Edición publicada en México Ternura. Algo que se ha dicho poco sobre los cuentos de Arelis Uribe: que, debajo de un vertiginoso timing para construir secuencias verbales, y de una ríspida tensión entre el asco y la alegría, y de su virtuosismo para politizar el pop, y de la erótica nostalgia de una Santiago de Chile femenina y millennial, y de una inusual habilidad para trazar retratos a mano alzada de protagonistas que padecen una doble o triple discriminación (ser mujer, ser joven, ser pobre) sin sucumbir al pathos fácil, late una rabiosa ternura que comprime y purifica lo narrado hasta conferirle la textura de la poesía. Desde su título, Quiltras (chula palabra del argot chileno que designa a las perras sin raza que vagabundean por la calle) es un derroche de oreja aplicada a los ruidos del barrio, a las hablas cibertribales y los corrillos de campus universitario, a la charla casual de la peda o el melodrama: rincones oscuros de la conciencia donde, cualquiera lo ha sentido, acecha siempre la espada de Damocles de la vergüenza y de la culpa. A diferencia de lo que sucede en la literatura salvapobres, casi siempre mesiánica e hipócrita, los personajes de Arelis no evaden el wanabismo anhelante de quienes nacimos en barrios de interés social o peores: la persecución de un lugar menos mierda donde vivir, y las heridas que nos infligen y que infligimos en esa búsqueda. Me parece una postura excepcional para hablar de la realidad latinoamericana desde una imaginación fresca. —Julian Herbert