El día de hoy vamos a presentar una reseña del libro Detrás de las sombras. Escritoras cinematográficas en el cambio de siglo en México, por Maricruz Castro Ricalde y Diego Sheinbaum Lerner, un libro publicado por la UNAM en este año.
El titular esta reseña, Decisiones que crean su objeto, el guion leído como literatura. Y quiero empezar contándoles que hay libros que nos seducen por el contenido, otros lo hacen por su forma. Y quiero empezar contándoles que hay libros que nos seducen por el contenido; otros lo hacen por su forma; pocos capturan nuestros ojos o nuestro pensamiento porque nos dejan asistir a sus decisiones, es decir, nos muestran el proceso de lectura y de pensamiento alrededor de su material de reflexión. El libro de Castro y Sheinbaum es una invitación a compartir ese proceso analítico y poder pensar con ellos. Es un desafío para replantear la posibilidad de leer el guion cinematográfico en clave literaria.
Entonces voy a repasar las decisiones que me parecen importantes en este libro:
La primera decisión de ambos, de Castro y de Sheinbaum es la de no repartirse capítulos ni firmar los que han escrito cada uno; en su lugar, se dedican a redactar partes, argumentos, lecturas parciales enfocadas siempre a una guionista en particular y en un análisis por capitulo. Esa estructura se teje entonces a 2 voces y la llamaron ellos “una autoría desdibujada”. Aunque un ojo agudo y angustiado podría seguir el tono al modo de escritura y unir el prólogo y algunos capítulos ¿Serán los de Sheinbaum? y más bien el epílogo y otros capítulos ¿Serán los de Castro? pero dicha agudeza queda como innecesaria y morbosa frente a lo que se logra como efecto. Creo que estamos más bien ante una coautoría, un diálogo, un pensar común, un escribir con el otro, un abrirse y al mismo tiempo borrar la personalidad. Eso me parece una decisión importantísima. Y no es casual si la pensamos como un guiño cómplice con el guion del cine, con el cine mismo como una de las artes más colaborativas que existen ¿no? Si la escritura que da pie a estas reflexiones está pensada en diálogos, revisiones, discusión lejos de una universidad genial. La lectura de estas escrituras corresponde a este objeto de estudio y nos enfrenta también a una discusión. Ese recurso, creo, abre la puerta para que quienes leemos también metamos nuestra cuchara y satisfagamos tanto nuestra hambre de conocimiento del cine, como nuestra ansiedad de participación en un diálogo público más allá de la Academia o de un gremio entendido de cine.
La segunda decisión es la delimitación se lee y se analiza a guionistas mujeres de los fines del siglo XX y principios del siglo XXI. Las razones pueden obedecer a intereses o ideologías autorales, pero también se rigen por la intención de mirar ahí donde no alumbró la luz pública, mediática, productora o académica, detrás de las sombras de esas protagonistas. Un capítulo inicial se cura en salud y rastrea antecedentes que evitan la sensación de creer que las autoras guionistas de esta época inventan el hilo negro. No se trata de afirmar que ahora es cuando las mujeres escriben, sino de saber cómo lo hicieron siempre, en qué circunstancias, en medio de qué valoraciones y en medio de qué tipo de recepción. Matilde Landeta, de la Mora, Urquiza, Vicens y después Alcoriza, Garro, Villeli, Arredondo, Fernández Violante, Velasco o Vega, son algunas de estas madres de las guionistas actuales y está dicho, de una manera muy amable, no es solo un afán de restitución, sino de mapa y de mostrarnos cómo se va a relacionar entonces esa generación de guionistas con las que va a trabajar el libro. Si las mujeres guionistas pasan de la (auto)censura, la condena, el borramiento de su rol, el rechazo de productor y de medios sociales, queda claro para Castro y Sheinbaum que esa censura también las llevó a crear por el ladito, por el costado de la tradición y por lo tanto a innovarla. Pero también nos deja ver con conscientes eran esas mujeres del financiamiento, el reconocimiento, el funcionamiento de sus trabajos y los prejuicios que se tenía en la época ante una mujer que se dedicara a cosas del cine. En sus obras se ve la diversidad de cuerpos, espacios, acontecimientos, la eficacia con que se juega con unas características de géneros narrativos. La selección nos permite ya entrar en detalle en algunas guionistas esta Paz Alicia Garciadiego, Beatriz Novaro, Cecilia Pérez Grovas, Carolina Rivera, Silvia Pasternac, Sabina Berman y Laura Santullo
La tercera decisión, que es osada, me imagino más todavía, dentro del campo disciplinario tiene que ver con leer el guion cinematográfico como literatura. Lo que implica no solo detectar su valía estructural, su apuesta en la escritura, la imaginación, sino y fundamentalmente, crear una metodología que dote a los análisis de una densidad propia de la crítica literaria que reconoce los textos en sí mismos obviando su destino de filmación. Es decir, dándole el valor como escritura en sí misma, aunque nunca llegue a ser una película. Inscribir cada guion en un contexto en un género, (melodrama, comedia, noar) en un circuito de campo que visibilizó o disminuyó la presencia autoral. Explicitar los criterios que decidieron o no, su financiamiento, su circulación, su crítica, poner a estas escrituras en diálogo con marcos teóricos, amplios y densos, como Levinas, Bauman, Bordieu, para citar algunos. Hace que el libro se aleje de la descripción técnica, de la comprobación de rasgos o de una valoración apresurada, logra más bien confirmar y consolidar una metodología lectora rigurosa y enriquecedora para quienes transitamos por estos guiones. Como siempre que se inscribe una escritura en un marco cultural, en este caso el guion dentro de lo literario, esa singularidad desafía a pensar el marco mismo, es decir, que es lo literario. Cito a los autores: “El guion nos obliga a explorar lo literario en la frontera entre la literatura y lo que no es literatura; desafía nociones de sentido común sobre lo que involucra escribir y leer, ¿podemos llamar escritura a algo que utiliza, además de palabras, otros signos, como las imágenes y la música?” Bueno, ahí nos deja como la duda, ¿no? ¿qué posición tomamos en ese debate?
Cuarta decisión, leer la afiliación a diferentes géneros cinematográficos y ver en cada caso cuántos respetan la tradición y cuánto la innovan. Por ejemplo, cómo representaron figuras femeninas, cómo representaron la maternidad y los lazos filiales, cómo problematizaron decisiones y planos éticos y cómo evidenciaron críticas sociales en cada uno de sus trabajos. Se ven si ellas reelaboran rasgos del género. Así, por ejemplo, García Diego, nos dicen los autores, “destruye los íconos de la moral, la familia, la madre y el amor que se derivan de la herencia judeocristiana” o afirman Santullo, “lleva el melodrama una dimensión social progresista innovadora”. En este libro se reconoce a las autoras, pero no se las idealiza ni se hace una oda de ellas. De hecho, se reconoce que varias de ellas enfrentaron ciertos límites. Por ejemplo, se dice, “Las autoras procuran salirse de los clichés sobre los cánones de belleza — y prefieren sugerir otras características en sus personajes—, sin embargo, su margen de movimiento a veces no es demasiado amplio”. Quiero decir con eso que no es un libro de critica oda, algo que están trabajando, sino que también lo critican con ciertas observaciones. A veces evidencian su sitio de producción, como en el caso de Pasternac, cuya obra fue financiada por Televisa, por ejemplo, pero no para apurar una valoración o una sospecha, sino para ver cómo esta guionista hace para inscribir, circular, producir dentro de un campo económico su guion sin ingenuidad y más bien con mucho sentido crítico.
Quinta decisión, ir de las escrituras concretas a los procesos creadores, a la noción de enseñanza, a los modos de transmisión entre generaciones de guionistas. Es decir, ellos no sólo analizan el guion tal cual, sino las entrevistas, las lecciones, las huellas que dejaron en sus alumnos, etcétera. La constancia del trabajo artesanal, del cine o de la edición, la conciencia que tenían de sí como autoras y al hacer todo eso, por ejemplo, al hablar de la práctica pedagógica de Novaro o de cómo Pasternac hablaba sus alumnos de la ética de la profesión. Nos acercan mucho a leer procesos y no solo resultados, o sea, no solo el guion como acabado, perfecto o no, sino cómo se vivió desde la perspectiva de las escritoras y proceso creativo. Finalmente, Castro y Sheinbaum inscriben su trabajo también en una tradición y con ese humilde gesto reconocen su lugar en la escena cultural, académica y crítica a la que pertenece su trabajo. Reconocen trabajos académicos que los han antecedido, los nombran y los sitúan. Este gesto, que podría ser reducido solo a una angustia bibliográfica, funge en este caso como una más de las varias tomas de conciencia de estar en medio de un debate público y académico. Por lo tanto, ni academia pura ni manual práctico, esta escritura a cuatro manos y polifónica en su apuesta, crea también un nuevo público. Ellos afirman, “intentamos situarnos en un espacio fronterizo entre la creación y la crítica”, “buscamos el rigor de los estándares académicos, pero evitando la abstracción innecesaria y los términos que alejan a los practicantes”.
Para quien, como yo, no sea el cine su área de profesionalización ni los guiones las formas del pensamiento propio, este libro es una puerta abierta a todo lo ancho para darnos a leer, pensar y dialogar sobre/con los guiones. Leerlos en clave literaria permite sacarlos de su sitio de pasillo, de flecha lanzada a la pantalla para adquirir sentido como escritura. Ni apresurar el juicio ni angostar las apuestas; esta escritura en común acerca a los ojos neófitos una densidad, una serie de apuestas y de modos de entender y articularse a una tradición, a un mercado, a una práctica crítica que desafía nuestros límites de comprensión que, tal vez, ya no podrán delimitar hasta dónde va lo literario y desde dónde se extiende lo cinematográfico. Allí donde pudiese haber solo un desconcierto, han instaurado un modo de escritura que nos interpela a pensar qué hacen los guiones mientras se escriben; antes de que los veamos, qué hacen los críticos mientras leemos y nos dan a pensar unas y otros. Este libro es un llamado al riesgo y al dialogo.