Desde niña, la hija del rey de Egipto llamaba la atención: le chiflaban los idiomas, la astronomía y las matemáticas. Pero la verdadera pasión de Cleo era el mundo del espectáculo. Y vaya si supo darlo. Hizo de su vida una superproducción donde no se privó de nada: salían miles de romanos, pirámides y cocodrilos, en una mezcla de comedia, romance y sangrientas batallas. Y para rematar, un dramón donde hasta los pedruscos lloraban.