Adriana Pacheco: Hoy en Hablemos, escritoras podcast, tenemos el gusto de recibir a la escritora Elena Poniatowska. Yo soy Adriana Pacheco.
Elena Poniatowska: “En la humedad gris y blanca de la mañana. Sobre la piedra acanalada, las lavanderas tallan su ropa entre sus manos, el mantel se hincha como pan a medio cocer y de pronto revienta con mil burbujas de agua que lo chupan y lo devuelven a su tamaño. Arriba solo se oye el chapoteo del aire sobre las sábanas mojadas y a pesar de los pequeños toldos de lámina, siento como un gran ruido de manantial”.
AP: La obra de Elena Poniatowska ha dado voz a México desde las calles, las prisiones, los lavaderos, las luchas sociales. Sus más de 40 libros nos recuerdan cómo el periodismo, la crónica y la novela son conductos para acercarnos a la vida y a los problemas sociales desde lo cotidiano. Empieza su carrera como periodista en el periódico el Excelsior y su primer libro es un cuento para niños titulado “Lilus Kikus”, publicado en 1955. Nacida en París el 19 de mayo de 1932, pero nacionalizada mexicana es una de las 5 mujeres que ha ganado el Premio Cervantes. Hoy, a sus 87 años, sigue marcando nuestras vidas con su obra y sus ideas.
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AP: Buenas tardes. Para aquí nos escuchan en Hablemos, escritoras podcast. Estamos en la casa de Doña Elena Poniatowska, estoy muy honrada, muy emocionada de estar con una de las más importantes escritoras y pensadoras, cronistas, novelistas, periodistas de nuestro país, con una trascendencia internacional y muchísimas gracias Elena, por recibirnos.
Elena Poniatowska: Muchas gracias por venir.
AP: Pues al contrario. Bueno, pues voy a decir algunos datos para las personas que nos escuchan. Este podcast se escucha en varios países en el mundo. Elena Poniatowska ha ganado más de 40 premios preseas y doctorados honoris causa. Entre ellos, ni más ni menos, tenemos el Premio Alfaguara en el 2001, el Premio Rómulo Gallegos en el 2007, la Presea Rosario Castellanos en el 2010 y el Premio Miguel de Cervantes en el 2013. Y para quienes no saben el Premio Miguel de Cervantes es como si fuera el Premio Nobel, pero de la literatura hispanoamericana.
¿Pues, cómo se acerca uno a platicar con una de las más grandes, entrevistadoras y periodistas de la historia de México? La verdad es que yo misma haciendo periodismo cultural o entrevistando de manera cultural. Tengo muchas preguntas acerca de cuáles fueron los retos que usted vivió a lo largo de su carrera, primero como periodista y después como cronista.
¿Cuáles siente que son los retos más importantes de alguien que se dedica precisamente a recolectar la memoria histórica?
EP: Bueno, lo difícil era este ser aceptada como mujer. Me inicié en el Excélsior. En 1953, usted no había nacido. Y entonces se les ponía a las mujeres al lado de su nombre “MMC” “mientras me caso”. Se decía que iban a estar ahí, de verás mientras se casaban, lo cual sucedía. Pero bueno, creo que el hecho de quedarme más tiempo hizo que me subieran de categoría, que pasara yo de la sección que se llamaba “Sociales” del periódico Excélsior, que entonces dirigía Rodrigo de Llano. A la sección de “Información” y a la sección de “Opinión”. Y eso fue muy bonito para mí porque ya dejé de hacer crónicas de sociales, aunque sí me gustaba, a mí todo lo que fuera a escribir me gustaba y hacer crónicas de sociales también me divertía porque para que no fueran todas iguales, ponía, pues “la del sombrero más bonito”, “la del vestido más que… ” y así...
AP: Je, je.
EP: Así y entonces a veces ponía yo maldades, porque ponía “Paparuchita o Periquita con el precioso vestido de siempre”. Entonces, luego me arrepentía de decir maldades, pero a veces era para romper un poco el tedio de una crónica de sociales.
AP: Y me imagino que así iba también acumulando lectores que estaban buscando esas travesuras y esos comentarios.
EP: Pues uno nunca tiene mucha conciencia, yo creo que eso sí se da en Estados Unidos, que el número de lectores pues facilita la estadía de un periodista en un periódico, pero en México no teníamos, no existía todavía ese tipo de, como igual en la televisión. Si hay muchos televidentes, pues un programa permanece, si no tiene pues adiós, sale del aire.
AP: Claro, Claro, definitivamente. Y en esta conversación que estamos teniendo nos vamos a sumar a la sección “Compartiendo raíces”, porque usted tiene, pues, la nacionalidad mexicana, pero sus orígenes son franceses y europeos. ¿Ustedes llegaron de Europa a México cuando era usted muy niña?
EP: Sí, pero dice usted que mis orígenes son totalmente franceses, pero mi madre, mi segundo apellido es Amor, que siempre me lo quitan, quizá porque Poniatowska es tan largo, pero Amor es mexicano. Mi apellido es Amor y mi madre es mexicana, pero tiene usted toda la razón en insistir en la estantería porque mi mamá nació en Francia. Mi abuela también nació en Francia. Mi bisabuela nació en Rusia, entonces eran mexicanos que finalmente vivían de sus haciendas y que no le tenían un particular cariño a Emiliano Zapata porque por él las perdieron. Sin embargo, pues se puede decir que nunca se separaron totalmente de México porque aquí estoy, ¿no? Aquí estamos mi hermana y yo, aquí nació mi hermano Jean, mi hermano, el que murió a los 21 años.
AP: Oh, que triste, que triste. Sí, recuerdo, claro que sí, y la relación además con la escritora Pita Amor, que fue también, pues es una conexión con México, con la cultura mexicana, ¿no?
EP: Sí, sí. Yo no sé a qué grado se sentía mexicana, pero sí creo que fue un personaje, hizo de ella misma una especie de personaje estrambótico, a veces aceptado y a veces rechazado, pero que siempre inspiro mucha curiosidad y es algo que me llama a mí la atención. Porque ella tuvo dos hermanas, también dos tías mías, una fundadora de la prensa Médica Mexicana, Carolina Amor de Fournier, casada con un médico por eso decidió que todos los libros que los estudiantes en la UNAM en esa época leían en inglés era muy factible traducirlos al español entonces hizo una Prensa Médica Mexicana, realmente yo creo que es muy valiosa. Y otra que tampoco se habla tanto de ella, quizá un poco más es Inés Amor la fundadora de la galería “Inés Amor”, que reunió pues a Diego Rivera. Así que me acuerdo de que grandes personajes iban a comprar cuadros allí a la calle de Milán, donde está la galería, que fueron por ejemplo a Orson Welles, o en la bellísima Rita Hayworth, y subía las escaleras. Y ella, Inés, era buenísima para vender cuadros porque decía “No, no, ese que les gusta a ustedes, ese es mío personal, vine aquí porque lo están arreglando, pero no lo vendo”, pero claro, acababa vendiéndolo.
AP: Qué interesante, qué interesante. Bueno, pues entonces la cultura y la cercanía con el arte y con las letras viene de toda la familia, ¿no?
EP: Bueno, si vienen de pues las Amor y también vienen de cierta manera, de mi abuelo, Poniatowski, Andrés Poniatowski. En Francia, él tenía una gran biblioteca y él mismo escribió dos libros De un siglo al otro y De una idea a la otra.
AP: Qué interesante. Bueno, pues también para quienes nos escuchan. ¿Usted tienen orígenes del apellido Poniatowska? Poniatowski tiene orígenes reales, no es nobleza.
EP: El último rey de Polonia fue Estanislao Augusto Poniatowski. Y él fue este, él fue un hombre, yo creo muy interesado en la cultura, en las artes, pero fue puesto en el trono de Polonia por Catalina, la Catalina de Rusia, Catalina la grande, que tampoco era rusa, que era alemana. Y ella era, yo creo que un ser humano extraordinario, porque todo el mundo te dice que ella hizo de Rusia un país enorme. Y conquistó a los turcos, los mató, los conquistó. Yo creo que se volvió muy mala persona porque los mató a sangre fría, pero ella fue una gran corresponsal de Voltaire, de Rousseau, de D’Alembert, de todos los filósofos, los enciclopedistas que en México después tendrían una enorme influencia no sólo en México, también en Venezuela y también Bolívar. Recitaba mucho a Rousseau. Pero sí hablaba muchísimo de Rousseau y la influencia en América Latina también fue importante.
AP: Definitivamente, definitivamente. Entonces llegan a México como familia y después empiezan a reunirse con lo que es, pues la sociedad de México a crecer con lo que son los distintos ambientes de México, pero en algún momento usted se enamora de esta cultura popular y de la gente y de las costumbres y de la manera de hablar el español. ¿Qué sucede? ¿En qué momento México…?
EP: Bueno, yo creo que seguramente me marcó el hecho de aprender español en la calle. Yo dije hasta muy tarde, yo “vide” nunca podía decir “ciudad” siempre decía “cuidad”. Un montón de palabras las decía mal. Y yo creo que es que aprendí español, pues con las muchachas en la casa y luego también las escuché. Me gustaba muchísimo, me gustaba muchísimo cómo hablaban, sus expresiones y su vida y su generosidad porque se ocupaban de uno o de mi hermana y de mí, sin pedir absolutamente nada. Tuve, tuve yo creo que una gran afición por las azoteas y las sábanas que vuelan en las azoteas, los lavaderos. Todo eso ya desapareció. Ahora lo suplen unas máquinas, la lavadora y la secadora que se tienen que comprar en Sears, porque ahí siempre hay un señor que las arregla.
AP: Exactamente.
EP: Tuve una infancia muy bonita, en que podía uno salir a la calle e incluso yo patinaba en la calle de Guardiana y tuve una cercanía con muchísima gente, lo cual me ayudó después, en la cual cuando entré al Excelsior. El Excelsior también era pues muy elitista, no se podía, había una página de crímenes y una página de asesinato. “Mató a su mamacita sin causa justificada” o “Entre fumada y fumada. El general X prohíbe el uso de la marihuana” y él era marihuano. Pero, lo que sí, ese periódico, pues aprendí, aprendí cosas porque, aunque aún no se hablaba, sino de crímenes, y que la pobreza, decían, que denigraba a México. Recuerdo que Carlos Fuentes y yo ya éramos muy amigos porque nos veníamos en los bailes que daban las embajadas, él me sacaba a bailar y bailaba mal, me daba de pisotones, pero nos queríamos. Nos queremos, todavía, yo pienso en él y me da una enorme tristeza. Y él recuerdo muy bien cómo, cómo escribió la región más transparente porque se sentaba al lado de las madres de familia y les preguntaba “¿Y qué perfume usa su hija y qué es lo que más gusto le da?” Les hacía verdaderas entrevistas que retenía y me decía, “Regreso a mi casa, incluso a las 5:00 de la mañana. Escribo todo lo que me dijeron y luego ya me levanto a las 2:00 de la tarde.” Entonces así escribió, pues por lo menos La región más transparente, su primer libro.
AP: Qué bonita historia y qué bonita amistad, de tantos años.
EP: Sí, sí, sí. Sí, sí, bueno, después ya no lo vi tanto porque se fue a vivir a Europa. Y cometió un error porque se fue a meter a Inglaterra en vez de hacer lo que hizo Vargas Llosa. Vargas Llosa se fue a España y Fuentes se aisló en Inglaterra para que no lo molestaran, mientras que Vargas Llosa hizo pues grandes relaciones en España.
AP: Claro, sí es cierto. Ahora que está hablando sobre las relaciones y los contactos. Recuerdo bien que había una amistad, en una entrevista hablas sobre una amistad, con Arreola, ¿no? Y con Arreola también compartieron Carlos Fuentes y usted.
EP: Sí, pero yo no tengo ninguna. La a priori, a posteriori mejor, yo no sabría qué decirte de Arreola, sino que sabe escribir, pero le diría que para mí es una mala persona.
AP: Bueno, pues, eso es algo de quien lo conoció de cerca. Claro.
EP: Sí, sí.
AP: Dentro de lo que son sus obras, hay libros que se mencionan mucho más que otros, ¿eh? Yo veo a un Elena Poniatowska que es la cronista, sí, la novelista y la crítica de la cultura y la que está tratando de entender lo que es realmente el proceso nacional histórico, que somos hacia donde vamos, que es la mexicanidad y una parte que me llama mucho la atención es su gran cariño por la Revolución mexicana. Los libros que tiene escritos, por ejemplo, Las soldaderas que es un libro precioso, Tinísima, ni se diga. Hay otros muchos libros de esa época. ¿Cuál es la atracción que hay, para Elena Poniatowska, en la Revolución mexicana?
EP: Bueno, sobre todo, pues yo creo que mi atracción fue por la gente de la calle, la gente que a la que yo tenía acceso y que me daba informaciones que considere tesoros, porque mi clase social, pues para mí era previsible. Yo sabía de qué iban a hablar en una comida o más bien lo adivinaba o lo intuía, quizás. A lo mejor se oye un poco pretencioso decirlo. Mientras que todo lo que vi en la calle, en la cárcel, fui muchos años a Lecumberri. Fui amiga de José Revueltas, y me empezaron, desde luego, quizá influida por una escritora francesa que admiré desde muy joven cuyos libros subrayé muchísimo, que es Simón Baile. Simón Baile es una filósofa y renegó un poco de ser judía, pero era una judía que finalmente nunca llegó a entrar a la iglesia católica, pero que luchó en la Guerra Civil de España, aunque metió su pie en un caso de agua hirviente entonces ya tuvo que salir. Que murió de hambre porque quiso, en realidad bueno, no murió de hambre así, pero quiso comer sólo lo que comían todos los soldados durante la Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y murió en Inglaterra en un hospital sola de hambre, y es un personaje, es un filósofo extraordinario. Entonces ella me marcó y me marcó también acercarme a gente que normalmente quizá pues hubiera, como en México hay un precipicio tremendo, injusto entre una clase social y otra. ¿Verdad? Hay que bueno echar puentes, ¿no? Bueno, eso es una frase casi política pero creo que a mí me interesó todo lo que normalmente no habría tenido, no podría haber tenido acceso, sino es a través del periodismo y por eso tengo tanto agradecimiento al periodismo. Yo era una niña muy chaparrita, soy una mujer muy chaparrita para mi hermana era muy alta, entraba a todos lados partiendo plaza y entonces yo decía, “Ay, pero ¿qué voy a hacer?” Yo casi me iba a comprar zancos de la apuración. Luego al ser periodista me di cuenta de que no había mayor ventaja que ser chiquita porque me metía en todas partes. No agredía mi físico, nunca agredió a nadie y todo el mundo por ser un poquito vulgar, soltaba la sopa. Todo el mundo me contaba, seguramente, por mi estatura y también por mi actitud y porque además soy una mujer que siempre sonrío, muy sonriente. Y me doy cuenta de que soy así desde niña, yo siempre estoy riéndome o sonriéndome, y entonces eso me hacía muy aceptada. Aceptada en Lecumberri, en la cárcel de Lecumberri, aceptada en las vecindades más pobres, aceptada en los mercados. “A ver Güerita, Güerita, güerita” me “güeritaron” muchísimo, y de verás eso me abrió las puertas. Lo que más odiaba de mi persona, que era mi estatura de 1.57, pues ahora la bendigo pues me convertí en un ratón, un ratón que entra a todos lados y que nunca me cerraron una puerta, nunca fui maltratada, nunca me sentí, además, me sentí igual a todos los que andan en la calle. No, yo era, soy una más y así espero seguir siendo hasta que me metan a mi cajón de muertos, así como una almendrita que va en un cajón.
AP: Ahorita que está diciendo acerca del lenguaje de hablar y escuchar a la gente que trabaja, que está con uno desde niños. Yo soy hija de una madre sola, de una madre soltera o de una madre divorciada, y ella trabajaba como secretaria. Y a mí me educó, me cuidó y me crió, una señora que trabajaba con nosotros y estuvo toda nuestra vida. Y me tocaba muchas veces, me tocaba ir a mí a la fiesta del pueblo y ella era la que me enseñaba a cocinar y las costumbres, cuestiones con la religión porque era muy religiosa. Entonces mi abuela era muy católica, y la señora que nos cuidaba que se llamaba Soco, era muy católica, y mi mamá y mis tías eran muy ateas. Entonces yo vivía en esta división entre el ateísmo y la religiosidad del catolicismo, y sé que también usted tiene esta esta línea con la religión de niña.
EP: No, no, yo siempre fui súper persignada, antes me la pasaba hincada en piedritas de hormiguero. Fui muy, muy, muy, muy religiosa y por ejemplo mi mamá es muy religiosa. Es la única manera que aguantó la muerte de mi hermano a los 21 años fue gracias a la religión. Le dio la religión una fuerza porque, bueno, yo agradezco muchísimo eso, porque siento que ella siempre fue una mujer muy fuerte. Mi mamá manejó una ambulancia durante la guerra y una mujer que se exigió muchísimo a sí misma, muy disciplinada, muy bonita, ahorita le enseño una foto de ella.
Pero sí, sí, extraordinaria, entonces sí le tengo, sí, lo que yo aprendí, claro fue de ella y también claro, de la gente que yo trataba más cercana y que veía también. Yo considero que las mujeres en general son no heroicas, sino estoicas. Son así de una fuerza de veras que pienso y me conmuevan.
AP: Su libro precisamente La flor de lis 1988 habla de esos pasajes, no de estar hincada en los frijoles y en el hormiguero, precioso libro que tiene muchísimo de autobiográfico.
EP: Sí tiene rasgos autobiográficos. Sí, pues sí, pero en general a mí nunca me ha gustado escribir a partir de mí misma. Quizá por el periodismo, quizá porque me dediqué tanto al periodismo, pero sí de vez en cuando sale por alguna exigencia, dicen, “Oye, que te pasa porque no hiciste eso, por qué no haces lo otro.”
AP: Claro, ese es un volumen muy bonito, pero sí sé que por su obra siempre le da voz a los que no tienen voz, a los que no pueden llegar.
EP: Bueno, yo prefiero hablar, hablar y escribir de los demás. Pero, bueno, alguna otra ocasión sí, pero finalmente uno siempre acaba, pues, relacionando las cosas a la propia vida.
AP: Claro, una cosa que también me llama mucho la atención es bueno, La noche de Tlatelolco, publicada en 1971, que es un libro fundamental que todo el mundo debe de leerlo junto con toda la otra obra de Elena Poniatowska. Hay una anécdota muy interesante cuando escribe este libro, le ofrecen el Premio Javier Villaurrutia y usted lo rechaza, ¿no?
EP: Sí, sí se publicó, e inmediatamente me habló un crítico de literatura que daba el premio que se llamaba Francisco Sendejas, en Excelsior, que también murió, diciéndome que me iban a dar el Premio Javier Villaurrutia, que es un gran honor. Entonces yo respondí que ¿quién iba a premiar a los muertos? Que ese no era un libro para festejar, ni festinar, que era una crónica, una reseña de una tragedia. Entonces me volvieron a hablar para decirme que me lo iba a dar personalmente el Presidente de la República, Luis Echeverría. Entonces le dije no…
AP:¿Todavía peor?
EP: Pues no puedo, no puedo estar. Y eso fue, pues ya fue cuando se publicó el libro, casi cuando apareció, casi cuando empezó a circular en las calles. Y entonces hice una cartita para Excélsior, más bien una carta normal, pero la redujeron. Se la mandé a un periodista, Eduardo Deschamps, que dirigía la sección de cultura y me dijo, “Sí, te la voy a publicar, pero censurada, te vamos a cortar algo.” Bueno pues con tal de que la publiquen ya.
AP:¿Y salió, aunque sea esa parte? Sí estoy de acuerdo en que el momento no era la obra, no era esa la intención y además en la importancia de la obra, que se volvió un reto. Yo quiero, quiero darle las gracias precisamente por esa valentía, porque yo sé que con su obra ha tenido que traspasar muchas barreras para, en la cuestión política, para las mujeres, y le he dado voz a mucha gente que nunca hubiera podido tener voz. Entonces nosotros como lectores tenemos que también agradecer este heroísmo de decidirse a escribir.
EP: A pues muchas gracias. Lo que sí, lo que usted dice, si me importa subrayar el interés por las mujeres, porque yo siempre siento que a todas las mujeres las barren fuera del llamado canon, y que ha sido una gran injusticia. Yo creo que en general los críticos de literatura han sido sumamente injustos con Rosario Castellanos que fue una novelista y la atacan muchos que fueron muy inferiores, muchos, por ejemplo, miembros del Colegio Nacional o de la Academia de la Lengua. Ella fue muy superior a muchos que han sido admitidos y otras mujeres, incluso Elena Garro. Elena Garro, que siempre la dicen la esposa de Octavio Paz, pero Elena Garro valía por sí misma y es una escritora absolutamente muy completa porque también hace obras de teatro, hace cuentos, hace novela y también en una época fue periodista y es una mujer que se ocupó muchísimo de los campesinos en Tlayacapan, en Morelos. Así que sí es un ser humano muy completo, nada más que todo a su vida la han reducido a un gran chisme que su relación pasional, absolutamente fuera de órbita con Octavio Paz, ¿no?
AP: Claro.
EP: Pero hay que decir de Octavio Paz y eso me consta, y no me cansaré de repetirlo que él fue quien llevó su novela, Los recuerdos del porvenir a Joaquín Mortiz. Joaquín Mortiz la editorial que dirigía Joaquín Díez Canedo y él fue quien de veras impulsó a Elena. Y cuando ella no pudo terminar una obra de teatro muy padre que se llama Felipe Ángeles, un general que Elena admiraba mucho y que muchos admiran muchísimo que estuvo en Francia. De veras tenía un entrenamiento militar y de estrategias y todo eso. Octavio terminó esa obra de teatro, él dijo, “Yo te ayudo, yo la término”, así que hay que ser justos y decir la verdad.
AP: Claro, hay que reconocer. Tiene publicado entonces este libro Las indómitas (2016) que me parece excepcional porque es precisamente lo que lo que acaba de decir no es rescatar esas escritoras que en algún momento han sido importantes artistas, escritoras y que se han quedado silenciadas, no muchas de ellas sí han trascendido, pero otras pues no tanto. Entonces se necesitan de estos libros. Muchos. Hay otro aspecto muy importante en su obra dentro de lo que son las mujeres y este me gustaría referirme ahora al libro Hasta no verte, Jesús mío, que es un libro excepcional para acercarnos a muchas caras de México, no a la ínfima pobreza, al papel de la religión, a la figura del padre, a las familias que tienen situaciones tan complicadas, tan conflictivas, también de violencia, pero por otro lado, personajes femeninos tan fuertes y tan valientes. ¿Cuál fue el reto de hacer estos libros que se refieren a mujeres, desde dónde escribe Elena Poniatowska a la mujer?
EP: Pues de verás como le dije antes, yo creo que siempre se maltrataba a las mujeres, se les maltrataba. Yo sentí que se les hacía a un lado, se barrían fuera de todas partes. Pues, claro, en México siempre se dice que el Día de la Madre.
Ese día bueno es la locura, pero la locura de rendirle homenaje a la madre, pero en general creo que nuestro país, esté, el feminismo, el respeto a las mujeres, la reivindicación de las mujeres está súper atrasado.
EP: Está atrasadísimo y se ve, se ve en todo, incluso si ahora usted ve el lema de López Obrador, a quien yo quiero y admiro, y no hay una sola mujer. Bueno a mí me da, mucha flojera doña la Corregidora, porque nunca sé bien a bien qué hizo. Le pregunté a Rosario Castellanos, “Explícame bien a bien qué hizo, que les avisó, ¿cómo los avisó?”. Me dijo, “Elena, yo no sé bien esto. Estoy igual que tú y yo no sé”. Pero siempre pienso, ¿por qué no?
Por ejemplo, entre los personajes que están allí, Benito Juárez, no me acuerdo, los demás, creo que Emiliano Zapata, ¿por qué no pusieron ni siquiera una soldadera, ¿no?
EP: Hay ahorita, si usted se fija, bueno, ven, creo que hay cuatro o 5 personajes en la Historia de México, pero ni una mujer.
AP: Claro.
EP: Bueno, hasta hubieran podido si hubieran querido a Sor Juana Inés de la Cruz, aunque es una monja, pero Octavio Paz dijo que el mayor poeta de todo el continente, de toda América Latina era una mujer: Sor Juana Inés de la Cruz.
AP: Bueno, pues el premio Cervantes. Necesito hacer esa pregunta porque todos los que nos están escuchando seguramente la están esperando. Usted es una de las 5 mujeres en 44 premios que se han dado solo 5 mujeres. Y cuando le dan el premio, lo gana en el 2013 y da la ceremonia en abril de 2014, hace mención de 3 cosas que me llaman la atención, la primera abre haciendo una referencia a Gabriel García Márquez y agradeciendo o dándole reconocimiento a Gabriel García Márquez. Después habla de las 3 Marías, que son precisamente las 3 que ganan el premio Cervantes antes, María Zambrano, Dulce María Loynaz y Ana María Matute. Y después, con otros temas, empieza a hablar sobre los dichos popular. Para meter de manera muy sutil el tema de los feminicidios y de la violencia contra las mujeres. Y me permito citar lo que dice en la ceremonia, dice, “Cuchito, Cuchito, Cuchito mató a su mujer con un cuchillito del tamaño de él, le sacó las tripas y las fue a vender, mercarán tripitas de mala mujer”, y después dice, “Todavía hoy se mercan las tripas femeninas en México y en el mundo”. Esa es una oportunidad en un foro en donde usted toca un tema bien importante que es, pues precisamente este tema de la violencia de género, y por otro lado el tributo de lo que es la literatura, sí, para hacer visible todo lo que es la sociedad y los problemas de la sociedad. Platíquenos de la experiencia de haber ganado el premio Cervantes, que me emociona muchísimo saber que lo ganó. ¿Y cuál fue para usted la importancia en ese momento de estando ahí presente de tocar estos temas?
EP: Bueno, muchas gracias por plantearlo así, porque me siento muy bien, muy reconocida, de verás muy agradecida. Creo que al sacarlo al primero, aunque se oye como un lugar común, sí fue una sorpresa. Sí fue una sorpresa porque me tuvieron que hablar 2 veces por teléfono, era muy temprano en la mañana, yo colaboraba de vez en cuando en el periódico El País, y creí que me hablaban porque le había fallado o había faltado algo en el artículo de El País. Entonces todo el tiempo yo contestaba hablando del artículo. Hablando de que … hasta que se enojó la persona que me estaban dando la noticia y me dice: “Le estoy diciendo a usted, van 3 veces que le digo que usted es premio Cervantes.” Entonces yo no quise aceptarlo, no quise entenderlo y de verás me quedé en babia hasta que de repente Martina me dijo, “Están allá afuera un montón de periodistas”, y cuando entraron pues pregunté ¿Qué está pasando? Qué difícil, qué difícil este momento este que estoy viviendo y entonces este a partir de ese momento hasta que fui a España también fue como una época de incredulidad de vivir como en Tierra de nadie. Mis hijos estaban felices, mis 3 hijos y hasta planearon un viaje de que querían ir a no sé dónde, querían ir a, creo que fueron, no me acuerdo, ¿a Portugal? antes de llegar a Madrid se fueron con sus hijos porque se fueron todos los nietos y eso de la presencia de tanto niño. Yo tengo 10 nietos y todos estaban así, por ejemplo, yo vi que alegró muchísimo a la Reina Sofía porque todo el tiempo me decía, “¿Pero cuando se van, cuando se van?” Pero el premio, primero, hay un montón de actividades y lo dan el último día, cuando terminan las actividades, lo dan, entonces hay antes muchas cosas. Entonces, cuando ella la vimos, fue casi al final, me decía, “Ay, porque quiero que conozcan las infantas, que las Infantas sepan de México.” Que tenía ella como un real interés porque me lo repitió varias veces, entonces yo siento que ellos ya sabían que ya estaban de salida, que iban a anunciar en los 2 o 3 meses, que adiós y la presencia de tanto niño les cambió un poco la seriedad y la solemnidad de un acto así, de una entrega, entonces siempre va, pues el escritor con su esposa y todos los viejitos. ¿Bueno, yo ya estaba viejita también, entonces eso fue muy bonito y se llevó muy bien con una nieta mía, el rey, se llamaba Carmen y le jalaba todo el tiempo del pelo hasta que le dijo ella, “Oye, ya deja de jalarme el pelo” y luego le decía, “A ver si eres rey, ¿por qué no traes corona? ¿Dónde está tu corona entonces?” Le decía, “La tengo guardada aquí en mi bolsillo.” Entonces se hizo una relación, una fiesta. Una fiesta, no, no una cosa solemne o una fiesta. Porque, además, todo había mucha alegría en tanto niño que corre y tanto niño que iban. Además, hubo que comprarles unos trajes y que camisas blancas y que unas pinches corbatitas, y que si el vestido y que si se le asoma el fondo, que si los zapatos blancos o negros. Pues todo eso fue muy como alegre. Y además le empezaron todos a platicarle a la reina… Esas cosas y yo creo que hay un protocolo en España que es muy severo y que en México absolutamente desconocemos, ¿no? Y qué más desconocen los niños, los niños que les dicen, oye, ¿por qué hacen eso? Y entonces eso le dio una cosa, sabes como de recreo.
AP: Ha de haber estado gozosa porque, además, el reconocimiento a la obra, a la trayectoria y tener a su familia allí… Y ver eso tan natural.
EP: Sí, eso fue muy bonito y ya este fue distinto, pues yo no sé yo, porque además, Dulce María Loynaz no fue. Ana María Matute, si fue a rey, pero dijo su discurso en silla de ruedas, entonces igual que Fernando del paso, que su hijo fue el que, su hija fue quien hablo. Pero, entonces había como mucho más movimiento que en otros premios. Y más nada, nada como dicen, más informalidad, ¿no?
AP: Claro, y después de usted lo gana Ida Vitale, no este año precisamente.
EP: Este sí, sí, pero ella ya es en otras circunstancias, yo creo ¿no?
AP: Sí, sí, definitivamente ella más como poeta. Y las mujeres. El haber aprovechado porque fue fuerte lo que dijo cuando estaba hablando precisamente de la violencia. Fue, yo creo que para muchos una sorpresa que se hubiera aprovechado ese momento para hablar de ese problema de, pues, de precisamente de la violencia de género.
EP: Sí, yo creo que sí, pero yo creo que cada vez ahorita este año todos están hablando de eso. Yo he visto que hablan muchísimo de la posición de la mujer y yo creo que hay que seguir hablando, yo creo que es apenas la punta de la flecha para seguir hablando de eso y además, para rescatar a mujeres. Yo nunca me he, pero nunca he entendido cómo Rosario castellanos no estuvo, no fue votada, o cómo se dice, seleccionada para ser miembro del Colegio Nacional, porque lo merecía mucho y la que está haciendo una lucha también es una escritora, Sabina Berman que tiene muchísimo carácter y que ella abarca muchos géneros al igual que Rosario, porque abarca el teatro, abarca la novela y el cuento.
AP: Claro, sí. ¿A qué hora escribe, cómo escribe? ¿Cuál es su rutina para escribir?
EP: Pues escribo todo el día, más a esta edad de 87 años, pues lo que hago es escribir porque anda, siempre tengo una obligación, eso te ayuda mucho el periodismo que es la obligación de entregar la obligación de comprometerte. Entonces este, pues mi vida, yo puedo decir es escribir. Además , una vez cuando desde hace muchos años, porque una vez a mi hijo Felipe, mi segundo hijo, le pidieron que en la escuela, en la primaria que le hiciera unos retratos a su mamá y dibujó una mesita y encima una máquina de escribir. Bueno, yo lloré. Le dije, soy eso para ti, una máquina de escribir. Y me dijo, “Ay mamá, ya no te preocupes, mamá, porque la otra niña, ¿sabes lo que pintó? La niña pintó un espejo y una señora viéndose al espejo”. Pues le dije, “Ay Dios mío, bueno, entonces voy dejando.”
AP: Me gustaría ya para ir cerrando la conversación hablar de su papel dentro de la revista Fem. ¿Cómo fue esa esa etapa en su vida y cómo eran estas relaciones, que se fue entramando? Marta Lamas no era un grupo grande.
EP: Bueno, primero se inició con un viaje en autobús de Margarita García Flores, una gran amiga a quien no se le ha hecho justicia, que fue directora universitaria de una gaceta universitaria, una mujer extraordinaria que hizo también muy buen periodismo, que hizo varias entrevistas con Alaíde de Foppa, que era una poeta y crítica de arte guatemalteca con una capacidad de entrega verdaderamente admirable, que se me mataba por los demás, se mataba trabajando y me acuerdo cómo manejaba mal su automóvil a la Alaíde. Entonces, ellas 2 decidieron lanzarse a hacer esa revista, lo cual era dificilísimo porque se imagina lo que cuesta hacer una revista, así que ellas la lanzaron y allí después, un tiempo después, no de inmediato, se unieron Marta Lamas y otras mujeres, pero las cómo se dice las principales fueron Alaide y Margarita García Flores, que se mataron, que llevaban los artículos a la imprenta, que vigilaban todo. Bueno, Margarita García Flores tenía mucha experiencia en corregir pruebas porque había sido la directora de varias revistas de la universidad.
AP: Claro, Claro, y ¿Elena Poniatowska, la cuentista? Le tengo que contar una anécdota de más porque estaba yo en la librería El sótano, en Puebla, a comprar un par de libros que me faltaban, aunque tengo casi todo de los suyos. Me faltaban un par y en la caja cuando ya estaba yo pagando, se acercó una jovencita, una señorita, a decirme, “Ay, se está llevando estos libros de la señora Poniatowska” y ellos saben, en la librería que yo entrevisto escritoras. Entonces, platicamos que yo iba a tener el gusto de platicar con usted, y entonces me dice, me dijo, “¿Le puede decir por favor que lo que más me gusta de ella son sus cuentos?
EP: Ah, qué linda.
AP: Y me dio muchísimo gusto y después me platicó precisamente de esta nube, no de toda esta historia de la nube que es una de sus historias, pero yo creo que ella no se acordaba.
EP: “A Pérez y la vendedora de nubes” ¿Pero eso es un cuento para niños?
AP: Exactamente. Yo creo que ella como que no había de leído los cuentos. Le pregunté, “Bueno, entonces, ¿cuáles son los cuentos de Elena Poniatowska que te gustan? Porque ya ahí estaba también hablando, pues de los cuentos para niños. Después me dijo "¡Todos!” Pero entonces paso el saludo. Tiene un libro precioso que se llama De noche viene, que es precisamente una colección de cuentos qué tanto, ¿qué género le gusta escribir más? ¿Con cuál se siente más cómoda? Y es una pregunta, pues tendrá muchas respuestas.
EP: Yo me siento que lo que he hecho en la vida, son entrevistas, lo que usted está haciendo ahorita muy muy bien, ¿no entrevistas, pláticas, diálogos. Pero siento que lo más difícil es el cuento y puedo decir que el cuento, los cuentos de El llano en llamas de Juan Rulfo, persona extraordinarios. También los cuentos de Arreola que usted mencionó al principio, o todos los textos en los que son insuperables son los de Jorge Luis Borges, ¿no? Y hay otros cuentistas, no se diga, otros, este otro…
AP: Inés Arredondo.
EP: Inés Arredondo que es una escritora mexicana que por desgracia murió demasiado pronto, pero que ojalá y no sea olvidada. Y hay otras cuentistas. Hay una mujer, Emma de Lujano, que estoy segura que usted no ha oído que era una cuentista buena. Guadalupe Dueñas, una cuentista muy buena, en fin y con mucho sentido del humor, Guadalupe Dueñas. Les parecía como, pues era una ser, un ser humano muy, pues, muy especial, con mucho sentido de la ironía. Sí, así que sí, hay muchas en este.
AP:¿Es un reto escribir un cuento, ¿no?
EP: Escribir cuentos, sí, porque tienes que decir en pocas páginas algo y no colgarte como en sucede, como le dicen en la televisión, en el radio, no te vayas a colgar, no te cuelgues, no tardes, no endures, sí.
AP: Claro, Claro. Para cerrar esta entrevista nos podría leer un fragmento, tiene un cuento que se llama” Las lavanderas”
EP: Sí, Claro.
AP: Y es un cuento que a mí me gusta mucho porque pienso mucho en los lavaderos en Puebla que están en el paseo de San Francisco…
EP: Sí, he ido ahí
AP: Que eran los lugares donde tradicionalmente las mujeres iban a lavar la ropa de ajeno, ahora venden chalupas y hay restaurantes ahí. Pues me encantaría si nos lee un fragmento.
EP: Sí, ¿nomás el principio?
AP: Yo creo que sí. La primera página.
EP: “En la humedad gris y blanca de la mañana. Sobre la piedra acanalada, las lavanderas tallan su ropa entre sus manos, el mantel se hincha como pan a medio cocer y de pronto revienta con mil burbujas de agua que lo chupan y lo devuelven a su tamaño. Arriba solo se oye el chapoteo del aire sobre las sábanas mojadas y a pesar de los pequeños toldos de lámina, siento como un gran ruido de manantial. El motor de los coches que pasan abajo en la calle llega atenuado. Jamás sube completamente. La ciudad ha quedado atrás, retrocede, se pierde en el fondo de la memoria”.
AP: Precioso, pues este ha sido verdaderamente un honor, un gusto. Yo le tengo que confesar que estaba nerviosa, bastante nerviosa…
EP:¿Pero por qué si yo hago lo mismo que usted?
AP: Sí, pero bueno, pero a otra escala que vive.
EP: Y, además, me caigo de viejita. Las viejitas ya bueno, al menos de que tenga un genio espeluznante. En general, se supone que las abuelitas son más buenas personas.
EP: Si hubiera entrevistado a María Félix sí hubiera tenido razón de asustar.
AP: Como usted lo hizo, que la entrevistó y había sido toda una experiencia.
EP: Esa sí, porque ella sí se enojada.
AP:¿Se enojaba y regañaba?
EP: Bueno, era de armas tomar.
AP: Ya lo creo, una persona muy fuerte. Pues aquí atrás de doña Elena Poniatowska, está el premio Cervantes, estamos rodeados de libros, es una biblioteca preciosa, se ve que es una casa que inspira a leer y a escribir, y para mí ha sido un verdadero gusto, muchísimas gracias.
EP: A qué linda, gracias.
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