En uno de los años más góticos de la Revolución Industrial, 1818, nace Frankenstein. Su madre, la joven Mary Shelley, lo había gestado con infinito amor, fruto de la cópula con el tiempo y con la muerte.
Doscientos años después, Mantis quiere celebrar a esta entrañable criatura, gestar desde esa fantástica incubadora que es la imaginación, una réplica, un hermano monstruo, un ser cuya belleza reside en su heterogeneidad, múltiple, ambiciosa y contradictoria.
Carne de mi carne está hecha, en efecto, de los órganos, pieles y tejidos de los que estas trece poderosas escrituras se despojan, no sin dolor, no sin placer, para amasar y suturar al monstruo. Cada una desarrolla una parte de ese cuerpo atormentado: Margo Glantz (la voz), María Fernanda Ampuero (los genitales), Betina González (la columna vertebral), Daniela Tarazona (el ojo izquierdo), Lena Lau (el hígado), Fabiola Morales (el talón), Fernanda García Lao (el corazón), Claudia Hernández (el oído), Katya Adaui (la mano), Rosario Barahona (el hemisferio cerebral derecho), María José Navia (el intestino grueso). Y como la auténtica monstruosidad también es "queer", Mantis le pidió al escritor colombiano, Giuseppe Caputo, que le creara un estómago. Completa este escenario de aguas oscuras y mares congelados, María Negroni, con un ensayo, precisamente sobre Frankenstein, que unido al conjunto nos permite metabolizar estos dos inmensos siglos de exilio y pasión.
Es un auténtico honor presentarles a los lectores bolivianos a este hijo transhumano, cuya abyección nos deslumbra y conmueve, siempre. — Magela Baudoin y Giovanna Rivero—