En este libro hay volcanes, ramas, fuego, aguademar, montes, culebras, canelo, zorzales, montañas, arboledas, hiedra. Hay, a su vez, gases lacrimógenos y cafés nocturnos, territorio neón, rímeles que se derraman como si petróleo. “¿Cuántas hemos caído/ ya?”, se pregunta este texto. ¿De quiénes fuimos las alas?, parece preguntarse esta ñaña. “No hay tanques en este lugar del mundo/ porque ya hubo suficiente con callar”. La poesía como un modo propicio de hacer estallar un silencio de siglos a partir de un lenguaje en el que corazón y palabra laten porque sangran de manera pareja, y resisten. Porque la guerra es la guerra, pero a veces la flor confabula. -Viviana Ayilef-