a ti.

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Fue un placer haber compartido con ustedes nuestra conversación con la escritora ecuatoriana Mónica Ojeda. Les damos las gracias el equipo que conformamos Hablemos, escritoras podcast: Fernando Macías Jiménez, en la edición; Andrea Macías Jiménez, social media; Wilfredo Burgos Matos, Alejandra Márquez y Liliana Valenzuela, colaboradores. Se despide hasta la próxima Adriana Pacheco.