El camino de los recuerdos está plagado de atajos largos. Ira Franco nos presenta, así como si nada, los saltos en el tiempo de la memoria de una joven que busca a su madre mientras inves- tiga sobre una canción. Y así como hace más de veinte años teníamos la paciencia (y gozo) de permitir a un track reproducirse por completo dentro del walkman para llegar al ansiado coro, nuestra protagonista nos lleva de la mano para dar con el destino señalado. La reina está muerta no solo es una referen- cia a The Smiths y su parafernalia de melodías tristes que bailamos sin vergüenza, es la historia de una mujer que decide recontarse la vida de su madre, y de su hermana y la propia, mien- tras persigue al compositor de un éxito pop que hasta Madonna interpretó por honor a la nostalgia. Ira Franco nos marca el ritmo y nos abre únicamente las puertas necesarias para que nosotros bailemos como si nadie nos viera, revueltos entre discos viejos y recuerdos ajenos que, si nos descuidamos, nos van a dejar un sabor demasiado familiar. —Abril Posas