Adriana Pacheco: Bienvenidos a un episodio más de Hablemos, escritoras podcast, curadores literarios donde queremos acercarnos a la obra de escritoras, traductoras, críticas, editoriales y revistas. Síganos cada semana en las plataformas más conocidas para audio y visiten nuestra página web www.hablemosescritoras.com Hoy tenemos el gusto de entrevistar a la escritora mexicana Brenda Lozano, yo soy Adriana Pacheco.
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AP: Brenda Lozano es originaria de la Ciudad de México, es escritora y ensayista. Alguna de sus obras son Todo o nada (Tusquets, 2009), Cuaderno ideal (Alfaguara, 2014), ¿Cómo piensan las piedras? (Alfaguara, 2017), y Brujas (Alfaguara, 2019). Forma parte de la antología 22 voces. Narrativa mexicana, volumen uno, compilado por David Miklos (Libro Malaletra, 2015). También forma parte del libro Tsunami. Miradas feministas, antologado por Gabriela Jáuregui y publicado por Sexto piso en 2018. Su libro Cuaderno ideal fue traducido al inglés con el título Loop por la traductora Annie McDermott y publicado por la editorial escocesa Charco Press. Fue nombrada en 2017 como parte de la lista Bogotá 39, que es una selección de los mejores escritores jóvenes de América Latina. Importante es también su trabajo como colaboradora del periódico El País. La magia del micrófono de Hablemos, escritoras podcast, es que puede viajar de un lado a otro, acercar una voz a otra. Recuerdo que tuve un momento, así como una revelación cuando estaba en la FIL Guadalajara y de repente vi ahí que estaba Brenda Lozano. Me dio muchísima emoción, estaba desayunando con Yásnaya Aguilar, otra persona que también me dio muchísima emoción ver. Y bueno, pues ahora tenemos a Brenda en este micrófono. Muchísimas gracias, Brenda por aceptar esta invitación.
Brenda Lozano: Al contrario, Adriana muchísimas gracias a ti por darme este espacio y más bien, qué pena que no podemos estar en este momento desayunando con Yásnaya tan a gusto como ese día.
APR: Estaría genial. Bueno, pues déjame presentarte. Brenda es una escritora mexicana fantástica, es además editora, es además columnista. Naciste el 12 junio de1981 en la Ciudad de México, ¿verdad?
BL: Así es correcto, al lado del viaducto, así que creo que más chilango que eso, pues no sé si se puede. Y para más detalles astrológicos, nací a las 2:58 de la mañana. Es muy tierna mi mamá cuando habla de por qué sabe preciso la hora, porque bueno, supongo que no es tan fácil recordar con minutos, yo en general luego no me acuerdo, pero…
APR: Guau, ¿entonces eres una escritora madrugadora o eres una escritora nocturna?
BL: No sé… tal vez cuando estaba más en la carrera, en la universidad, sí podía trabajar a lo largo de la madrugada, y llegar muy fresca por la mañanita con el pelo mojado, habiendo dormido muy poco. Pero la verdad es que creo que prefiero más trabajar por las mañanas que por las noches. O sea, que muy madrugadora, muy, muy madrugadora, no, me gusta que ya esté el sol bien puesto allá afuera.
APR: Platícanos un poco más sobre tu formación y cómo es que llegas a la literatura, a las letras.
BL: Híjole, la verdad es que no estoy muy segura. A veces cuando escucho gente, por ejemplo, que creció en familia en dónde había libros, o crecieron en ambientes en los que venían escritores o intelectuales, cineastas, qué sé yo, como que lo miro como guau. Qué crecer desde chiquito viendo que existen todos esos mundos y esas narrativas, me parece increíble, pero no fue mi caso. Y no lo digo tristemente, sino como que simplemente, pues así es. Al contrario, era muy feliz para mí el descubrimiento de esos mundos y descubrir los libros. En mi casa realmente había libros muy, muy, muy de relleno, diría yo casi que de fondo, casi que un póster detrás, un fondo, un algo que había ahí atrás, pero no tenían en sí nada que te llamara. Eran por ahí un diccionario; si acaso por ahí una enciclopedia o algún que otro libro que era más un roperazo navideño que literatura. Entonces, ciertamente no me vino de la casa ni de la familia. Pero bueno, si acaso te pedían un libro para trabar una puerta o planchar algo, como ese tipo de cosas. Pero no crecí en un ambiente en donde la cultura fuera como que “vamos a hablar todos de tal cosa”. Me hubiera encantado, o no, no lo sé, también fue muy divertido que fuera como fue. Creo que viene más en la adolescencia, la verdad. Justamente hice una Primera Comunión muy tardía, tenía como doce o trece años y justamente tenía una tía que le gustaba mucho y todavía lo hace hacer regalos. Es ecologista también con los regalos y entonces algunos regalos que ella da, ella siente que pueden tener otra vida u otro interés en alguien más, pues te los da. Me dio un libro que realmente lo considero una suerte muy grande. Era un libro de poemas de Fernando Pessoa, en una edición bastante grande, y era un buen regalo, tenía buen peso y todo. Pues recibí eso de Primera Comunión y uno de los primeros poemas que yo leí – más allá de los mamotretos horribles que te dejan leer en la escuela – fue un verso de Fernando Pessoa el día que yo hice la Primera Comunión. Era un poema que dice “si Dios no tiene unidad ¿cómo la tendré yo?” Y a mí ese ese poema, la verdad es que me revolucionó la vida. Yo rezaba con las manitas juntas, yo iba a la iglesia, yo creía en Dios. Entonces para mí fue muy revolucionario. Ver eso escrito fue como ¿qué está pasando aquí? Entonces para mí fue una explosión, o sea, la literatura me llegó como una granada que tenía en las manos y me explotó, pero que se me perdone la metáfora no quería ser bélica, sino más como festiva o explosiva. Entonces eso realmente me explotó sin darme cuenta y esa noche me acuerdo de haber tenido los doce o trece años que tenía y haber pasado esa noche realmente pensando ¿qué es esto?, no puedo creer qué es esto. No tenía ningún interés sexual digamos, no tenía ningún interés todavía por nadie. No tenía esas pulsiones, pero yo encontré en la literatura una belleza que además no podía creer que eso existía en el mundo. ¿Qué es eso? ¿Por qué nadie me dijo que existía esto? Entonces yo leía los poemas de Pessoa y decía es que no puede ser, se me estaba revolucionando la cabeza y la vida y todo. Me cambió realmente, para mí fue como, “ah OK! está grandísima puerta, que nadie me había dicho que existía, existe”. Y entonces lo que me pasó fue una voracidad muy adolescente.
AP: Por leerlo todo.
BL: Claro, o sea, quiero saber qué más hay, no puede ser que exista esto, ¿qué es esto?
AP: Qué maravilla, preciosísimo como lo dices.
BL: Realmente sentía que yo no podía parar y cada cosa que leía era una sorpresa inmensa, la cabeza me explotaba, me revolucionaba realmente. Creo que todo lo que puedo decir es muy cursi, pero yo a la fecha tengo un lugar muy especial aquí entre mis libros a lo que me trajo este mundo, a lo que me trajo a mi mundo o al mundo, que son esos libros que leía con los doce o trece años. Yo los veo y es casi como un álbum familiar, como voltear ahí y me da ternura y al mismo tiempo me da este emoción y me recuerda mucho de por qué hago lo que hago y por qué estoy aquí, es como que me dan un ancla y al mismo tiempo un rito de iniciación de vida.
AP: Qué maravilla, pues me acabas de dar a mí exactamente esos dos sentimientos, una emoción y una gran ternura, escuchar esta historia y este entusiasmo, es que verdaderamente lo contagias y lo digo auténticamente, se oye en tu voz como fue ese despertar que queremos despertar nosotros en todos los lectores. Nos gustaría que todos los lectores se acercaran así a los libros con una pasión y con un entusiasmo y con una voracidad como lo acabas de decir muy bien para leerlas y leer todo lo que hay en la literatura. Brenda de ahí, entonces estudiaste una ;icenciatura en Literatura en la Universidad Iberoamericana, ¿verdad? Y te convertiste en novelista, ¿no?
BL: Me pasó algo, o sea, en esa voracidad adolescente escribí una novela como a los 16 años, que obviamente no le deseo a nadie. No mostraría, por supuesto. De hecho, creo que no existe más, pero escribí una novela a los 16 años, si es que se puede llamar novela a lo que hice. Pero bueno, yo pensaba que estaba haciendo una novela, así que pues en mi cabeza así la llamo. Pero experimenté un sentimiento muy nuevo de pensar ¿cómo puede ser que algo que leo me gusta tanto y algo que escribo no me gusta? Pensaba, ¿cómo puede ser que algo que me gusta tanto, no me lleva al mismo lugar si yo lo hago? Experimenté una sensación muy extraña de haber leído algo que no me gustó y que yo hice. Entonces pensé, claro, lo que necesito es entender de dónde viene. Como te decía, no crecí en una formación en la que sentía que conocía como de dónde. Hay un pasado que también hay que honrar y que también hay que conocer sobre todo para deshonrar o rebatir, pero sobre todo hay que conocerlo, y yo sentía que no tenía eso. Entonces dije, pues me urge estudiar esto con gente que sepa y he de reconocer con muchísima humildad que tienes mucho que aprender. Cuando eres adolescente sientes que el mundo es tuyo y te das cuenta de que no, que estás pisando, que estás pudiendo andar ese camino porque muchas mujeres y muchas personas, muchos hombres ya caminaron ese camino. En mi caso y en mi momento fueron sobre todo escritores. Un canon un poco más masculinista, pero en todo caso, necesitaba eso y la verdad es que fui muy feliz. Fui realmente una estudiante feliz, por fin entendí por qué existían las escuelas, las universidades, porque todo parecía como un trámite, es como si te gusta lo dulce y entonces te comes la ensalada y el pollo pensando en que bueno es un trámite para llegar al postre. Y para mí la secundaria y la preparatoria fueron un poco eso, como el trámite para llegar a lo que realmente me interesaba y me gustaba.
APR: La ensalada y el pollo. Muy bien, muy bien.
BL: Sí, pero el pollo hervido, el que no tiene sal. Para mí era realmente un pesar, me gustaba también, pero bueno, es que no sabía que sí se podía estudiar algo que te que te estimulaba tantísimo la cabeza y te daba curiosidad de conocer más y de leer qué había pasado antes. Y luego, sin para, la curiosidad te mueve de un lado a otro y es muy padre. Entonces, estudié con ganas de aprender, obviamente, y de gente mayor y mucho más leída, por supuesto, tuve unos maestros increíbles, unos no tanto, pues bueno, así tocan en el camino. Unos como que igual no te entiendes tanto, igual lo hacen un poco más porque tienen que hacerlo, pero te encuentras también con mucha suerte, con gente que te abre todavía más puertas y eso es muy padre. Tuve esa suerte y tenía de pronto el sueño en la carrera de convertirme en académica, entonces muy pronto en la carrera yo decía, voy a hacer un doctorado y luego un posdoctorado, y ahí me voy a quedar. Pero uno va cambiando y el camino también, y a veces las bifurcaciones son más interesantes, las distracciones son más interesantes a veces de lo que te puedes proponer y algo así me pasó, creo. Aunque yo al principio tenía muy claro, dije “yo voy a ser académica”, la verdad es que siempre me gustó leer y escribir, en el fondo lo que me tenía ahí era muy claro y fue cosa de tiempo. Entonces, al terminar la carrera o en el último año de la carrera, empecé a escribir Todo o nada. Sí sabía desde el principio que se iba a llamar Todo o nada. De hecho, estaba muy emocionada cuando descubrí el título en mi cabeza, pero le faltaba una novela al título, y eso no fue tan divertido, porque había mucha inseguridad. Era también en un contexto que es muy violento con las mujeres de muchísimas maneras, por ejemplo, uno puede entrar a un salón que puede estar predominantemente lleno de mujeres, porque la literatura está vista como un oficio casi que “mientras se casa”, pero el mismo canon de lectura sea predominantemente masculinista y que sea hegemónicamente patriarcal. Había un montón de cosas y no solo en este contexto, desde niña, si acaso para mí la literatura y los escritores, pues aparecían en las primeras planas de los periódicos, teniendo puestos importantes, diplomáticos, con mandatarios, de la mano de, pues Fidel Castro, del Che Guevara, de presidentes. Ser escritor era ser hombre y ser escritor era ser un hombre blanco, entonces para una joven de viente años en la Ciudad de México, asumirse como escritora o decir soy escritora o quiero ser escritora, de entrada, ya te ponía en un problema. ¿Porque tú qué ibas a escribir? si los libros predominantemente están escritos por hombres. Ese era un problema, la verdad. No quiere decir que no haya habido escritoras, pero quiere decir ¿dónde estaban las escritoras? o ¿dónde estaban en las primeras planas? o ¿dónde estaban en la televisión? o en los libros, o en las librerías, o en las bibliotecas, era difícil. Incluso estudiando una especialidad en literatura era difícil. Entonces, es difícil cómo te sitúas ahí, porque entonces te sientes un poco como corista, como “¡ah, bueno! pues a mí me gusta muchísimo, pero yo lo más que puedo aspirar es a ser lectora y nada más.”
AP: Y echarles porras ¿no?
BL: Exacto, pero echarles porras y hacer el coro de todo lo que habían recorrido ellos.
APR: Claro.
BL: La verdad es que en los últimos años he podido pagar una deuda conmigo a los viente. Es decir, he podido llenar muchos de esos huecos que no pude leer en ese primer acercamiento al canon. Y es un camino largo, y por suerte es largo y por suerte hay mucho más todavía que descubrir y que leer. Pero, sin embargo, regresando a ese momento que me daba terror decir que quería escribir ahí estaba escribiendo todas las noches después de terminar entre las tareas y entre la titulación y entre todo lo que tenía que hacer. Porque, además, también tenía un programa de radio. Ahí estaba intentando una novela que me daba terror, me acuerdo del terror que me daba decir quiero escribir una novela a los viente dos años. Lo intentaba y no me salía, y me sentía como con el síndrome del estafador, nada más que sin el síndrome, directamente sintiendo una estafadora. Pero lo quería intentar realmente y no había nada a mi alrededor que me dijera “puedes hacerlo porque claro que se puede.” Estaba simplemente a ciegas. Estaba a ciegas, tenía un palo y te dicen allí, en algún lugar hay una piñata. Y esa piñata es intentar escribir una novela pensando que de entrada eres una estafadora, porque es una historia y un canon de hombres. Y los temas y las historias y las narrativas, y las voces narrativas, en fin, todo. ¿Cómo lo ibas a escribir? ¿Cómo tú vas a escribir, por ejemplo, una épica, por ejemplo, al estilo del boom latinoamericano, siendo una mexicana de viente dos años? No hay manera que escribas algo así. ¿Cómo escribes después de eso? ¿Cómo? ¿Qué modelo seguir? Es muy extraño y todo lo demás, todos los subgéneros son ninguneados, ciencia ficción, terror, es decir no tienes movimiento, eso si además le sumas otras inseguridades propias de la juventud y de no tener nada, con qué decir, soy escritora, por ejemplo ¿Cómo? Era algo que yo me preguntaba mucho, me acuerdo como que decía “¿cómo voy a decirle a alguien que soy escritora si no tengo un libro?”, “¿qué clase de escritora soy?”
AP: Claro, tienes que practicar y tienes que tener el producto. Déjame aquí comentarles a quienes nos escuchan algunas de tus obras, y decirte que, para haberlo hecho así con este temor inicial sintiéndote “estafadora”, eres una escritora muy lúcida, muy lúcida. Tu trabajo de verdad destila que sabes, que conoces de qué estás hablando. Y muchas veces te enfrentas inclusive a tus dudas, con esa actitud de inocencia o de honestidad de decir, esos son mis propios miedos, mis propios temas, que me atormentan. Empiezas con Todo o nada (Tusquets, 2009); después un libro muy bonito Cuaderno ideal (Alfaguara, 2014), de que vamos a platicar también, luego ¿Cómo piensan las piedras? (Alfaguara, 2017). También tienes una traducción tuya precisamente de Cuaderno ideal, que fue traducido por Annie McDermott. Después tienes el libro que yo creo que mucha gente ya está esperando que hablemos de él, Brujas, también (Alfaguara, 2019) y en el 2017 te suman a la lista Bogotá 39. Genial de verdad, felicidades, Brenda. Todos estos libros tienen tanto que decir y decirlo de tal manera que me gustaría empezar a platicar sobre los orígenes de Todo o nada. Te parece si hacemos una lectura de este libro para que nos cuentes un poquito más de cómo fue la idea de escribirlo, este proceso de escritura y empezar con cada una de tus obras.
BL: Claro que sí Adriana, con el mayor gusto, si quieres. De hecho, te agradezco que me regreses acá porque me trae muy buenos recuerdos. Son épocas, sueno como abuelita ¿verdad? Pero bueno.
APR: No, qué lindo, además es un libro que tal vez había sacado en tiempo de librero y a veces bueno, los deja uno por años. Así que bueno, pues encantada, esto es Todo o nada (Tusquets 2009).
BL: Despierto, despierto con el impulso de empacar, me levanto de un salto, arrojo ropa del closet a la cama, busco una maleta en el closet y de golpe cae, cae de golpe el sueño. Dejo de buscar la maleta. He soñado con una llamada telefónica, pero no, no cualquiera. Una llamada en la que el abuelo me invita a París a una de sus conferencias. No tienes de qué preocuparte, no tienes que responder a las preguntas de los médicos. Es suficiente con que me acompañes al auditorio. Después de mi conferencia podremos pasear, prometo que no invitaré a las viudas que seguramente me buscarán. Te llevaré a cenar al mejor restaurante, te llevaré a los mejores lugares, ya verás. Cuelgo el teléfono y despierto en ese orden. En medio de este desorden, el abuelo se quitó la vida un domingo por la noche. Tenía 72 años el próximo domingo, el domingo que viene se cumple 1 año de su muerte. Nunca entenderá el abuelo y menos entiendo por qué hizo esta llamada telefónica desde otro lado, no este lado.[AB1]
AP: Este es un libro bellísimo. Es un libro entrañable, con un tema que aborda la fragilidad de un hombre adulto, maduro y a la vez la fortaleza que transmite y la relación con su nieta. Yo, que soy abuela, ahora esa relación es tan interesante, la de los abuelos con los nietos y Emilio Nassar es un personaje que te lleva precisamente estos matices del ser abuelo, pero también de ser hombre, de lo que es la humanidad, lo que es la muerte, la pérdida. Muy interesante, cuéntanos ¿cómo surge este libro?, ¿tiene algo de autobiográfico?
BL: Te agradezco mucho la pregunta porque me llevas a un lugar muy bonito. Aunque en el momento de escribir parecía tormentoso o de mucha inseguridad, la veo ahora a distancia y eso es lo padre de la narrativa. No hay una única narrativa, sino que son varias narrativas en el mismo momento. Ya me puse un poco filosófica con respecto al pasado, pero esta novela la pensé mucho antes de escribirla. Realmente tenía tanto miedo de hacerla. Era como que tenía yo ya la banda de rock, nada más que nadie sabía, era como una locura, tenía los hits, pero no tenía la banda. Era muy rara la relación, era todo mental, pero no existía. Entonces me imaginaba muchas cosas de esos dos personajes, del abuelo y de la nieta y me hice muchísimas preguntas antes de hacerla. Por ejemplo, no quería meter diálogos porque en ese momento tenía una cosa en contra de los diálogos, sentía que a veces la narrativa se podía muchas veces perder ahí. Muchas veces a mí me parecía paja y en ese momento tenía una aversión a los diálogos, entonces, pensé, quiero escribir una historia sin diálogos y que al mismo tiempo en el momento de la narrativa de ella, de la nieta, que aparezca la voz de él, pero no de manera de diálogo, no necesariamente como diálogo. Pero luego era la pregunta, ¿desde qué punto de vista puedo narrar desde el punto de vista de un hombre? Por supuesto que no, entonces la nieta lo va a narrar ella y lo van a narrar ella con su juventud y desde donde está. Al mismo tiempo quería un personaje muy extremo, que era el personaje del abuelo, y tenía esta idea de que fueran dos personajes muy extremos y muy distantes y que fueran un hombre y una mujer. En las relaciones de padres, uno se pelean mucho, uno necesita revolucionarse y dar la espalda y cosas así, pero con los abuelos creo que es una relación, afortunadamente, muy dulce. Parece que todas las espinas ya se quitaron para llegar hasta la fruta más dulce. Yo tuve la suerte de tener una relación con mis abuelos durante varios años y yo notaba eso. Si mis padres hacían retratos hablados de sus propios padres eran monstruos, pero yo conocí a esas personas y yo solo te puedo hablar maravillas de esas personas. Generosos, dulces, empáticos, con un montón de tiempo muy presentes. Realmente tengo los mejores recuerdos, muchos que me conmueven muchísimo. Entonces me interesaba mucho que fuera así la historia de una relación. Tampoco quería que fuera una historia de amor. Entonces eran un montón de preguntas, como, ¿desde dónde sitúas?, ¿desde dónde cuentas una historia?, ¿cómo la cuentas? Por ejemplo, yo me preguntaba mucho ¿si algo que te da vida durante toda tu vida te puede en un momento revertir y en un momento te pueden matar? Y pensé en este personaje como eso, me acuerdo que las primeras cosas que pensé es ¡guau! un gastroenterólogo o un médico que es súper prominente y reconocido, que llegado cierto momento lo puede llevar en su contra. Creo que la vida se trata un poco de eso, creo que lo mismo que te da vida en un momento dado, si tú así lo quieres, se te puede revertir o lo puedes voltear en tu contra. Y quería que este personaje fuera así, quería un personaje muy luminoso que tuviera este lado también oscuro al final de su vida. Quería un personaje casi agonizante pero no en la enfermedad, lo necesitaba entero y lo necesitaba completo. Digo yo que estaba estudiando literatura o terminando de estudiar. Pensaba qué era increíble el lenguaje y la forma de hablar y de pensar y de cómo se ordena, casi como si fuéramos libros, la vida de una persona llegada a cierta edad. Es decir, todo tu mundo, en términos del lenguaje ya está contado, ya está ahí, tu visión de las cosas, cómo hablas, se refleja en cada cosa que dices. Y eso muy por encima del culto de la juventud y a la belleza en la sociedad en la que vivimos. A mí me parecía mucho más valioso lo que un personaje en un momento así de la vida podía decir que un joven, pero al mismo tiempo yo estaba del lado de la nieta, de la juventud, pero me interesaba muchísimo y me parecía fascinante lo otro. Ya estaba harta de ver puras historias de juventud, o de culto a la juventud y a la belleza. Y la belleza la veía en ese otro lugar, en la del lenguaje y en la de lo que toda una experiencia de vida te puede llevar a decir. En términos de lenguaje, es un universo lo que una persona mayor puede ser, cómo se expresa y las palabras que usa. A mí me parece como ese dicho mexicano de “más sabe el diablo por viejo que por diablo” me parece genial. Realmente me parece genial. Es la vejez la que te da mucho más que cualquier otra cosa. Yo tenía esta fascinación en términos del lenguaje y en términos de mundo, de un personaje así. Entonces era en parte eso la búsqueda de un personaje que yo, pues por supuesto, también del lado autobiográfico, me parecía muy admirable escuchar hablar a alguien como mi abuelo o alguien como mi abuela, antes que escuchar alguien muy joven. Yo decía, ¿por qué el mundo hace tanto oculto en torno a la juventud cuando esto es maravilloso, o muy interesante o mucho más profundo o mucho más ligero o mucho más gracioso a veces?
AP: Déjame dar un ejemplo acerca de esta profundidad de la que hablas. Tienes un epígrafe en el capítulo cinco de este libro que dice: “nadie quiere verse a sí mismo. Por eso y por fortuna existe el otro”. Y el libro está salpicado de aforismos, de filosofía de Proust, y de un divorcio de entre los abuelos en donde la abuela es la que quiere divorciarse – un tema casi prohibido para esa generación. Está cuestionando un poquito roles asumidos impuestos a las mujeres y por otro lado, hay otro tema que atraviesa también, el tema de la muerte a través de un suicidio – casi es como un lugar de privilegio, saber la manera como acabas con tu propia vida es una ventaja, de unos cuantos, que es en el momento en que se la toma. Hacerlo es otra cosa, pero ese es el privilegio, el derecho de hacerlo. Y me parece fascinante cómo se va intercalando muchas ideas filosóficas también a lo largo del libro. Siento que la lucidez de Brenda Lozano también raya en la sabiduría de esa, como una persona mayor. Eso es eso, es divino. Platícanos un poco sobre esta relación que tiene Proust con Emilio Nazar en el libro.
BL: Pues yo me preguntaba mucho ¿cómo sería un personaje así?, ¿cómo sería la vida de un hombre que es reconocido, que es un médico (que en un país como este es una profesión loable y bien necesaria)?, ¿cómo sería un hombre como proveedor, muy patriarcal, pero al mismo tiempo con una pequeña frustración que es el arte? ¿Cómo sería la tipica historia del médico, que igual le gusta pintar y tiene unos cuadros horrorosos, pero es un médico prominente y muy reconocido? Pensaba que el médico hubiera gustado desarrollar ese arte, entonces hay la idea de que la nieta sí se hubiera dedicado a algo que él le producía tanta admiración y tanto placer. Podía ser un vínculo entre ambos. Entonces, más que el lector, me interesaba que hubiera entre esas historias escritas también un vínculo entre ellos dos, que él no había tenido con nadie más en su familia. Entonces era parte de la relación, y Proust como tal, de lo grande que puede ser o no, era más como un prop. Es un hombre para el cual ha sido muy importante la lectura y bueno, resulta que una de sus lecturas es Proust, pero no es tanto como hablar pretenciosamente de cuánto le gusta Proust. Era más como a este personaje yo me imaginaba, que le gusta lo clásico europeo, este es su tipo de literatura. Era más como buscar qué quería ser y cómo podía hacerlo.
AP: Brenda, platiquemos ahora de otro de tus libros, El cuaderno ideal (Alfaguara, 2014). En este libro hablas de otro tema, la soledad y de la relación en pareja. Estos son algunos de los temas que se leen en este libro que me gusta mucho de verdad. Y quieres leernos un fragmento para empezar a abrir apetito.
BL: Claro que sí, con todo gusto voy a leer muy poquito, del principio. Bueno, así empieza…
Hoy me sonrió un enano.
Es un libro que está narrado en fragmentos, entonces el primero es ese y el segundo es…
Cuando niña pensaba que el sacapuntas eléctrico era lo que me separaba de la vida adulta.
Entre sacapuntas de plástico azul y el sacapuntas eléctrico en la oficina de mi padre o en el escritorio de la maestra.
Estaba a la distancia entre la infancia y la vida adulta.
AP: Genial. Este es un libro muy interesante en el formato, en cómo estás experimentando con la redacción, con aforismos, con frases cortas, con tiempos, con distintas voces que se están sobreponiendo como si fueran capas. Yo lo siento como si fuera una cebolla, que estás pelando y estás entrando de una capa a otra. ¿Cómo es que surge Cuaderno ideal? Desde el punto de vista inclusive del título, El cuaderno ideal – para los que nacimos en México, el cuaderno ideal era lo que nos mandaban en el colegio para la lista de útiles.
BL: Bueno, pues la verdad es que aprovecho para ahora sí que para tirar dos pájaros de un tiro hasta tres. Creo que muchas veces los títulos me aparecen antes que las novelas, porque de alguna forma marcan el camino. Todo o nada, para mí era el resumen de la novela, yo ya casi que no necesitaba escribir la novela, porque según yo, en ese título estaba todo lo que quería contar. Dos personajes que representaban esas dos palabras, que eran muy extremos, que estaban en momentos de vida muy distintos y al mismo tiempo juntas tienen un significado de nada, también puede ser un verbo en esa frase. Y Todo o nada, me gustaba la idea de que el pasado pudiera siempre estar, que el pasado siempre está nadando en presente, que todo siempre está nadando contigo, enfrente, todo flota en frente de ti y es muy curioso como el pasado flota como objetos en el agua y eso me gustaba. Cuaderno ideal es otro momento de vida y casi te diría como cuando estás creciendo – no hablo en términos de la literatura como crecimiento, porque no creo que haya tal cosa, pero sí me gusta mucho gráficamente imaginar como cuando vas creciendo y pones en el marco de la puerta una rayita y luego unos meses más adelante, una rayita más arriba. Es otro momento de vida y desde las portadas, que es algo que me gusta muchísimo, haber podido elegir todas. Cuaderno ideal representaba mucho de lo que para mí es escribir, en el sentido de que nunca nada está acabado y todo siempre tiene algo de ideal inalcanzable. Entonces un cuaderno ideal para mí era casi la antinovela, una novela que está ocurriendo en tiempo presente, que es fragmentaria, que no necesariamente tiene un inicio, clímax y final. Es decir, cuestionar también qué es la narrativa, cómo se cuentan las historias, por qué necesariamente tienen que tener esa estructura, como aristotélica o como muy conocida de eso, del inicio, el desarrollo, clímax y final.
AP: Claro, ahora que hablas de las portadas, estoy pensando, por ejemplo, en la portada de Brujas y has comentado Amalia Pica es quien hace esa portada.
BL: Mira esta belleza. Una cosa que a mí me gusta mucho es que las portadas para mi son una pequeña galería. Son artistas que me encantan, y son artistas que están vivos, que son jóvenes y que todos los trabajos de ellos me parecen increíbles. Soy muy fan de todos y me encantaría seguir escribiendo libros porque quiero más, quiero más arte en mis portadas. Y Brujas, es una palabra muy sencilla y se trata de eso, creo que es una promesa que se cumple. La portada es de un artista argentina que se llama Amalia Pica, que me parece un artista increíble. Una cosa que me gusta de las portadas en general es que no te digan de qué se va a tratar la novela, que no te retraten la cara del personaje o algo que te condiciona la ficción. Me gustaba muchísimo, que en todas son como una especie de alusión. Que varias veces, digo, tuvimos muchas conversaciones en torno a las portadas, en todos los casos, porque no me gusta que salgan personajes, por ejemplo. Me quedó muy marcada una vez que leí una carta que le escribió Kafka a su amigo Max Brod, que se la pasaba así tirando pestes de las portadas y es una carta muy divertida en la que le da básicamente un bajón, porque recibe la portada de La metamorfosis y hay una cucaracha en la portada. Y es curioso como muchísimas de las ediciones de La metamorfosis tienen un insecto en la portada y Kafka se quería morir, porque decía no puede ser, van a pensar que todo se reduce a eso. Se me quedó muy grabado y estoy obviamente de acuerdo en que no me gustan las cosas que te condicionan la imaginación.
AP: Claro, entren al catálogo de Hablemos, escritoras podcast de nuestra página web, van a ver las portadas de los libros de Brenda y sí, efectivamente ahorita que lo estás diciendo, todas son muy especiales. Ya estamos hablando de Brujas, que es un libro impresionantemente bueno, donde tratas un tema que a mí me fascina, esta idea de lo feminizado, de estas relaciones complicadas entre familias, la urbe, el campo – la protagonista es una mujer muxe, que a mí me parecen fascinantes. Igual sucede con las chamanas. Platícanos ¿cómo es que surge Brujas?
BL: Te cuento que Brujas fue un viaje alucinante y doloroso y feliz al mismo tiempo – como la vida misma. Fue muy disfrutable para mí llegar a Feliciana, que digamos es la bruja mayor o la chamana o la curandera que va a entrevistar, Zoe, la periodista. Básicamente llegué porque tenía muchísimas ganas, Todo o nada es sobre un gastroenterólogo muy exitoso y la relación que tiene con su nieta y había hay algo a mí en esa relación con la medicina, con lo curativo, con la sanación que me resulta bien enigmático. Brujas es casi como el extremo opuesto, que me da mucha curiosidad el extremo opuesto del arte, de la funcionalidad, pareciera como del otro lado del océano, y me da mucha curiosidad lo que hay del otro lado. En ese sentido me interesaba mucho el personaje de una curandera que fuera como una rockstar, en tiempos en los que el poder económico o la fama pueden ser instantánea simplemente por tener una cuenta de Instagram o por un montón de followers en donde obviamente el dinero te da fama y la fama te puede traer dinero, en ese binomio extraño en el que vivimos. Pensaba, y qué pasa si alguien no tiene ni una cosa, ni la otra, ni viene de la ciudad y no solo eso, además es una mujer indígena, cómo, ¿qué pasa si desplazamos todo eso a otro lugar? Entonces yo tenía muchas ganas de hacer alguien que tuviera como Emilio Nazar, todo ese reconocimiento, pero desde otro lado, que fuera mujer, que fuera muy chaparrita, que no hablara una lengua oficial y todo esto. Eso me fue llevando a Feliciana esta curandera que para mí es como una rockstar a la que todo mundo quiere ir a ver, todo mundo se quiere sacar fotos. Me encantaba la idea de que la periodista, en su primera búsqueda en Google, encontrara como abrazada de Prince y de directores y fotógrafos y como todo mundo la quiere ir a ver. Pero entonces la pregunta era más chingona, para mí se me iba abriendo el mundo porque entonces era, “¿y quién es esa mujer?”, y “¿cómo llegó ahí?” Era una linterna de búsqueda, hasta el amanecer, cuando ya ves todo más claro y es la historia la que ya se te reveló, no importa a qué hora del día estés, como que hay algo que se te va revelando y ese es el camino de la escritura, que creo que es el más disfrutable de todos estos procesos y todas estas etapas distintas. Eso entonces, la verdad, fue muy padre para mí hacer este libro.
AP: Es genial porque además hay una serie de binomios, está por ejemplo lo que acabo de decir, lo urbano, el campo, son dos hermanas, Feliciana, Francisca, Zoé y Leandra, son dos oficios, una es curandera, y la otra es periodista. Es muy interesante porque los binomios te ayudan a crear como un espectro más amplio de lo que supuestamente tiene que ser lo femenino. Pero realmente estás hablando de lo feminizado, qué, es más esta imposición y cuestionamiento de, “¿qué es lo femenino?” O sea, por qué feminizar todo en este mundo en que se está hablando y siempre está dividiendo a través del género de manera absurda.
BL: Claro. Mi mejor amigo te diría que es porque soy géminis y porque todo lo entiendo en pares.
AP: No había caído en esa cuenta. Me tenía yo que haber fijado el mes en el que naciste y el día, eso está genial. Brenda, léenos un pedazo para que podamos oír sobre la chamana.
BL: Claro que sí, es un pedacito para que no digan que “me voy como hilo de media”…
Yo soy chamana, más fácil me dicen curandera. Así me conocen, unos, bruja me dicen. Sí, hay una diferencia entre ser curandera y ser chamana, una curandera cura las gentes con sus menjurjes y sus hierbas y una chamana también, pero una chamana también puede curar las cosas que no son del cuerpo, puede curar las cosas que son de las ondas aguas. Yo curo lo que han vivido las gentes en el pasado y por eso curo lo que vivan en el presente. Por eso a mí luego las gentes me dicen que yo les curo el futuro.[AB3]
AP: “Que yo les curo el futuro”, genial. Qué buen libro, de verdad que nos están escuchando acérquense a la obra de Brenda Lozano, pero además con un plus, no nada más es novelista, ella colabora para el diario El País con unas columnas geniales, temas a veces complicados, que hay que digerir. Es muy interesante lo que estás haciendo, también en otras colaboraciones. Tengo aquí en mi mano el libro Tsunami, que fue edición y prólogo de Gabriela Jáuregui, que es un libro que yo me he leído varias veces y me gusta mucho tu colaboración, no a dónde va, sino de dónde viene otra vez un título, un buen título. Aquí estás hablando de un tema que nos tiene enloquecidas a todas las mujeres, de contemporáneo y yo creo que de toda la vida. Así lo dices tú en esta colaboración, porque incluso te remotas a los griegos, para dar una idea de que en la humanidad la historia del abuso en contra de las mujeres es eterna, curres a la Odisea, por ejemplo, como un ejemplo claro de un hombre, de lo que le llaman el mansplaining, un hombre callando a una mujer. Platíquenos brevemente sobre tu trabajo como ensayista, como cronista y como colaboradora en este movimiento tan importante que se está gestando a favor de los derechos de las mujeres.
BL: Claro que sí. El texto de Tsunami, la verdad es que colaborar en ese libro creo que abrió una sororidad increíble y se siente muy padre ser parte de un libro que tejemos entre varias mujeres y que además nos ha traído, por suerte, muchas discusiones, muchas preguntas colectivas. Entender que la escritura también se hace en colectivo es una cosa muy padre, aunque los textos están escritos de manera individual, ese libro también nos ha llevado a hacernos muchas preguntas, tanto en las presentaciones que en las chelas. La verdad es que es más allá, los contornos del libro a veces creo que son tan importantes como el libro mismo como la hechura misma. A veces los libros, como los libros también son la vida y la vida son los libros también, no es un trabajo, no es como de qué vas a trabajar de tal hora de la mañana a tal hora, son tu vida y eso a veces también te deja en otros lugares. El proceso de escritura puedes empezar en un lugar y te deja en otro al final, porque son procesos también de exploración, de preguntas, de todo eso. Yo en ese momento estaba en un momento en el que sentía que no era escuchada y sentía que mi voz no se escuchaba. Y fíjate que para mí hacer ese ensayo fue contestarme esa pregunta. Probablamente ahorita, si hiciera un texto para Tsunami o para un libro con una naturaleza parecida, escribía sobre otra cosa, pero en ese momento preciso me moría de ganas de descubrir y explorar de dónde venía el silenciar a las mujeres, de dónde realmente quería escarbar y ver de dónde venía. Estaba mucho más allá de la situación que yo estaba cruzando en ese momento y fue para mí muy deslumbrante encontrar que está en todos lados y no le tienes que rascar mucho para que aparezca. Para mí fue un descubrimiento doloroso y muy importante también el darme cuenta de dónde venía eso. De pronto, si, por ejemplo, hay abusos, por qué antes no se escuchaban y ahora, como ante un movimiento como el de los años recientes del Me Too, sí resulta que escuchan a las mujeres ¿por qué? Yo me hacía mucho esa pregunta ¿por qué ahora sí y antes no? ¿De dónde viene? Entonces de esa curiosidad salió el ir para atrás y darte cuenta, pues que está en todo. Si algo me hago son preguntas y a veces es que los textos sean respuestas, a veces los textos son otra pregunta, pero al poderte hacerte otra pregunta, después de las que ya tienes, es de alguna forma una exploración personal increíble que te dejen un nuevo lugar. De alguna forma sales un poquito revolucionada. Creo que Tsunami a todas nos afectó de una forma muy positiva porque yo ese día te encontré desayunando con Yásnaya en Guadalajara por ese libro y conocer a Yásnaya en persona es una cosa muy importante y muy increíble. Y lo mismo con otras de las que están en el mismo libro. Entonces los libros también te abren puertas no sólo en la imaginación, sino también en la vida real y de formas que te alejan definitivamente en un mejor lugar en la vida. Siempre será mejor hacer un libro entre todas cuando el patriarcado nos educa, por ejemplo, a competir entre nosotras. O que la escritura misma es un acto tan solitario que por ejemplo, por hablar ahora del espacio que tengo en El País, con el cual me siento muy contenta, muy comprometida.
AP: No dejen de leerla en El País, de veras genial.
BL: Qué linda gracias. Pues de la misma manera, hacer textos, al menos a mí siempre me trae muchísimas preguntas antes. Creo que si históricamente las columnas han sido espacios como para que alguien diga desde las alturas un poquito de qué está pasando o explicar algo. Creo que esos espacios también se pueden repensar y se pueden abrir para otras voces que igual no son escuchadas o que pueden ser o que merecen un espacio. Eso es algo que me importa muchísimo. Me importa mucho que sea una escritora muy joven, pueda ser citada en un periódico como El País. O si, por ejemplo, hice un texto sobre la maternidad en los penales en México, que me parece también muy importante que esas historias tengan esos espacios. En fin, creo que sobre todo cuestionar lo que nos es entregado o dado te puede llevar a mejores lugares, porque los puedes usar para tender puentes para contar otras narrativas, para darte cuenta que no, no es una, sino son muchas. A veces tú en esas narrativas eres un escucha. Y escribir no significa imponer y ser escritora no significa tener la última palabra, muchas veces significa solamente tener un oído, y dar un espacio. Creo que saber escuchar es una cosa que, si algo me ha escrito, me perdón. Si algo me ha enseñado la literatura escrita por mujeres es eso, como lo dice Vivian Abenshushan, ella habla de la escritura, de la escucha y me parece bien cierta y muy precisa también, no la de la imposición, no la de la última palabra, sino la de la escucha y la de ceder espacios, la de nombrar, la de dar espacio a otras narrativas y otras voces, porque no hay una única forma de hacer las cosas. Eso creo que yo me he preguntado desde siempre, por mi condición de ser mujer, en un país bien machista y bien misógino y bien violento con las mujeres.
AP: Brenda, pues nos dejas muchísimas ideas, muchas cosas que pensar, que reflexionar. Me encanta la manera en la que cierras esta conversación, porque ese es el sabor que me deja seguir tu trabajo como ensayista y como pensadora contemporánea. Es esta voz de las jóvenes que están tratando de como dices tú, de escuchar también las otras conversaciones y de abrir otros espacios. Es muy interesante tu trabajo definitivamente en El País y me da mucho gusto que Gabriela haya hecho ese tomo que yo les recomiendo a todos que lo tengan en su buro Tsunami es un libro fundamental con voces fundamentales y tú, Brenda, eres una de ellas. Felicidades por tu trabajo, por tu carrera. Van a venir muchos otros títulos y ha sido un verdadero honor, un verdadero gusto tenerte en Hablamos, escritoras, podcast, el día de hoy.
BL: No Adriana, quiero que sepas que el agradecimiento y el honor y el gusto ha sido mío, porque de verdad lo he disfrutado mucho y te agradezco enormemente este espacio de verdad.
AP: Pues un abrazo fuerte. Muchísimas gracias. Brenda.
BL: Igualmente que tengas bonita noche.
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AP: Con eso cerramos la conversación con la escritora mexicana Brenda Lozano, a quien ha sido un gusto entrevistar para Hablemos, escritoras podcast. No olviden visitar nuestra página web www.hablemos escritoraspodcast.com, donde podrán encontrar más sobre su obra. Se despiden de ustedes el equipo Fernando Macías Jiménez en la edición, Andrea Macías Jiménez Social media, Wilfredo Burgos Matos, Alejandra Márquez, Viviana Valenzuela y Guiliana Zambrano, colaboradores, nos escuchamos hasta la próxima. Yo soy Adriana Pacheco.