Una buena amiga de Texas siempre me decía el famoso dicho que “la frontera la había cruzado a ella y no ella a la frontera”. Esta es una expresión popular en el sur de los Estados Unidos para aquellos cuyas familias han estado acá desde siempre, desde antes que este país se llamara como se llama. La frontera, para ellos, fue durante mucho tiempo nada o una línea borrosa que no significaba mucho en sus vidas transfronterizas como Sylvia Fernández dice. La misma amiga me decía que lo mismo pasaba con el idioma, que hablaba con su “broken Spanish” “and people understand me, sí, sí me entienden".
Es bellísimo escucharla en esa intersección de idiomas, en atravesar la frontera lingüística con tal frescura, en ir de un lugar a otro con las palabras. Es como cuando leo a Norma Cantú o a Celeste Guzmán cruzando entre sonidos y expresiones.
El Spanglish es otro fenónemo inevitable en este país y a mí en lo personal me parece divertido escucharlo y hablarlo en sus no reglas, pero en su orden oculto. Yo misma, con los muchos años de vivir acá, he aprendido a decir, cuando es necesario, palabras como “yardear” y “troca” y a mezclar dos idiomas en una misma oración, cuando estoy hablando con personas que lo hacen así también, como lo hago con Roxanna, nuestro nuevo integrante de Hablemos escritoras y Shop Escritoras.
Con ella también veo cómo el cruce de los idiomas está en todo, cuando ponemos música en la oficina para trabajar y ella, que nació en Austin pero viene de padres de Coahuila, escucha a La Oreja de Van Gogh y yo, que nací en México y soy americana naturalizada, pongo a Fleetwood Mac. Así es la vida en Texas, caminamos entre dos idiomas y jugar con ellos es recordar toda una historia de migración a los Estados Unidos y ver cómo un país no puede escapar a la presencia de su segundo idioma. Y aunque sé que los puristas pueden escandalizarse de esta mezcla, hay algo en ello de inescapable y fascinate que no respeta nada, como en la versión de El Quijote de La Mancha en Spanglish de Ilan Stavan.
En contraste con todo esto está la historia de otra amiga que un día me confesó que casi podía recordar el momento exacto en que sus hijos comenzaron a contestarle en un inglés totalmente nativo, para nunca más hacerlo en español. Según ella, ese fue el principio de perder su bilingüismo y la posibilidad de conversar frescamente con la abuela cuando venía desde tierras remotas a visitarlos, de que no pudieran jugar con los primos cuando ellos iban para allá. “Perdí la batalla” me dijo. Yo misma hoy como abuela vivo esto con una nieta que está creciendo en una familia bilingüe en los Estados Unidos y, con el corazón en la mano, espero que nunca llegue el día en que digamos “perdimos la batalla”.
En verdad el bilingüismo no es fácil, cuesta disciplina, esfuerzo, tiempo y dinero. Es complicado pero valioso hablar dos idiomas, leerlos, escribirlos y hacerlos nuestros, tomarlos en propiedad, para conservarlos para toda la vida y para crecer en un pleno bilingüismo y biculturalismo. Leer y escribir en ellos es la prueba fehaciente de que se han dominado, o por lo menos se ha llegado a un punto en donde se pueden disfrutar plenamente.
Y con todo lo que está pasando en los Estados Unidos y en el mundo hispano hablante, con toda esta explosión de autores y temas, las posibilidades son muchas. Pero también está el otro lado de la moneda. En ese biculturalismo están los escritores que, teniendo raíces latinas o hispanas escriben en inglés y esa literatura es también importante, fundamental, poderosa y bellísima. Leerlos en inglés es parte del cruce de idiomas, así como lo es traducirlos al español. Si además hay más posibilidades de traducir al inglés los libros que se publican en español y tener versiones bilingües en los dos idiomas, nos enriqueceríamos de muchísimas más maneras y seríamos una nación más incluyente que entendiera las realidades de tantos segmentos de la población que la conforman.
No cabe duda que hay esfuerzos encaminados a esto, como los que ahora veo en preparción a nuestro viaje a Seattle, por grupos como Seattle Escribe o el programa de escritura creativa en español en la University of Houston que dirige Cristina Rivera Garza, o los hermosísimos estudios de Gabriella Gutiérrez y Muhs en Seattle U, o el caso de Emily Hunsberger y su magnífico podcast “Tertulia”. También están maestras como Rita Wirkala y sus libros para niños y jóvenes y recolectoras de historias de la frontera como Margarita Longoria, a quien pronto entrevistará Gisela Heffes para el podcast. Me conmueven esfuerzos como los que está haciendo Amazon con los latinos, como lo que me contó Ruby Romero. Algunos gobiernos de manera más instrumental lo están haciendo, como el caso de las Embajadas españolas en los Estados Unidos y el proyecto America Reads Spanish del que me contaba Alina San Juan o lo que hace Juan Montero desde la Universidad de Seattle. Otros países como México con el Instituto César Chávez buscan dar herramientas a los mexicanos en Estados Unidos para que no pierdan su idioma o lo que hacen diplomáticas como Diana Oliveros en el Consulado de México en Seattle
Veo muchos esfuerzos en todo el país y ahora con nuestro tour “Las cuatro esquinas” arrancamos esta aventura de aprender más. Y en esta jornada nos emociona poder conversar en persona con grandes promotoras y promotores del biligüismo y a la vez de la preservación del español como María de Lourdes Victoria, el trabajo inmenso con comunidades y la poesía tan poderosa de Claudia Castro Luna, lo que hacen escritoras y periodistas como Kristen Millares Young, o activistas como Catalina Cantú y su increíble proyecto La Sala o Anita García Morales y el invaluable trabajo en las escuelas públicas, o educadoras como Farin Houk. Se abre la posibilidad de conversar también con la Especialista en Proyectos y Servicios en español como Teresa Luengo Cid para saber más de King County Library; con importantes promotores de la cultura y el arte como Miguel Guillén; coordinadoras de Heritage Language Programs como Angélica Amezcua de la Universidad de Washington; con grandes promotores de la literatura en español como Pepe Montero, o poetas y educadores como Raúl Sánchez y Alejandro Pérez-Cortez. Y como dicen en mi tierra de origen "ya se me cuecen las habas" por conocerlos a todos ellos.
Estoy segura que aprenderemos muchísimo de esos esfuerzos para preservar el español, pero también para hablar de crear puentes entre dos mundos literarios tan ricos en español e inglés, de autores que vienen de esas raíces latinas que enriquecen tanto al país.
Esto es lo que somos en Estados Unidos. This is what we are in the United States and I love it.
Seattle, here we come.
Buen provecho.