La compañía (Almadía, 2019), de Verónica Gerber Bicecci, es un libro-proyecto que se compone de diversas capas, como si la geología del libro pudiera estratificar los elementos que se yuxtaponen para darle lugar a una sinfonía de voces e imágenes que se ensamblan en una suerte de montaje espectral. Espectros, voces y fantasmas que se alojan en los pliegos de las páginas e hilan las imágenes a partir de una reescritura que no es sino un homenaje y recuperación a la escritora Amparo Dávila. Homenaje y reescritura, entre otros, porque es mucho más que eso. Si, como sugiere la misma Gerber Bicecci, una opción pertinente para abordar cómo las escrituras y artes visuales configuran la realidad contemporánea —y cómo es posible formular modalidades de intervención en el paisaje antropogénico presente— es a partir de “una escritura que se cuestiona a sí misma”, vale la pena explorar estos territorios comenzando con la premisa de que, de igual modo que el futuro se nos impone como un escenario incierto, es necesario examinar, a su vez, esos mismos presupuestos en que descansan las predicciones, incluyendo las noción misma de futuro.
Una forma de revisar estos presupuestos es atendiendo al diagnóstico especulativo de lamaquinadistópica.xyz, a la que me derivó Gerber Bicecci ante mis incansables preguntas. Este oráculo barajó tres coyunturas diferentes, todas alojadas en el porvenir: los años 2029, 2031 y 2073. Para el año 2029 la máquinadistópica.xyz vaticinó una contaminación del 35% justificada por el siguiente razonamiento: “Porque nosotros somos la escoria y hablamos el idioma que no tiene palabras”. Para el año 2031, según el mismo oráculo, habría una contaminación del 95% y se prevé lo siguiente: “Si tan sólo te detuvieras y llamaras en mi proceso de extracción / si pudieras oír lo que dicen las coordenadas geodésicas”. Sin duda, la predicción parece mucho más sombría de lo que esperábamos. De un 35% a un 95% el salto es considerable. Para el año 2073, sin embargo, la contaminación desciende a un 73%, lo que resulta algo intrigante y nos desorienta. Así, la máquinadistópica.xyz pronostica: “PODRÍA DECIR: la dilución es una lenta presencia, o bien, la capacidad productiva es florecer bajo la competencia oligopólica”.
Ahora bien, ¿la dilución es una lenta presencia? La afirmación es sugestiva. ¿Será la dilución humana lo que la máquinadistópica.xyz nos sugiere, aleatoriamente hablando? ¿Será que nuestra presencia se irá diluyendo, lo que explicaría la baja a un 73% de contaminación? ¿Será nuestro fin como especie, la humana, lo que se pronostica quizá de forma menos intencionada de lo que querríamos creer? Si esta proyección fuera cierta, entonces, ¿el decrecimiento humano como condición de posibilidad para disminuir la contaminación? ¿Será que la máquinadistópica.xyz vaticina una extinción, la séptima, esta vez humana? La dilución es una lenta presencia o bien “la capacidad productiva es florecer bajo la competencia oligopólica”. El oráculo ¿qué sabe? ¿qué ve? ¿conoce el futuro? Es una máquina y es distópica, una simbiosis humana y no-humana, cuya perspectiva se revela a priori por su carácter amenazante y enigmático, terrorífico y devastador. O nos diluimos o continuamos produciendo en nuestra capacidad máxima bajo esta competencia oligopólica que en realidad no es competencia sino una trampa de los mercados que nos dictan y limitan a funcionar dentro de los marcos que va precisando la economía neoliberal.
¿Qué fantasías pueblan la máquina? ¿Y qué máquinas pueblan las fantasías? ¿Es escape o provocación? ¿Es sentencia o advertencia? La maquinadistopica.xyz bien podría hacerse eco de las especulaciones que la ciencia ficción, como otras, esto es, todas las ciencias hoy —naturales, sociales, humanas— practican a la hora de definir los rasgos del futuro. Interrogantes, sin duda, que atraviesan esferas disciplinarias, y que las aglutina bajo empeños comparables. La especulación, asociada típicamente a la ciencia ficción, aúna modalidades de interpelar el tiempo, el espacio, y sobre todo, la incerteza del presente. En sentido estricto, las fantasías no son exclusivas de la ficción. Por el contrario, la fantasía es un sitio que en su potencialidad puede redirigir una praxis política, adquiriendo incluso un rol social. Es lo que Daniel Baker, en un artículo acerca de la necesidad de los dragones, propone al afirmar que la fantasía no escapa la realidad sino, por el contrario, la expone, la subvierte y la crea.
Retomando el rol de la escritura, dice Gerber Bicecci: “Quisiera pensar que tal vez con ellas [las rutas que intentan radiografiar estrategias posibles para la escritura] se podría trabajar en una escritura que se cuestiona a sí misma, y así lograr imaginar otros mundos posibles”. Esta alianza, se podría sugerir, que combina la impugnación escrituraria junto a la imaginación [fantasía] sintetiza, o mejor aún, condensa algunas operaciones de La compañía. No sólo desestabiliza, sino que es generativa al crear un espacio donde los vaticinios se materializan aunque en modalidades separadas –e inesperadas. Si en el inicio la voz narrativa en segunda persona anuncia, en forma categórica: “Llevarás entonces cerca de tres años de vaticinios, tendrás dos niños y no serás feliz”, es en esa contienda entre la protagonista, la máquina, y los niños por acallar la presencia de “la compañía”, donde la fantasía misma de sofocarla impulsará una praxis política, social, e incluso económica [la compañía es la razón por la cual la protagonista llega al pueblo minero con su marido]. Esta fantasía cómplice entre la protagonista y la máquina deviene por lo tanto en acción y horror, en homicidio redentor que sirve a su vez de modelo de resiliencia y confrontación: “Su resistencia será mucha, vivirá cerca de dos semanas. Un día ya no se oirá ningún ruido. Ni un lamento. Sin embargo, esperarán dos días más antes de abrir el cuarto”.
Libro-proyecto polifónico, multivisual, multifacético que, como sostiene Gerber Bicecci, “tiene la peculiaridad de intentar incluir en sí mismo todos los documentos, obras, trabajos, tesis, diagramas, fotografías y conversaciones que la hicieron posible”. Es, ante todo, un proyecto de composición que teje la materia, todas las materias, hasta transformarla en libro. Porque, el pueblo de San Felipe Nuevo Mercurio, además de ser pueblo minero, ostenta, a su alrededor “material de meteoritos que cayeron hace millones de años”. Una fantasía subversiva, y una contracción visual y textual donde el tiempo sobrepasa los límites del espacio. Pero es más todavía: es secuencia y pausa, es contraste y es silencios, es kino, movimiento. Es tensión, horror. Es osadía. Y es documento, testimonio, etnografía. Denuncia.