Cañón de Lobos, dividido en XIX cantos, es un poema de largo aliento que alumbra la súbita imaginación de quien asalta el cielo, los ríos, la tierra y cuanto ser da vida a nuestro al rededor. La delicada mirada de la poeta se detiene como “...un fragmento del Atlas desviviendo/ la imaginación de la imaginación/ de sus entrañas [...] trazando un nuevo mapa quemándose en las manos”: la piedra de quien se sabe gota de fuego, el pedregal de sueños, el átomo de qué pasada sombra, la lagartija y su piel hecha de tiempo, el canto del gallo en el amparo de la aurora, los limos del día, la roca intrusa, la corteza transformada, las ramas del ciruelo, una negra víbora latiente, la bífida lengua del infierno, las bocanadas de lluvia, las diminutas flores casi transparentes... “¿Será mía la forma de la piedra?”